En las montañas de la frescura
Arrieros , parte de una trilogía que completan Soy Huao y Pescadores de Manguiseco (sobre pequeñas comunidades sudamericanas) es un documental de observación: sin cabezas parlantes ni voces en off. Un filme que respeta los tiempos, costumbres y modalidades de vida en un ínfimo caserío en medio de la cordillera, cuyos habitantes se encargan principalmente de arrear ganado. Una existencia al margen de la globalización. Que, en un principio, puede parecernos dura y rústica, pero que, tras ver esta parca aunque luminosa película, se nos antoja feliz y libre.
En una zona aislada de lo urbano, aunque se encuentre a apenas dos horas de auto de Santiago de Chile, Baldana captura la repetida comunión ancestral entre humanos, animales y un paisaje que hipnotiza de belleza.
Arrieros , centrada en dos familias, jamás condesciende a las explicaciones. Nos muestra -desde una determinada subjetividad: lo inevitable- y nos invita a experimentar. El que se acerque al cine deberá olvidarse de los entretenimientos de costumbre y estar abierto a un viaje antropológico. Algunos podrán sentir tedio; otros, tal vez, se preguntarán si no estarán ante destinos más gratos que el propio.