Uno de los mejores filmes del año.
Este largometraje, segundo de Miguel Gomes, es uno de los filmes más arriesgados y sorprendentes de la temporada. A lo largo de varios minutos, más de una hora, Gomes retrata a partir de planos fijos distintas presentaciones de músicos amateurs en ferias estivales, así como una serie de viñetas de la vida cotidiana en los pueblos del interior de Portugal. Gracias a la precisión de su trazo el realizador nos traslada hipnóticamente al corazón de la tierra lusitana.
Hasta ahí presenciamos un documental despojado y alegre en el que tímidamente se nos presentan algunos personajes que bien podrían adquirir rol protagónico.
Pero es a partir de una discusión en la que vemos al productor reclamándole a Miguel Gomes por la ausencia de personajes protagónicos que el film cambia. Con los elementos (personajes, espacios, bandas) sobre los que había trabajado en la primera parte Gomes hilvana, desde ese momento, una ficción pequeña y cálida como si se tratara, formalmente, de una de las comedias y proverbios o de los cuentos estacionales rohmerianos.
No se veía un trabajo donde la narración diera un giro tan marcado desde Blissfully Yours , el segundo largometraje de Apichatpong Weerasethakul. Pero de alguna manera Gomes va un poco más allá, merced a que con su giro hace una colaboración más (como lo hacen habitualmente Lisandro Alonso e Isaki Lacuesta) para derribar las cada vez más tenues fronteras entre la ficción y el documental.