Además de atractiva visualmente, resulta entrañable la nueva película de Liliana Romero, Anida y el circo flotante, que se pre-estrenó meses atrás en la segunda edición de Anima Latina y cuyo desembarco comercial está previsto para pasado mañana. En principio destinada al público infantil, la historia de la joven quiromántica también cautiva a los adultos, al menos a aquéllos sensibles a la animación artesanal y a las ficciones que buscan inculcar en los chicos la importancia del derecho de toda persona a conocer sus orígenes, es decir, el derecho a la identidad.
Minutos antes de la función de prensa que tuvo lugar el sábado pasado en el cine Gaumont, la también autora de Martín Fierro, la película y Cuentos de la selva presentó sucintamente el largo co-escrito con Martín Méndez. A grandes rasgos, la directora explicó que utilizó la técnica de cut out (consiste en pintar la obra, recortarla por piezas, escanearlas, articularlas y por fin animarlas), que el trabajo se hizo, una parte en Buenos Aires, otra parte en Rosario, y que el proceso completo de producción llevó tres años.
El fruto de este esfuerzo es apreciable en la pantalla grande. La recreación circense es tan hermosa como la caracterización de los personajes, incluidos los secundarios (por ejemplo el hombre zancudo). La sincronización entre labios y voces sienta un buen precedente en la historia de la animación local.
En cuanto a la historia, cabe destacar la ocurrencia de los banderines voladores y guardianes, el tributo al cine en tanto aliado de la memoria, la (sutil) advertencia sobre la siniestra alianza entre la muerte y la negación del pasado. Romero y Méndez acatan con creatividad reglas fundamentales del cuento infantil, y algunas de los géneros romántico y musical.
Consecuentes con una propuesta que respeta –además del placer estético– la inteligencia de los chicos, Gabriela Bevacqua, Nicolás Scarpino, Alejandro Paker, Adrián Navarro y otros integrantes del elenco interpretan a sus personajes sin ningún atisbo de ñoñería. Entre estos actores, algunos se revelan como, y otros recuerdan que son, entonados cantantes.
En la proyección del sábado, la música original de Scatmusic a veces tapó las voces de los personajes. Si la superposición de sonidos se debió a una calibración defectuosa de la sala 2 del Gaumont, entonces podrá decirse que nada opaca (ni silencia) el encanto de Anida y el circo flotante.