Alba

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

ntre sus estrenos semanales, además de las producciones argentinas recientes, la plataforma y canal Cine.Ar están incorporando filmes latinoamericanos, en algunos casos también recientes y en otros casos no tanto. Tal fue el caso del film venezolano Un lugar lejano de 2009 y es el caso ahora de Alba, ópera prima de la ecuatoriana Ana Cristina Barragán, un film de 2016 que obtuvo cierto reconocimiento, ganó premios en varios festivales y fue elegida para representar a su país en la carrera de los premios Oscar aunque no quedó en la selección final.

Alba es el nombre de su protagonista, una preadolescente interpretada por Macarena Arias que está pasando un difícil momento de su vida. Su madre enferma, con la que convive y a quien atiende, ve agravado su estado y debe ser internada de urgencia con un pronóstico impreciso pero muy poco alentador. Como Alba no puede quedarse sola es llevada a vivir con su padre Igor (Pablo Aguirre), un oscuro empleado municipal que vive en un desvencijado departamento, en parte por problemas económicos y en parte por abandono personal como deja traslucir su apariencia descuidada, su semblante enfermizo y una introversión que hacen intuir el producto de una depresión. En ese contexto Alba, que es a su vez una niña tímida y con problemas para relacionarse con los demás, tiene que atravesar ese periodo de la vida difícil de por sí, con todos los ritos de pasaje e integración grupal que se esperan para una chica de su edad y que a ella se le vuelven una misión muy cuesta arriba y tortuosa, a la que ve por momentos imposible.

Se trata de una historia de crecimiento (un coming of age, si empleamos el convencional término anglo) en una situación particularmente compleja. Asistimos a las dificultades de Alba para relacionarse con el grupo de pares formado por sus compañeras de colegio, a las que observa con curiosidad distante como si quisiera formar parte y a la vez no entendiera el sentido de lo que observa. Alba tiene evidentes problemas para encajar, a veces lo intenta sin mucho éxito y otras simplemente abandona la escena o se queda pasmada sin saber qué hacer, en situaciones incómodas tanto para las demás como para sí misma. Aunque también en ciertos pasajes surge la pregunta acerca de si siempre es necesario encajar de cualquier modo. Esto se observa particularmente en una escena en la que otros chicos la usan para molestar a otra niña, integrándola entonces pero a costa del sufrimiento de otra, o también cuando le piden que mate una mariposa pese a su resistencia. Su incomodidad frente a esto forma también parte de lo que la interroga en función de lo que quiere ser y adonde pertenecer.

El otro desafío que enfrenta Alba es el de poder relacionarse con su padre. Un desafío no menor porque ambos son más parecidos de lo que pueden ver y admitir en un primer momento. Entre ellos no hay peleas ni conflictos estridentes sino silencios incómodos y la imposibilidad de comunicarse pese a que podemos observar que es algo que ambos anhelan. El padre demuestra una legítima preocupación por su hija aun si no puede expresarlo cabalmente y Alba por un lado siente incluso hasta vergüenza por su padre pero a la vez una necesidad de incorporarlo a su vida. Gran parte del relato registra los difíciles intentos de estos dos seres para encontrarse.

En el marco de una familia rota, todos sus integrantes están heridos de una manera u otra, y aunque el punto de vista sea mayormente el de la niña también asistimos a momentos de la intimidad del padre. A pesar de que parece tenerlo todo servido para el drama lacrimógeno, la realizadora y guionista Ana Cristina Barragán no demuestra ninguna intención de caer en el golpe bajo o la explotación emocional. El suyo es un film sorprendentemente sobrio a la hora de tratar con materiales sensibles y respeta a sus personajes sin exponerlos de manera obscena.

Filmado con un registro paciente y un estilo austero, cámara en mano, sin acompañamiento musical salvo el que los personajes puedan estar escuchando en determinando momento, el film demuestra atención a los detalles cotidianos, a los rostros, los gestos, a ciertos objetos y a momentos en apariencia insignificantes pero cargados de sentido. Un estilo de observar que recuerda al registro obsesivo de los Dardenne. Alba es tanto el primero como el hasta ahora único largometraje de Barragan después de cuatro años desde su ópera prima, aunque revisando su filmografía se cuentan algunos cortometrajes en 2019. En cualquier caso, demostró aquí una sensibilidad que hacen esperar más cosas de ella en el futuro.

ALBA
Alba. Ecuador, 2016.
Dirección: Ana Cristina Barragán. Elenco: Macarena Arias, Pablo Aguirre, Amaia Merino, Isabel Borje, María Pareja, Mara Appel, Maisa Herrera. Guión: Ana Cristina Barragán. Fotografía: Simon Brauer. Montaje: Yibran Asuad, José María Avilés, Ana Cristina Barragán, Juan Daniel F. Molero. Dirección de Arte: Oscar Tello. Producción: Isabela Parra, Ramiro Ruiz. Producción Ejecutiva: Konstantina Stavrianou, Irini Vougioukalou. Duración: 94 minutos