Sujetos respetados
Hay algo que se va delineando sin prisa pero sin pausa en Años de calle, que es el respeto por lo que cuenta. O más bien, por quienes cuenta, por los sujetos a los que sigue narrando sus propias historias, no sólo a través de sus voces, sino también a través de sus cuerpos. Y es ese respeto el que permite que en apenas setenta minutos pesen esos trece años que van desde 1999 hasta el 2012, donde se retrata a cuatro chicos de la calle a partir de lo más cotidiano de sus existencias.
Y es llamativo que ese mismo respeto funcione a la vez como evidencia del mayor defecto del film, que es el uso de la voz en off por parte de los realizadores para explicar determinados aspectos de las personalidades o las historias personales de los protagonistas, sin tomar en cuenta que con el poder de las imágenes basta y sobra. ¿Por qué? Porque esas imágenes están pobladas por los cuerpos frágiles e ingenuos de los chicos, que van creciendo como pueden. Son cuerpos que portan una narración, que se convierten en los focos centrales de ejes espacio-temporales y que terminan adquiriendo carácter de sujetos políticos.
Años de calle es un documental que busca problematizar la mirada de quien registra un pedazo de vida y del espectador, pero que termina impactando no tanto cuando pretende reflexionar sobre las implicancias del dispositivo cinematográfico. Tampoco cuando intenta constituirse en un retrato sobre la exclusión, la pobreza y la marginalidad. Cuando impacta es cuando le da voz a los niños, a esos personajes cuyas vidas adquieren un espesor y complejidad plenamente cinematográficos. Allí, en esos pibes, hay una visión política innegable e ineludible.