Durante el 2007 J.J. Abrams y Matt Reeves llevaron adelante –en secreto y silenciosamente– el rodaje de Cloverfield, película que relata cómo un monstruo gigante ataca Nueva York a través del found footage de una cámara empuñada por un grupo de amigos que salía de una fiesta. Dicho film, realizado con un presupuesto bajísimo para producción y publicidad, cosechó ganancias millonarias y una catarata de críticas favorables. Durante años se habló de una secuela pero los realizadores jugaban al misterio, diciendo que no sentían la obligación de sacar otra película relacionada solo por el hecho de que la primera entrega fue exitosa, que volverían a meterse en el universo Cloverfield cuando apareciera una película que sea lo suficientemente atractiva y diferente como para hacerla. Finalmente, casi 10 años después llega a la gran pantalla esta espectacular película que da un giro a la anterior premisa de una gran ciudad abierta y la criatura de otro mundo por un ambiente asfixiante y cerrado; y un monstruo que podría ser humano.
Michelle (Mary Elizabeth Winstead), tras huir de su hogar y sufrir un accidente automovilístico, se despierta atrapada en un búnker subterráneo propiedad de Howard (John Goodman). El temperamental dueño del refugio le dice a Michelle que la encerró para protegerla a ella y a Emmett (John Gallagher Jr.) de un evento catastrófico que sucedió afuera. No pueden salir, no saben cuanto tiempo estarán ahí, ni siquiera acercarse a la puerta del búnker. Michelle desconfía de su captor, lo ve mas como un carcelero que como un protector y planea huir; sin saber que lo que espera afuera puede ser aún peor que lo sucede dentro.
Decir más en la sinopsis podría arruinar la experiencia de ver la película porque Avenida Cloverfield es un producto tan redondo –desde el secretismo con el que se filmó, el tráiler que derrocha misterio e invita a verla, el anuncio sorpresivo con publicidad casi nula–, con un guión cerrado en sí mismo (cortesía de Damien Chazelle, Josh Campbell y Matthew Stuecken) que logra adueñarse de la atención y la tensión del espectador. En un principio la película se llamaba “The Cellar” y tenía un tercer acto muy diferente al que veremos en la pantalla grande, no fue hasta que llegó a las manos de la gente de Bad Robot que se hicieron ciertos cambios para ensamblar la trama al universo Cloverfield.
Más allá del correcto trabajo de guión, fotografía y dirección, el film se destaca por dos grandes elementos: las actuaciones y la banda de sonido. Winstead y Gallagher empatizan con el espectador, encarnando personajes que logran transmitir ese aura de desconfianza disimulada. Pero el que verdaderamente se pone la película al hombro es John Goodman, con una interpretación digna de ovación que se roba todas las escenas en las que su oscuro e inestable personaje aparece, e incluso genera algunas risas. Por otro lado, el apartado sonoro genera una atmósfera de suspense y sabe cuando cortar con la tensión con momentos musicales más relajados, llevando el ritmo del film.
Avenida Cloverfield es una película redonda. A pesar de no tener un nexo concreto con el film del 2007, logra tomar la esencia de su predecesora y construir un relato diferente desde esa base. El final pide a gritos una secuela, aunque conociendo a Abrams no sorprendería que en unos años vuelva a entregarnos un nuevo capítulo de ese mundo en el que sucede lo imposible y donde la palabra Cloverfield no está puesta de forma inocente.