Film para ver en vilo y salir contentos del cine
"Rosarigasinos" y "Cuestión de principios", las primeras películas de Rodrigo Grande, eran sencillas, risueñas, originales y realmente bien hechas. La tercera, la coproducción hispanoargentina que ahora vemos, también es original, y muchísimo mejor hecha. Eso sí, de risueña tiene poco (pero bien colocado), y aunque parezca sencilla encierra unas cuantas vueltas.
Vemos una casa grande y vieja. Un tipo solitario, lisiado, técnico en electrónica, que sospechamos que tiene un embargo pero por algo no quiere vender la casa. Una mujer invasora. Una chiquita demasiado callada. Un perro viejo, que por algo no camina. Y unos vecinos que trabajan de noche. Son boqueteros. Pero muy pesados (lo demuestran en un par de escenas muy fuertes, conviene avisar). Y el tipo piensa madrugarlos, sin saber el peligro que corre. Cuando lo sabe, con más razón piensa madrugarlos. Hay gente así. Y hay películas así, que lo tienen a uno con el corazón en la boca, hasta que de pronto viene el momento del alivio, la admiración, la risa y el aplauso. Y el remate preciso, tal vez inesperado pero muy preciso.
Cabe apreciar las complejidades del guión, que es excelente. Las actuaciones, con Leo Sbaraglia en un papel muy esforzado, Federico Luppi (hay que esperarlo pero está memorable), Pablo Echarri, los españoles Clara Lago y Javier Godino, la nena Uma Salduende, Walter Donado, la humorista Laura Faienza, que aquí hace de gorda mala, Facundo M. Giménez y Ariel Núñez, tres revelaciones. Los técnicos, desde el maestro fotógrafo Félix Monti, la escenógrafa Lorena Rubinstein, la editora Irene Blecua, los encargados de efectos especiales Reyes Abades y Daniel Rebouil (y el aporte de Tom Cundom) y los productores, entre ellos Vanessa Ragone y el veterano Gerardo Herrero, por nombrar uno de cada lado. Y la música de Lucio Godoy & Federico Jusid, sugestiva, inquietante, nunca excedida. Se sufre un poco, pero con gusto. Vale la pena.