Anconetani

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Todo un luthier

El documental sigue en detalle un emprendimiento familiar, la fabricación de acordeones, con singular ternura.

Los acordeones Anconetani no sólo son de una calidad difícil de igualar -el Chango Spasiuk y Raúl Barboza pueden dar buena fe de ello-, sino que surgieron de la primera y única fábrica de esos instrumentos en Latinoamérica.

El documental que se estrena hoy rastrea sus orígenes, a partir del recuerdo de Nazareno Anconetani, el más chico de los cinco hijos que tuvo el italiano Giovanni Anconetani, que era representante de los afamados acordeones Paolo Soprani, de Italia. Giovanni había nacido en Loreto, Ancona, y además de construirlos artesanalmente allí, viajaba a la Argentina para venderlos. Pero como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, las piezas ya no llegan a estas orillas, y los Anconetani comienzan a fabricarlos aquí.

Es un emprendimiento familiar, que se continúa hasta estos días, y que los directores Silvia Di Florio y Gustavo Cataldi reflejan a partir de los recuerdos de don Nazareno, que superaba los 90 años durante el rodaje, y unas primas.

Recorrer el taller, de la manera en que lo muestra la cámara, permite hasta sentir el olor a la madera recién trabajada. Tan fresco es el filme, que da gusto ver a Nazareno tocar la batería, enseñar su métier, recordar a su familia, verlo cómo registra en un viejo grabador a casete las enseñanzas -de vida, de honestidad- que aprendió de sus mayores.

Cuando la película también registra momentos más íntimos, como una comida y un brindis, pierde la magia, pero recupera el sentido familiar del relato. Una pequeña joyita.