Yo, Autómata
La ciencia ficción es un género especulativo. Necesita ideas con las cuales especular. Y las ideas con las que juega Autómata (2014) no están nada mal. No es otra película de acción ambientada en el futuro – es una película de ciencia ficción, con inquietudes que incumben a la ciencia y son desarrolladas en la ficción. El problema es el pésimo desarrollo de estas ideas, que abren un confuso y aburrido segundo acto y no llevan la película a buen puerto.
El año es 2044. El futuro está fregado, de vuelta. La superficie terrestre se ha convertido en un gran desierto radioactivo. La humanidad prácticamente se ha extinguido. El 0,3% que queda se guarece en una ciudad amurallada y atendida por robots o “autómatas” suplidos por la Corporación Roc. Los autómatas se rigen por dos protocolos (para Asimov eran tres): 1) un robot no puede causar daño a un ser humano y 2) un robot no puede modificarse a sí mismo.
Llega un autómata a una morgue robótica. Ha sido modificado por dentro. Entra Jacq Vaucan (Antonio Banderas), investigador de seguros para Roc. No cree que los autómatas sean capaces de romper los protocolos por sí mismos. Debe de haber un “relojero” modificando las máquinas. Su escepticismo se pone a prueba cuando un autómata se inmola ante sus propios ojos. Rastrea sus restos hasta la Dra. Dupre (Melanie Griffith), quien le explica que a través de cierta singularidad una prostituta robótica llamada Cleo ha logrado quebrar el segundo protocolo, y quién sabe lo que aquello depara a la humanidad.
La primera mitad de la película está bastante bien, salvando las distancias con dos interpretaciones discordantes: Griffith, quien resulta poco articulada y convincente en el papel de una criminal del bajo mundo, y Dylan McDermottcomo un policía de motivación y acciones incoherentes. Pero no importa, hay misterio y tensión y presentimos que la historia se está dirigiendo a un lugar interesante.
La segunda mitad de la película abandona a Banderas en el desierto junto a Cleo y un grupo de autómatas renegados que se dirigen al fin del mundo. Comienza la parte ininteligible de la historia, que alterna entre escenas rarísimas por el hecho de no afectar a la trama en lo más mínimo. Mientras Banderas (a los gritos) y compañía peregrinan a través del desierto, vemos qué ocurre en la ciudad que han dejado atrás sin que nos importe nada de lo que se nos muestra. Hay muchas escenas en la cúpula ejecutiva de Roc que no agregan absolutamente nada. Otras tantas con la mujer de Banderas, o con su jefe (Robert Forster), personajes inconsecuentes. La película alterna entre dos situaciones – desierto y ciudad – sin darle peso dramático a ninguna.
El final consiste de un extenso intercambio de filosofía barata entre Banderas y un autómata que no nos enseña nada que la Dra. Dupre, o los ejecutivos de Roc, o el sentido común no nos hayan enseñado en el transcurso de esta – innecesariamente – larga película. Podría haber sido divertida e inteligente, pero cuando acaba no nos sentimos ni sabios ni emocionados, sólo contagiados de aburrimiento.