La razón central por la cual uno sigue una historia es eso que llamamos suspenso: una situación inconclusa que nos despierta ansiedad por cerrarla. Avenida Cloverfield 10 respeta eso al extremo y por eso es una muy buena película. Especie de secuela de Cloverfield: Monstruo (en realidad es como un cuento lateral), tiene tres personajes: una joven que ha sufrido un accidente, un muchacho y un hombre que ha alojado a ambos en un búnker bajo su casa. No cabe duda, nunca -esto es importante- de que fuera del búnker el peligro es real. Pero la convivencia comienza a enrarecerse y las dudas, a minar lógicamente los lazos entre los personajes. Podría pensarse que es algo así como teatro filmado, pero no: los protagonistas son cuatro, los tres que vemos y la cámara, que recorre el espacio creando una sensación notable de encierro y de tensión que nos obliga a seguir mirando. El gran pivote, la viga maestra sobre la que se sostiene esta película, es John Goodman, uno de los mayores actores de las últimas décadas, un gran comediante que sabe inventar criaturas inquietantes (lo hizo en Barton Fink y El gran Lebowski, lo hace siempre) y lograr que este “Huis clos” tenga toda la tensión que debe tener. El film es sobre una espera indefinida, es decir, una reflexión sobre el propio suspenso. Y sí, claro que hay monstruos, solo que de ambos lados de la puerta.