Valioso film local de animación
"Anida y el circo flotante" puede ser una de esas obras que dejan en los chicos un extraño recuerdo de misterio inasible, como una deliciosa obsesión. La historia es pequeña, aunque algo enredada, con un joven náufrago que finge ser mago y una melancólica adivina que no puede saber nada de sí misma, ambos vigilados por una serie de freakies nunca vistos, y envueltos en la fragilidad de un sueño. Solo un sapo y un conejo habrán de ayudarlos. Y los freakies buenos, que también los hay. Pero esa historia está contada de un modo inhabitual para los niños. Nada del cine de animación estandarizado y convencional, sino más bien la exquisita y riquísima imaginación de esos ilustradores de libros infantiles que nos sorprenden a cada vuelta de página.
Y con una técnica que debería mostrarse en un making junto a la película, para mayor sorpresa y admiración del público. Nada de los habituales dibujos animados, sino puntillosa animación con recortes de papeles de colores, como los poemas fílmicos del maestro Michel Ocelot. Todo mérito de Liliana Romero, siempre en busca de mayores exigencias creativas. Acompañada, como siempre, por Norman Ruiz, aquí como productor artístico. Y justo para el aniversario de los primitivos cartones en blanco y negro de Quirino Cristiani que iniciaron la historia del cine argentino de animación. Corresponde el aplauso.