Retrato de una pieza clave de la fe popular argentina y del fenómeno de múltiples aristas que se genera alrededor de ella, el documental Antonio Gil sorprende en su búsqueda de acercarse a un mito no desde lo informativo, sino a través del uso artístico de los recursos cinematográficos.
Los relatos construidos en torno del Gauchito Gil se presentan en forma de narraciones en off de distintas personas que tienen alguna relación con su figura. Tan importante como lo que dicen es la forma en la que lo hacen, con los tonos y las palabras propios del Litoral argentino. La cadencia de sus relatos se transforma en una música que produce un estado casi hipnótico al combinarse con imágenes independientes de las narraciones, pero que completan su sentido.
La directora Lía Dansker hace largos travellings que evocan a un viaje para presentar los paisajes en los que se desarrolla la conmemoración al Gauchito Gil, cada 8 de enero, en Mercedes, Corrientes (filmados durante varios años).
Así se puede ver la mezcla de la celebración de corte religioso con el comercio oportunista, y la comunión de la religión católica con una fe nacida del fervor popular por una figura considerada por muchos como un santo que hace milagros. Contenida de forma convincente en esas imágenes y relatos en off está la complejidad de la construcción del mito y la forma en la que lo social, económico y religioso se funden en él.