La importancia de un buen plato
He aquí una linda historia de origen inhabitual, con personajes compradores, intérpretes precisos e intensos, y alguna que otra licencia argumental fácilmente perdonable. En esa historia, todo parte de un error ajeno. La joven esposa prepara la comida para el marido, se la envía al trabajo mediante una empresa de reparto, la vianda se confunde y termina en la mesa de otro tipo. Que sabe apreciar la comida. El hecho se repite. Se impone una esquelita aclarando las cosas. Y esquela va, cartita viene, es de imaginar cómo termina este asunto y cuál puede ser el postre.
Imagine uno lo que quiera. Imagine también lo que hubiera sido una versión americana (o lo que puede ser, si hacen la remake). Pero aquí el asunto va por carriles sorprendentes. Lo del marido no lo sabremos enseguida. Tampoco la verdad del afortunado. Primero parece un solterón seco, a punto de jubilarse pero todavía atendible si no fuera tan seco. ¿Y de qué modo se contactan? Es uno medio riesgoso. ¿Y si el marido se da cuenta? Para eso las mujeres tienen una respuesta inmediata que lo deja a uno como culpable, amén de imbécil. Acá la dice una tía que es como una asesora espiritual, gastronómica y sentimental de la joven esposa. Pero alguna vez alguien se dará cuenta. O quizás el otro no sea solterón. Por lo pronto, vamos de novedad en novedad, cada vez más complacidos, y eso que no comimos nada de lo que allí se cocina.
La hija del matrimonio, dos parientas cercanas atendiendo solícitamente a sus maridos ya decrépitos, un empleado nuevo medio entrometido, su bonita mujer, el jefe, enriquecen todavía más la trama, y las cartas sorprenden a veces con unos pensamientos inesperados, más tocantes de lo que podía esperarse. ¿Qué pasará en este enredo? Lo que sea, pasa en la enorme ciudad de Bombay, actual Mumbai, la gente es hindú, la comida es hindú, los condimentos de la vianda son picantes y coloridos, los de la pantalla son incisivos, se paladean con gusto, dejan buen sabor de boca y satisfacen plenamente. Así es, uno sale del cine totalmente satisfecho, paladeando todavía sabores nuevos.
Autor, Ritesh Batra, debutante que con esta película se ha ganado 15 premios en festivales asiáticos y uno en Chicago. Hay quienes la asocian con "El bazar de las sorpresas", del maestro Lubitsch, o con "Nunca te ví, siempre te amé, de David H. Jones (pero acá ese nunca no existe). En todo caso, se trata de parientes lejanos, con los que vale la pena relacionarse. La película entera vale la pena.