Hace unos pocos meses se estrenó en nuestro país un largometraje de ficción dedicado exclusivamente a la mítica figura de Antonio Gil, el “Gauchito”, una libre interpretación sobre lo que fue su vida y su muerte. Porque no se sabe fehacientemente la biografía del personaje en cuestión, son meras especulaciones modificadas a gusto de las primeras personas que divulgaron dichos sucesos en los campos correntinos.
Ahora, luego de haber sido realizado en 2013, llega a los cines un documental dirigido por Lía Dansker que trata sobre el monumento dedicado al Gauchito y los comercios aledaños que venden todo tipo de merchandising para homenajear al mártir.
La fe y el negocio van de la mano. A la vera de una ruta, ubicada cerca de la ciudad de Mercedes, en la provincia de Corrientes, un grupo de personas erigió este santuario. No se sabe por qué eligieron ese sitio, ya que la tumba se encuentra en el cementerio mercedino, y tampoco murió ahí. Pero todos los 8 de enero mucha gente peregrina y se congrega allí.
Cómo rasgo distintivo comienza el relato del film en 2010 y luego se retrotrae al año 2001. La directora se vale, para narrarlo, con gente de la zona. para lo que cuenta con la voz en off, logrando diferentes versiones de lo que fueron los días previos, y el mismo día, del asesinato de Antonio Gil.
Con el sonido en segundo plano de las voces mayormente ancianas, la cámara recorre montada sobre un vehículo, una y otra vez, durante varias épocas, ese tramo tan pintoresco de la ruta, haciendo un travelling lateral.
También, para registrar el paso de las personas a caballo o a pie que peregrinan hacia el santuario, la cámara hace un travelling marcha atrás. Son los únicos momentos en que la película tiene algo de acción, porque en otras ocasiones vemos con la cámara fija a los fieles venerando sus imágenes, o en misa, dentro de una Iglesia.
Todo el tiempo que transcurre el documental se basa en el mismo esquema. Nadie habla a cámara, no se sale de esa estructura, ni siquiera con el largo período de filmación que tuvo.
Sólo basta ver la cantidad de gente que lo venera y cree en él, como si fuese un santo. Cabe aclarar que no fue canonizado por la Iglesia Católica, pero eso a los fieles no les interesa. Tienen fe y,. como se sabe, la fe mueve montañas, pero que en esta ocasión hay que hacer un esfuerzo descomunal para moverlas, pues mirarla, lamentablemente, resulta soporífera.