Ausente

Crítica de Nicolás Sorrivas - Twitricos

EDUCACIÓN FÍSICA

Ni bien termina la proyección de la película, Marco Berger, junto a su elenco, intenta convencer al público de que lo que acaban de ver no es una historia de amor homosexual sino el relato de una obsesión. Se trata de Ausente, el segundo largometraje de Berger alejado desde la historia de su anterior Plan B. Un riesgo, aclara él, que debía correr para no caer en la repetición de una fórmula.

Es verdad, si Plan B podía considerarse una comedia costumbrista, con cierta añoranza por el recuerdo de los 90’s, Ausente es, claramente, un thriller de suspenso o, al menos, un buen acercamiento al género. Martín (Javier De Pietro), mezcla de enfant terrible con femme fatale en pantalón de gimnasia, encierra en una red de mentiras a su profesor de educación física para terminar durmiendo en su casa. Malentendidos que llevan adelante el relato y que ubican al espectador en el rol de juez preguntándose quién es el culpable.

Quizás la obsesión de la película no se encuentre únicamente sobre el adolescente. La cámara de Berger continúa retratando en Ausente, tal como lo había hecho en Plan B y en su cortometraje dentro de la película coral Cinco, el cuerpo del hombre desde el deseo, lo masculino visto desde una mirada entre sensual y sexual.

No se trata de un homenaje a. No hay guiños al cine de Almodóvar ni al de Gus Van Sant. Quizás algún acercamiento a la pasional mirada de Derek Jarman pero desde una propuesta diferente. La mirada puesta sobre la piel de De Pietro nos obliga a desearlo sin sentirnos culpables de hacerlo. Porque, que quede bien claro, Ausente no es nada más ni nada menos que una película.

Una película que dialoga con el espectador. Que nos hace cómplices del juego de Martín. E implicados en su deseo esperamos que se concrete. Es ahí donde Ausente nos juega una mala pasada. Un hecho inesperado, un plot point sin sentido, da vuelta el relato y nos hace sentir estafados.

Conciente Berger, se ríe desde el fondo de la sala. Sabe que Ausente es de esas películas de las que se puede decir: “Me gustó pero no se si recomendarla”. Berger sabe que el suspenso lo lleva adelante una banda de sonido perfecta pero manipuladora que la transforma en la verdadera femme fatale de la historia.
Me pregunto qué dirá Doña Rosa al verla. ¿Festejará el desenlace trágico condenando el deseo homosexual del protagonista? ¿O llorará con el reencuentro del profesor y el alumno en el onírico final en los vestuarios? Tiempos modernos los que corren.