Yo, autómata
Hay un recurso narrativo un tanto perezoso pero muchas veces útil que consiste en informar, al principio de un film o una secuencia, mediante un texto en pantalla, acerca del contexto en el cual se desarrollará la acción. A veces es una sutileza, una referencia al lugar o a la fecha y otras veces es, como en el caso de Autómata, puro Mumbo Jumbo (chamuyo) científico confuso e innecesario.
Descripción inicial innecesaria y perezosa
Aclaramos que a pesar de la cantidad de cuestiones negativas que señalaremos sobre ella, Autómata tiene una primera media hora aceptable. Luego comienza a ponerse un poco tediosa hasta que aparece Melanie Griffith y el ambiente se enrarece, porque no sabemos si es un chiste autoconsciente o sencillamente un cameo disparatado de dudoso gusto. Sin embargo, la llegada al desierto, con su larguísimo tramo final, marca el desbarranco absoluto de la película de Gabe Ibañez, haciendo recordar al peor Michael Bay de Transformers: la venganza de los caídos.
Asimov
Si hay algo que todos sabemos sobre Isaac Asimov es que escribía ciencia ficción y que creó las famosas leyes de la robótica, en torno a las cuales giran algunos argumentos de sus novelas o cuentos, y que son las siguientes:
Un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá que un ser humano sufra daño.
Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.
Podríamos agregar que (como diría Homero hablando de Edison) era un auto-promotor desvergonzado con un ego interesante, y personalmente me he cruzado con mejores artículos de divulgación que ficción de su autoría.
Bueno, los robots de Autómata se rigen por dos “protocolos inalterables”:
Un robot no puede causar daño a un ser humano, y un robot no puede modificarse a sí mismo.
Es decir, el primero es una copia menos elaborada de las layes de Asimov y el segundo es una arbitrariedad absoluta que sirve sólo para justificar el argumento deshilachado de un film enclenque. Y sí, Antonio Banderas es básicamente Will Smith, salvando las distancias. Misma distancia que separa las secuencias de acción de Yo, robot con las de Autómata, que a pesar de tener 10 años más tienen mejor calidad.
Desierto
Las distopías vienen a mostrarnos el reflejo de lo humano. Podemos inferir que nuestras acciones conjuntas nos llevan a la muerte, al desierto. La deshumanización y jugar a ser Dios no traen más consecuencias que la muerte reseca del desierto en que se convirtió un planeta que nos olvida. Eso, o como sucede en Autómata, una catástrofe natural hace todo añicos, incluso los guiones cinematográficos y, como especie, no nos queda otra que crear máquinas potencialmente más poderosas que nosotros en todo sentido, que por supuesto llegan a la obvia conclusión de que somos irrelevantes. Entonces aparece nuestro único héroe, Antonio Banderas, que a pesar de estar solo en el desierto por un día o dos ya se está volviendo loco, y siente atracción sexual por un robot de perturbadora apariencia. Antonio descubre el plan malévolo de los robots: construir una cucaracha gigante súper inteligente (literalmente), e irse a vivir a una zona altamente radiactiva inalcanzable para el hombre. Uno, que ya se olvidó cuál era el problema inicial y también por qué algunos mueren y unos malos de sobretodo negro persiguen a nuestro héroe y su familia, entiende súbitamente que por cosas como esta película la humanidad merece el desierto.