Rebelde y popular.
Bazán Frías, el “Robin Hood tucumano”, fue un delincuente de personalidad dual, capaz de asesinar y evadir a la policía, por un lado, y por otro ayudar a los necesitados. Esta “contradicción y conjunción” en su persona, conduce a los presos a rendirle homenaje y a los realizadores a realizar un taller a modo de documento.
Bazán Frías, elogio del crimen (2018), es un documental de Lucas García Melo y Juan Mascaró (montajista del flme), del Grupo Cine Bandido. El tucumano Andrés Bazán Frías se crió en la pobreza, comenzó a robar comida para repartir entre la gente de su barrio. En 1923 fue asesinado por la policía cuando intentaba trepar un muro del Cementerio del Oeste. Hoy está enterrado en el Cementerio del Norte, camposanto de las clases populares tucumanas. Los internos del Penal de Villa Urquiza deciden formar parte de un taller para representar la vida de Bazán. La historia es reconstruida por víctimas de la marginalidad y una actriz.
El director y guionista Lucas García Melo elige relatarnos la vida real de Bazán desde la cárcel y, a través del experimento con presos, conocer sus historias de vida también. Somos testigos de cómo se ven reflejadas sus vidas con la de Bazán, las justificaciones de sus actos y sus motivaciones para cometer delitos, con el denominador común del punto de partida: la pasión por la delincuencia y la necesidad. Lo que abre un abanico de opiniones para el espectador y la opción de comprender un acto humano, conociendo su naturaleza y cuestionarnos qué rol jugamos en todo esto como ciudadanos responsables y parte de la sociedad. Quizás contribuya el hecho de escuchar con la mente abierta a quienes están encerrados o no, en tal caso y más allá de cualquier juicio o mirada ajena, considero que es un aporte para la sociedad y un llamado de atención hacia lo que no queremos ver, mucho menos atender por parte de nuestros representantes del poder político, como la educación dentro de las cárceles, entre otros asuntos urgentes y postergados.
“El ser es digno de castigo, pero poco glorioso castigar”, Michel Foucault. Con esta cita de este filósofo comienza el documental y vale la pena pensar y analizar al respecto luego de mirarlo, y con suerte, recordar esas palabras antes de señalar con el “dedo justiciero”. Se puede encerrar a la persona, pero no a las mentes.