La gracia de María Presente en la selección oficial del 68 Festival de Cannes en la sección “Un certain regard”, Alias María (2015), el segundo largometraje del colombiano José Luis Rugeles, logra poner en escena el horror y la complejidad de la guerra civil colombiana con una innegable sutileza. La guerra en el cine estadounidense fue representada varias veces enmarcada por una naturaleza imponente. En Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola o veinte años después con La delgada línea roja (The thin red line, 1998) de Terrence Malick, los soldados luchan en el medio de la selva, planteando de cierta forma la guerra como una vuelta al estado primitivo. La coproducción colombiana argentina Alias María se ubica dentro de esta herencia y habla de otra guerra mucho menos abordada en la ficción. La guerra civil colombiana, iniciada hace más de cincuenta años, es vista por los ojos de María, joven guerrillera de las FARC. María está embarazada, y para la guerrilla, eso es un problema ya que una mujer no puede ser guerrera y madre a la vez. Ahí comienza la oposición de María y también, la película. Con esta decisión, se plantea el eje clave del relato: el individuo y su autodeterminación contra la causa grupal, el dogmatismo sin cara. Este dios arbitrario decide por María y le impone sus reglas. María va a decidir poco a poco salir de este esquema trazado sin ella. El reino de la naturaleza, escenario de casi toda acción de Alias María, parece responder a una reflexión sobre el sin sentido de la guerra. Así como se repite el trabajo de las hormigas filmado en primerísimo plano, sirviendo ciegas a una causa que las supera, seguimos las idas y vueltas en la selva de los soldados siguiendo órdenes siempre vagas y sin objetivo claro. Embarazada, María es también responsable de llevar al bebé del comandante a un lugar seguro. Se arma ahí una doble confrontación que va a constituir toda la epopeya de María. Por un lado, su rol de guerrera se confronta a este nuevo rol de madre en devenir; y por otro lado su niñez se topa con una feminidad adulta. Hay algo bíblico en la epopeya de María, quien sin dudas no porta este nombre por casualidad. La vida depende de ella: además de llevarla en su cuerpo, tiene la responsabilidad de cuidar al bebé recién nacido del comandante. Y así, cierta poesía del Renacimiento se inmiscuye a lo largo de toda la película, en sus planos de noche y sobre todo con el plano donde María amamanta en secreto al bebé, verdadera Virgen con niño. De los callejones sin salida que constituyen la guerra y la condición de la mujer presa de su cuerpo, aparece sin embargo una luz tenue de esperanza al salir de esta oscuridad opaca. Con la secuencia final, se vislumbra otro camino posible.
Mensaje humanista por repetición Jóvenes y niños pertenecientes a la longeva guerrilla de Colombia, presentada aquí bajo una mirada crítica, son los protagonistas de este film al que transmitir sus ideas centrales se le convierte en una carga que lo hace renguear. Hay una imagen que se repite constantemente, con ligeras variaciones, en Alias María, segundo largometraje del colombiano José Luis Rugeles: un grupo de hombres, mujeres e incluso niños avanzando trabajosamente entre la espesura de la selva, sorteando la presencia del enemigo, intentando no ser descubiertos. Es que los protagonistas del film, estrenado en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes el año pasado, son miembros de las FARC-EP, la longeva guerrilla de Colombia, presentados aquí bajo una mirada definitivamente crítica y con un claro mensaje humanista que atraviesa cada uno de sus noventa minutos. La primera escena introduce a María, una muchacha que apenas si está comenzando la pubertad, espiando el parto de la “compañera” del comandante de su pelotón. Privilegios de clase dentro de una rígida estructura verticalista: es la única mujer a la cual se le ha permitido ese lujo; el resto de las camaradas debe abortar obligatoriamente, “no sea cosa de llenar la selva de bebés”, como les dice su médico sin ninguna clase de ironías. El