ANIMACIÓN QUE NO FUNCIONA
En Anida y el circo flotante, nuevo film animado de Liliana Romero, un grupo de personajes resiste al dictatorial manejo de Justine, la dura anfitriona de un circo rodeado por el agua, una suerte de isla que se encuentra aislada de la ciudad. El lugar, que remite a un tipo de entretenimiento de antaño, con sus ferias y sus espectáculos de varieté, más un grupo social que recupera la estética de los tiempos de los conventillos, es una suerte de espacio anclado en el pasado que le sirve a la película para reflexionar sobre un tema fundamental: la memoria, la identidad y las consecuencias de las actitudes represivas en torno a esos dos asuntos. Lamentablemente, Anida y el circo flotante no termina de encontrar cohesión como relato, ya sea por algunos recursos un poco ruidosos, por el fragmentario retrato de los protagonistas o por una animación que impide la fluidez necesaria.
La película remite a elementos del western, con el forastero que llega en el momento preciso a un pueblo y en el que será finalmente clave para la modificación de las estructuras de poder. Aquí es un mago el que llega hasta el circo flotante, quien se sentirá curioso por la adivina Anida y quien terminará enfrentando a la déspota Justine. Que la película lleve el nombre de uno de los personajes y que ese personaje desaparezca por momentos del relato no hace más que aportar a la dispersión del film, que crece cuando se animada a fusionar lo disneyano con lo local, especialmente en unas canciones bastante pegadizas que tienen sonido rioplatense y esencia tanguera, pero que no logra imbricar adecuadamente en otros apartados esa mezcla de raíces autoconsciente.
Romero trabaja con la técnica de cut out o animación de recortes, donde las figuras están unidas por las articulaciones generando un tipo de movimiento particular, casi de títeres. De más está decir que la técnica se aplica de manera poco fluida, ralentizando la narración e impidiendo la aparición del vértigo que las instancias finales requieren. Tampoco ayuda demasiado el trabajo de voces, que utiliza terminologías de antaño que no terminan de hacerse verosímiles con el relato. Anida y el circo flotante incorpora temas trascendentes, construye personajes con algo de melancolía y hasta se anima a reflexionar sobre la importancia del cine en la construcción de la memoria, pero son elementos esporádicos, ideas sueltas que no hacen sistema dentro de una película que además confunde respecto del público al que apunta: para los chicos resultará casi tediosa y para los adultos una experiencia liviana, sin mayor atractivo.