Federico Veiroj vuelve a la carga tras “El Apóstata” (2015) con un film muy personal que indaga en las inquietudes de la mediana edad, las metas en el trabajo y las relaciones de familia. Belmonte es un artista reconocido que goza de un buen presente laboral y un reconocimiento que se refleja tanto desde la repercusión que generan sus obras así como también en el dinero que obtiene por las mismas. Algunos podrían decir que lo tiene todo, sin embargo, algo lo inquieta, lo mantiene intranquilo y contantemente en movimiento. Sus pinturas buscan tratar al ser humano mediante una desnudez tanto física como psicológica. Está por estrenar una muestra de su larga obra en el Museo de Artes Visuales de Montevideo, pero se lo nota distraído con los cambios que vive su familia: su ex mujer está embarazada, fruto de la relación que mantiene con otro hombre, y percibe que su hija, Celeste, pasará menos tiempo con él cuando nazca su hermano. A su vez, su padre parece estar manteniendo una relación homosexual con un conocido, las clientas que suelen comprarle los cuadros se le insinúan sexualmente y la desestabilidad emocional parece tenerlo en la disyuntiva de querer que todo vuelva a ser como antes o resignarse y hacer las paces con su inconformismo.
Veiroj cuenta con mucha sutileza este relato muy humano y realista que pone en tela de juicio temáticas cotidianas que aquejan a muchas personas en determinado período de su vida. El protagonista necesita una brújula, una solución a su involuntaria soledad afectiva que lo aísla y lo pone en el lugar opuesto de su increíble carrera. El largometraje se sumerge en la exploración de las preocupaciones que tiene Belmonte y en cómo intenta hacerse cargo de sus inseguridades buscando conectar con su hija que tiene sus propias preocupaciones más ingenuas, inherentes a la edad, pero fundadas.
Un viaje introspectivo que se sostiene por la estoicidad de Gonzalo Delgado que compone su personaje con pericia y gran oficio. Lo que resulta interesante es la curiosa renuencia del personaje a ser encasillado por su arte o por sus acciones (cosas que lo llevan a confrontar con su hermano, su padre, entre otros) o también el que se divulguen sus proyectos, pero a su vez, el artista ya se encuentra auto-catalogado y encerrado en un aislamiento autoimpuesto.
“Belmonte” es un film sincero y cuidado que podría haber ido un poco más allá con el conflicto pero que funciona gracias a un elenco afinado actoralmente y una dirección sentida de Veiroj que prioriza una puesta en escena minimalista y rutinaria como la existencia del personaje del título. Un film extraño que busca evitar las convenciones de este estilo de relatos.