hecho es que María está embarazada de pocos meses, aunque nadie lo sabe, con la excepción de una colega de armas.A toda velocidad –una de las marcas de estilo de la película–, se da inicio a una misión secreta: llevar al recién nacido a un lugar seguro, tratando de no ser atrapados por los paramilitares ni delatar a la propia guerrilla una acción claramente no oficial. La cuadrilla está integrada por un líder, a su vez corresponsable del embarazo de María, otro experimentado soldado, la propia María y un inexperto recluta que debe andar por los 11 o 12 años. No resulta demasiado difícil generar algo similar al suspenso durante algunos minutos con el más inocente de los seres –un bebé de días– y una mujer encinta enfrentados a la naturaleza, la insalubridad y las balas enemigas, pero la mano firme de Rugeles sostiene el relato de supervivencia durante gran parte del metraje sin caer en la monotonía. Hay en Alias María largas escenas sin diálogos, en las cuales la cámara se hace eco de la relación entre los humanos y su selvático entorno de manera inteligente, aunque la reiteración de diversos planos de hormigas llevando su pesada carga se torne un tanto empalagosa en sus intencionalidades alegóricas.Gran (y silenciosa y estoica) actuación de la debutante Karen Torres, cuyo personaje hace las veces de reservorio de todo lo malo que el film tiene para decir respecto de la guerrilla puertas adentro: machista a pesar de una vociferada equivalencia entre los géneros, capaz de obviar y mancillar la infancia en nombre de ciertos valores supuestamente superiores, tan violenta y arbitraria en su ejecución como su contraparte “de derecha” (el gran desaparecido en la ecuación de la película es el ejército oficial colombiano). La necesidad de llevar bien en alto el estandarte de su Mensaje –en particular durante el último tercio de metraje– va transformándose en un pesado lastre que hace que la película comience a renguear como uno de sus personajes. En ese sentido, ciertas agudezas del guión de Diego Vivanco son reemplazadas por torpezas intencionales (distancias geográficas que parecen acortarse, decisiones ilógicas o incongruentes de algunos personajes) que tienen por objetivo allanar la textura de la trama para imponer las ideas centrales del film. Que, de esa manera, en lugar de surgir de los vericuetos del relato terminan convirtiéndose en férreas imposiciones.
El horror con ojos de niña Tras su estreno en el Festival de Cartagena y su paso por la sección Un Certain Regard de Cannes, se lanzó en 5 salas argentinas esta controvertida película sobre la violencia política en Colombia. Cualquiera que lea que esta película trata sobre una niña guerrillera de 13 años que además está embarazada en medio de una compleja misión en medio de la selva con el ejército y los paramilitares rondando por la zona podría pensar con razón que se trata de una obra maniquea y sensacionalista. Lo cierto es que este nuevo film del director de García sonó bastante oportunista en la apertura de un festival como el FICCI, que contó con la presencia del presidente Juan Manuel Santos que por estos días intenta avanzar hacia la etapa final del proceso de paz. Es -más allá de sus méritos y de sus carencias artísticas- casi la película perfecta para este contexto, al menos desde la perspectiva oficial. Todo ese preámbulo puede sonar distractivo a la hora de analizar la película, pero es importante para ubicarla en el actual panorama interno de Colombia. Fuera de la mirada de una sociedad escindida, polarizada respecto de cómo lidiar con la violencia política, en cambio, puede ser vista con otros ojos. Y es allí donde aparecen algunas debilidades puramente estructurales y narrativas. El film -realizado en coproducción con la Argentina- tiene una factura técnica irreprochable, con un virtuoso trabajo con la SteadyCam para seguir de cerca a los protagonistas en largos planos-secuencia durante sus incursiones en medio de la selva y un sonido elaborado con muy diversas capas que intenta captar toda la exuberancia de la naturaleza salvaje y la crudeza