Ya sabemos, ya aprendimos que la venganza es el motor de muchas películas de acción made in Hollywood. Pero cuando el que quiere desquite, revancha, no es humano sino un animal, como en Bestia, no hay razón que entender. La Bestia del título es un león, al que unos cazadores furtivos eliminaron a toda su manada. Y quienes tendrán la desgracia de encontrarse con él, sin comerla ni beberla, son Nate y sus dos hijas, una adolescente y la otra más pequeña. Los tres afroamericanos llegan hasta esa región de la selva africana tras la muerte de su exesposa y madre, respectivamente, para que las chicas conozcan la aldea original de la madre. La película también tiene otro coprotagonista, al que llaman cariñosamente tío, pero que es blanco, se llama Martin y su apellido, traducido, es Batallas. Es un tipo que es un anticazador, que se preocupa porque las fieras vivan en su hábitat natural y está en contra de los comerciantes de animales. El director islandés Baltasar Kormákur tiene quizá, no lo llamemos el aplomo o la prestancia, pero sí la habilidad de saltar de un género a otro. Ha dirigido Dos armas letales, con Denzel Washington y Mark Wahlberg, y también Everest, la que, con un elenco multitudinario de estrellas, encabezado por Jake Gyllenhaal, presentó en Venecia en 2015. No tiene Bestia muchos rostros conocidos, más que los de Idris Elba (El Escuadrón Suicida, cuatro veces nominado al Emmy por Luther) y el sudafricano Sharlto Copley (Sector 9 y fue Murdock en la desquiciada Brigada A con Bradley Cooper y Liam Neeson). Y el del león, vaya uno a saber cuán digital es, la bestia del título, sediento, cómo no, de venganza. Acabar con el bicharraco Sin que nadie diga Tiburón, llega un momento en el que Bestia nos plantea lo mismo que la película de Steven Spielberg: al animal de dimensiones atípicas, cuando tanto el experimentado (el pescador, que era Robert Shaw) como el especialista (el ictiólogo, que interpretaba Richard Dreyfuss) fracasen, no queda otra que el hombre común (Roy Scheider) para acabar con el bicharraco. Bueno, Nate (que interpreta el actor de Beasts of No Nation) no es taaaan común, porque es médico. Y bien que cose las heridas y salva de la muerte a unos cuantos personajes. No, no a todos. A alguno le pide disculpas, le saca lo que necesita que tiene y lo deja a su merced. A la merced de la bestia. El guion es de lo más básico, y al espectador que esté más o menos atento y no somnoliento no le costará adivinar que cada cosa que suceda o se mencione (los leones que se cuidan a sí de otros ataques de animales; la presencia de otro cuidador; una escuela abandonada en medio de la nada) tienen su porqué y, llegado el caso, ayudarán a los protagonistas. De lo que no ayudan es de salir de cierto aburrimiento, cuando no se pegan unos golpes de efecto, de un guion que plantea situaciones cuanto menos ridículas y de los consabidos enfrentamientos padre con hija adolescente rebelde y el posterior abrazo, cuando papá saca las papas del fuego. Porque bien dicen que madre hay una sola, pero padre como el de Idris Elba, también.
