Alba

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Si hay algo que demuestra esta película ecuatoriana Alba, ópera prima de Ana Cristina Barragán, que estrenó el 20 de agosto la plataforma puentedecine es una internacionalización de cierto lenguaje, celebrado por otro lado, en Festivales como Rotterdam o San Sebastian, donde esta película participó. También muy propio de cierto cine argentino, de formato reticente a la información, con intención semi documental, poco diálogo, planos cortos, de encuadres no siempre convencionales y con cámara en movimiento, personajes cerrados en sí mismos de los que hay que adivinar pasados e historias.
Tengo la impresión que vi muchas veces una película como Alba, librada casi completamente a la actuación de la niña Macarena Arias, expresiva en su tristeza, su silencio, su vergüenza que se despliega tensionando entre dos ámbitos: la enfermedad de su madre y la marginalidad de su padre. Alba que debe seguir su vida de niña en un colegio nuevo, de clase alta, con sus compañeros y sus primeros juegos preadolescentes, sufre la enfermedad de su madre y oculta la situación de su padre, de lo que el espectador no tendrá demasiada data. Sin embargo el único momento que Alba ríe es cuando va con su padre (Pablo Aguirre) a la playa y las olas del mar la cubren, el momento más vital de una película apesadumbrada, de tonos mayormente azulados, construida a partir de esta mirada de niña triste e introspectiva, distanciada incluso con los objetos de su sufrimiento. Alba alcanza un nivel de cine de autor a nivel internacional, pero se queda sin lograr suficiente cercanía entre sus personajes y los espectadores, salvo, insisto, alguna que otra escena.