Philip -parece que basado en el escritor Roth- es un misántropo de pura cepa: está tan enamorado de sí mismo y tiene un ego tan insaciable que detesta a todo el género humano. Incluyendo a sus eventuales conquistas amorosas. Con una cámara en mano, muchos primeros planos, un aire retro de película de los setenta, el director sigue a su odioso protagonista -interpretado por Jason Schwartzman, algo así como experto en este tipo de sujetos- con el apoyo de una voz en off casi antropológica, en una serie de encuentros y desencuentros con los otros pocos que lo soportan y sobre todo consigo mismo.
Como si la misma película se hartara de Philip, la atención, por suerte, se desvía hacia su pareja -la exquisita Elisabeth Moss, una Ingrid Bergman de nuestros días- y el fallado mentor, otro escritor con problemas de relaciones que interpreta Jonathan Pryce. Analizando a Philip es la película que bien podría haber hecho Woody Allen si hubiera seguido el camino corrosivo y punzante que alguna vez caminó. Una mirada inteligente -y más humana que su protagonista- sobre el talenteo, el ego y sus abismos.