Alex Ross Perry, rey neoyorquino del mumblecore en su faceta más arty, se aventura en su primera producción destinada a recorrer las salas del mundo –y así lo tenemos por primera vez en nuestro país–. El elenco (y sus criaturas adosadas) es cosa seria. Jason Schwartzman (Rushmore y casi todas las de Wes Anderson) es el ultraneurótico y pedante Philip Lewis Friedman, un escritor con bloqueo permanente; Jonathan Pryce (Brazil) es el consagrado y megalómano Ike Zimmerman, consejero de Philip, a quien intentará, por todos los medios, desestabilizar aún más; Elizabeth Moss (Mad Men) es la batalladora fotógrafa Ashley Kane, novia de Philip, y una de sus víctimas. Completando el cuadro, Eric Bogosian (La radio ataca) pone su superlativa voz de barítono en off para contextualizar la vida de Philip mediante súper literarias y mordaces observaciones escritas por el propio Ross Perry. El director quiso contar el típico cuento de intelectual judío marca NYC con la imperturbable flema del stiff upper lip británico. Y lo logró.
O sea, Ross habrá logrado su definitiva entrada al mainstream siempre y cuando uno quiera seguirlo por el amable pero intoxicante circuito ombliguista de su personaje. Con apenas una novela publicada, pero convencido de que esa novela no es para cualquiera, Philip enfrenta su bloqueo de escritor, que lo obstaculiza para el tan necesario segundo opus, y se lleva puestos a todos en el camino. Sólo Zimmerman, su envejecida alma mater, podrá ayudarle a abrirse camino, mientras Ross, voz en off mediante, con todas las señas de conocer demasiado al personaje, despliega comentarios a veces graciosos y a veces redundantes (aunque en la redundancia hay algo de gracia, también). Schwartzman repite como el pedante de Rushmore; de hecho, es el mismo personaje crecido. En suma, un clásico instantáneo para fans del cine de Anderson y Noah Baumbach.