Belmonte: Entre el padre y el artista.
En su nueva película, Federico Veiroj muestra la dicotomía entre entregarse al arte o a la paternidad, de una forma particular, sin tanta complejidad y con un tono simpático.
Javier Belmonte (Gonzalo Delgado) es un artista plástico de 43 años, separado de Jeanne (Jeannette Sauksteliskis), que intenta pasar tiempo con su hija Celeste. Tiene buena relación con su padre, aunque se entera de su secreta faceta; y ocasionalmente, se acuesta con mujeres que compran sus cuadros. Un día recibe un encargo para el Museo de Artes Visuales de Montevideo y, al mismo tiempo, sucede el embarazo de su ex esposa con la nueva pareja, por lo que Celeste desea pasar más tiempo con su mamá, ante el miedo de ser desplazada por el nuevo integrante. Así es como Belmonte comienza a comportarse de distinta forma, abriéndose a la vida para generar empatía con su hija y con su arte.
Intenta recomponer la relación con su hija pre-adolescente y recuperar el tiempo en el que no estuvo presente por dedicarse de lleno al arte. El personaje se encuentra incompleto, tanto por la no relación con su hija como por la mirada incomprendida de sus obras. Con ese hermetismo y cara de pocos amigos, la satisfacción por lo que va concretando (el vínculo con su hija o el nuevo desafío en su profesión) es siempre relativa, debido a la autorecriminación y la inseguridad que lo caracteriza.
Nunca aparece explícito el tema de la elección entre el ser padre y ser un artista, pero se siente todo el tiempo el choque de esos elementos en la mente del protagonista, lo que hace a esta comedia dramática. El tema profundo que trata, a partir de la noticia de la llegada de un bebé, se aliviana con los toques cómicos que le pone a la historia.
Como su predecesora, “El Apóstata” (2015), en este metraje Federico Veiroj también muestra que el personaje principal se encuentra en un meollo existencial en el que no sabe bien cómo desenmarañarse, cuestiones familiares, culturales, económicas, recuerdos, proyectos, frustraciones. En este punto es donde se tocan ambas películas, aunque claro que son historias bien distintas. Y esto sucede con sus otras cintas, donde la preocupación está en que los personajes puedan afrontar y resolver sus crisis. Cabe destacar que Veiroj ya está trabajando en un film más grande para este año, protagonizado por Dolores Fonzi.
Gonzalo Delgado no está acostumbrado a estar frente a cámara y, sin embargo, impacta con su presencia. Su pasado es en el detrás de cámara, como director y guionista, además de ser el verdadero autor de las pinturas de Belmonte.
Los cuadros que aparecen en escena le dan un toque distintivo a la cinta y saben expresar el paso de las vicisitudes del Belmonte. Es una película sin mucho que destacar, donde quizás lo que suma es la forma en la que la cámara acompaña al personaje, naturalmente, como si espiara lo que sucede en esa vida sin sobresaltos, con pequeñas dosis de humor, aunque quizás no llegue a alcanzar el nivel de las anteriores obras del director. La película no cae en la psicología barata del cuarentón introspectivo y disperso, lo cual es un gran punto a favor, tratando de sortear los momentos dolorosos que tocan vivir con aceptación.