de los enfrentamientos armados. En este sentido, hay en la apuesta de Rugeles varias referencias al cine de Terrence Malick (especialmente a La delgada línea roja), aunque la constante utilización simbólica de los insectos (sobre todo hormigas con pesadas cargas) se torna demasiado repetitiva. A nivel social, hay un intento por reivindicar el lugar de María (Karen Torres), con su incipiente sentido maternal (ella debe cuidar no sólo su propia panza sino también al bebé de un oficial) y la relación sexual/de sometimiento que tiene con un compañero bastante más grande que ella y, claro, de mayor jerarquía. La exploración de la contradicción entre unos guerrilleros para quienes está prohibido tener hijos (hay constantes abortos) y la desgarradora intimidad de varios padres que se ven obligados a ocultar a sus hijos es uno de los aspectos más duros, polémicos y movilizadores del relato. La película -con la participación de actores no profesionales que en su gran mayoría son más que dignos- tiene algunos diálogos no demasiado creíbles, pero pierde aún más con decisiones bastante discutibles (casi no se muestra al ejército oficial, pero sí a unos desalmados paramilitares, reduciendo el conflicto prácticamente al enfrentamiento entre dos facciones de fanáticos) y con algunas resoluciones narrativas y dramáticas poco convincentes -torpes por lo apuradas- y hasta bastante ridículas. Puede que Alias María sea una película importante y controvertida para este momento de inflexión en la realidad colombiana y resulta -sobre todo en el marco generalmente tan ingrato de la apertura de un festival- un producto aceptable, pero su alcance fuera del ámbito local parece bastante limitado. Hay, sí, un conflicto íntimo (el de una niña privada de sus derechos más básicos) que es universal, pero es precisamente esa la zona menos elaborada y audaz de un film cargado de buenas intenciones, aunque no siempre de buen cine.
Inquieta más por serun reflejo de la realidad Estrenada de golpe después de un año en depósito, "Alias María" puede ser una verdadera sorpresa para el público inadvertido. La historia es simple pero inquietante. Una niña guerrillera debe trasladar a lugar seguro el bebé recién nacido de la mujer de su jefe. Viaja a través de la selva y del monte en un pequeño grupo que incluye a otro niño. En el camino advierte que está embarazada. Pero si los demás se enteran, ella, como soldado raso, estaría inmediatamente obligada a abortar. ¿Respetará la disciplina o esconderá su estado el mayor tiempo posible? ¿Y qué pasará luego? La aventura del viaje es dramática. Todos están envueltos por la inmensa naturaleza, ajena y agobiante. Acechados por sus peligros, y por el enemigo, que anda demasiado cerca. La aventura interior de esta chica es aún más grave. Se siente sola y el cuerpo va cambiando. Algo en su cabeza también está cambiando. ¿Pero con quién hablarlo? Tal es la historia, tensa, de pocos diálogos, de pocos elementos, pero con fuerza. Tiene sus defectos: actuaciones desparejas de un elenco mayormente compuesto por no-actores, frases hechas, varias reiteraciones y resoluciones medio fallidas. Pero la protagonista, la debutante Karen Torres, transmite muy bien las inquietudes de su personaje. Y los temas de fondo quedan expuestos de modo bien claro: el reclutamiento infantil, el fanatismo, el sometimiento de la mujer, los pueblos destrozados, las contradicciones de una larga lucha, las aspiraciones de una vida más humana. No hay fantasía alguna. José Luis Rugeles, director, y Diego Vivanco, libretista, armaron la historia en base a entrevistas a exniñas guerrilleras. La película resume esas entrevistas, y es ahora la punta de lanza de una campaña de talleres infantojuveniles diseminados por varias localidades colombianas bajo la consigna "Más niños, menos alias", para desalentar la propaganda de los grupos armados. Coproducción colombo-argentina con apoyo francés, en ella participaron especialmente los titulares de Sudestada Cine, la montajista Delfina Castagnino y un cuerpo de sonidistas encabezados por Martín Grignaschi.