Sobre subproductos frankensteineanos El islandés Baltasar Kormákur es uno de los tantos realizadores anodinos de nuestros días trabajando tanto en Hollywood como en el resto del planeta pero a diferencia del resto de sus colegas, quienes a rasgos generales se la pasan filmando una y otra vez exactamente la misma película, el señor por lo menos ha diversificado su mediocridad en múltiples géneros y/ o registros narrativos siguiendo el camino de los artesanos de antaño y su capacidad de adaptación, pensemos en la comedia romántica de 101 Reikiavik (101 Reykjavík, 2000) y Boda de Noche Blanca (Brúðguminn, 2008), el drama familiar de El Mar (Hafið, 2002), el film noir de Un Viaje al Cielo (A Little Trip to Heaven, 2005) y Las Marismas (Mýrin, 2006), el thriller hecho y derecho de Tráfico de Órganos (Inhale, 2010) y El Juramento (Eiðurinn, 2016) y aquel cine de acción de Contrabando (Contraband, 2012) y Dos Armas Letales (2 Guns, 2013), amén de rubros adicionales en lo que respecta a sus trabajos para televisión, hablamos del misterio de Atrapados (Ófærð, 2015-2021) y la ciencia ficción de Katla (2021). En la producción artística de Kormákur todas las propuestas de un mismo género se conectan de alguna forma, casi siempre por líneas argumentales casi idénticas, el nivel cualitativo de hecho nunca supera la medianía, lo que implica que tampoco cae en los abismos del desastre de buena parte del acervo cultural contemporáneo, e incluso podemos llegar a toparnos con el propio Baltasar delante de cámaras porque de vez en cuando el susodicho regresa a su primer amor, la actuación, como en los casos de 101 Reikiavik y El Juramento, esta última como protagonista al igual que en La Isla del Diablo (Djöflaeyjan, 1996) y Ángeles del Universo (Englar Alheimsins, 2000), ambas de su amigo Friðrik Þór Friðriksson, y Reikiavik-Róterdam (Reykjavík-Rotterdam, 2008), opus de Óskar Jónasson. En su faceta como realizador de raigambre internacional, casi siempre rodando en Islandia o en los Estados Unidos en calidad de director por encargo, Kormákur insólitamente se fue especializando de a poco en el gremio de los thrillers de supervivencia mediante una seguidilla de tres películas relativamente interesantes basadas en sucesos verídicos, léase Lo Profundo (Djúpið, 2012), retrato de un pescador islandés, Guðlaugur Friðþórsson, que en 1984 sobrevivió a seis horas en agua helada luego de que su barco volcara y a una caminata de otras tres a través de campos de lava, Everest (2015), acerca del Desastre del Everest de mayo de 1996 que le costó la vida a ocho escaladores, debacle causada en parte por una tormenta de nieve y en gran medida por las clásicas estupidez y negligencia humanas, y A la Deriva (Adrift, 2018), propuesta inspirada en el periplo de la navegante norteamericana Tami Oldham Ashcraft, quien en el año 1983 quedó atrapada en la trayectoria del furioso Huracán Raymond -en rumbo desde Tahití hacia San Diego- y logró improvisar un viaje de 41 días hacia Hawái con el yate de turno semi destruido y apenas un sextante y un reloj a posteriori de la desaparición de su prometido y único colega de travesía, Richard Sharp. En esta oportunidad, concretamente en ocasión de Bestia (Beast, 2022), el islandés une fuerzas con el equipo de la olvidable Asalto en la Noche (Breaking In, 2018), de James McTeigue, el guionista Ryan Engle y la encargada de la historia de base Jaime Primak Sullivan, para retomar la estela de los films citados y hacer exactamente lo que se espera de él, aquello de entregar un producto ameno de esos que escasean en el paupérrimo mainstream de hoy en día, aunque ya dejando de lado las conexiones con los cataclismos del pasado reciente y consagrándose a una trama hollywoodense hasta la médula de “encierro a la intemperie”. Bestia gira alrededor del Doctor Nate Samuels (Idris Elba), un médico neoyorquino que viaja de vacaciones a Sudáfrica junto a sus dos hijas adolescentes, Meredith (Iyana Halley) y Norah (Leah Jeffries), después de la reciente muerte de su ex esposa, precisamente una sudafricana que falleció de cáncer y de la que estaba separado al momento del óbito, lo que genera diversos roces con el vástago más intolerante, Meredith, señorita que le reprocha al padre un supuesto abandono durante la enfermedad. El trío se hospeda en casa de un amigo de la fallecida y Nate, Martin Battles (Sharlto Copley), el equivalente a un guardabosques en una reserva natural de la sabana africana, no obstante la tranquilidad dura poco porque los