Algo interesante sucede con “Avenida Cloverfield 10” cuando comienza la proyección. Un juego mental que se produce desde el exterior hacia el interior, que pretende “jugar” también con el espectador al momento de instalar la intriga en la más amplia acepción del concepto.
Se aprecia que un director debutante como Dan Trachtemberg tome con tanta facilidad un elemento común a los dos universos que coexisten en el evento de la proyección de una película en una sala cinematográfica: La confianza. En el universo primario es la que el argumento plantea entre los personajes, en el otro; en la platea, la que los espectadores convienen entre ellos como audiencia, y la historia que se está contando.
Michelle (Mary Elizabeth Winstead) discute por teléfono algo con su ¿novio? ¿ex?, algo así, no importa mucho, lo importante es la consecuencia. Ella emprende viaje en auto, sufre un accidente, y lo siguiente que vemos es que está encadenada a la pared de un bunker. Howard (tremendo John Goodman) la tiene allí y le asegura que está así porque la está cuidando hasta que se ponga bien de salud. También le asegura que afuera la gente se murió, o se está muriendo, merced a un ataque que ha sufrido el pueblo, o la ciudad, o todo Estados Unidos, por lo que escuchamos de su boca. Salir de allí es un riesgo mortal. Ella está convencida de haber sido secuestrada por un loco y que no quiere morir. Ambos tienen argumentos que convergen hacia el mismo lugar: la supervivencia, pero ¿a quién le creemos?
Este punto, el de la confianza, es el central para poder atravesar la argumentación de un guión que “confía” en la desconfianza de Michelle, pero también en la de un espectador escéptico que, por cierto, deberá ceder al planteo incondicionalmente para poder sostenerse en una trama muy emparentada con lo teatral. Es más, desde el desglosamiento del libreto a los efectos de su análisis, cuando uno salió del cine bien podría decir que el punto de giro se produce en los primeros segundos, a partir de un llamado por celular, y no estaría lejos de acertar.
Como nunca estamos frente a frente con la capacidad para instalar (o dejarse instalar) el verosímil y la versatilidad con la cual se puede mutar de género cuando toda la situación está atravesada por la incertidumbre. Desde el escenario central en donde suceden la mayor parte de los hechos, la comparación con “La habitación” (2015) es casi inevitable por la cercanía del estreno pero claro, la nominada al Oscar jugaba con dos “afueras” que partían del interior, Uno era el que la protagonista le contaba a su hijo, la construcción de un mundo que nunca vio, el otro es el real, el que todos (incluso ella) sabíamos que existía.
“Avenida Cloverfiel 10” incluye un tercer personaje, el que va a pivotear constantemente sobre la duda, ayudará a construir y ratificar, pero también a desconfiar según con cual de los dos extremos (Howard o Michelle) interactúen. Cabe aclarar que no estamos frente a una secuela o “precuela” de aquella “Cloverfield” de 2007, pero hay puntos de conexión si uno la recuerda bien, empezando por el nombre de J.J. Abrahams. Es más, no sería descabellado pensarla como una suerte de “spin off”. Ni hablar si se juntan los guionistas a pensar en construir un universo propio alrededor de ambas.
La respuesta a esto estará en la taquilla pero, independientemente de ello, estamos frente a un planteo original con un manejo de la intriga notable a partir de situaciones someramente familiares como la de “Misery” (Rob Reiner, 1991), en la cual también se planteaba un juego de poderes a partir de las posibilidades de los antagonistas.
Más allá de esa y otras referencias, éste estreno tiene frescura, sorpresa, y la saludable intención de entretener con inteligencia.