cazadores furtivos matan a casi toda una manada de leones que se alimentaban de noche y así despiertan la ira irrefrenable del único sobreviviente, un macho adulto enorme que se carga a varios de los asesinos y extiende su furia a todo un poblado de una tribu local, por ello eventualmente el animal se abalanza contra Battles y obliga al matasanos y sus dos hijas a encerrarse en un vehículo colisionado a la espera de algún tipo de ayuda exterior. El guión de Engle, por cierto aquel de la desquiciada Devastación (Rampage, 2018), de Brad Peyton, y las muy disfrutables Non-Stop: Sin Escalas (Non-Stop, 2014) y El Pasajero (The Commuter, 2018), ambas del catalán Jaume Collet-Serra, no se queda sólo con la fórmula del entorno cerrado y las diferentes opiniones sobre cómo encarar la situación sino que la combina con latiguillos varios de los thrillers de supervivencia más frenéticos, como por ejemplo la exploración, el melodrama, las arremetidas impetuosas, el suspenso de acecho, la histeria y la desesperación, el sacrificio suicida, el secundario malherido y la amenaza accesoria, aquí unos cazadores que descubren que Martin se cargó a varios de los suyos. Kormákur, como decíamos con anterioridad, recupera ingredientes de Lo Profundo, Everest y A la Deriva, como el realismo neurótico de torpezas en espiral y esas tomas secuencia para generar tensión sin el exceso de cortes del montaje industrial actual, y los adapta a un relato modelo estadounidense en una coyuntura exótica y siempre peligrosa, de allí que Bestia a veces pueda ser leída contradictoriamente como un exponente de demonización de los depredadores símil Tiburón (Jaws, 1975), joya de Steven Spielberg, una metáfora de la indocilidad de la naturaleza a lo Moby Dick (1956), de John Huston, y un análisis tácito de los desastres causados por el ser humano y de cómo la flora y la fauna se vengan desde una conciencia colectiva, en la tradición del ozploitation cuasi metafórico de Largo Fin de Semana (Long Weekend, 1978), de Colin Eggleston, relectura a su vez de Los Pájaros (The Birds, 1963), de Alfred Hitchcock. El film de Baltasar se beneficia mucho de la excelente intervención de Elba, perfecto como un burgués atolondrado que hace lo que puede y no se convierte de un momento a otro en un héroe automático del delirio homicida, y de Copley, un sudafricano que se lució en películas de Neill Blomkamp, Gonzalo López-Gallego, Ilya Naishuller, Ben Wheatley y Tony Stone y hoy entrega el infaltable “saber experto” que potencia la cruzada por la supervivencia del clan de turistas en duelo, aquí en pos de una reconciliación que se oculta con máscaras de agresividad o automortificación. Por suerte el islandés logra un diseño de CGIs bastante digno, incluso tapando lo digital con oscuridad y objetos al paso que maquillan la artificialidad, y en última instancia conduce al asunto hacia una fábula ecológica que piensa a la entidad asesina como un subproducto frankensteineano de nuestra eterna locura explotadora, abusiva e irrespetuosa para con lo natural y la vida…
Lo peor que le pueden hacer a un león es matar a su manada en territorio propio, porque es muy probable que el rey de la selva, si logra sobrevivir, no descanse hasta cobrar venganza. En Bestia, el director islandés Baltasar Kormákur lleva esta premisa de ficción hasta el paroxismo, y cuenta una historia de supervivencia que se convierte en un verdadero infierno para los protagonistas. Idris Elba es Nate Samuels, un médico viudo que viaja a África con sus dos hijas adolecentes para tomar un descanso y reconciliarse con él mismo, ya que quedó con culpa por la muerte de su mujer, de la que se había separado justo antes de que el cáncer se la llevara. La familia quiere que el viaje sea ameno, turístico, distendido, y para ello acuden al asesoramiento de un amigo, Martin Battles (Sharlto Copley), guardia de la reserva natural del lugar y “anticazador”, es decir, un guardia que protege a los animales de los cazadores ilegales, además de ser guía de los safaris para turistas. El problema es que el guion de Ryan Engle, basado en una historia de Jaime Primak Sullivan, recurre a casi todos los lugares comunes del cine de supervivencia (o survival movie) y del subgénero “animales asesinos”, tanto en la construcción del suspenso como en los vicios, giros y trampas que, por lo general, tienen estos guiones de fórmula para alargar escenas. Sin embargo, hay que reconocerle al director las buenas intenciones de hacer una película arriesgada, difícil y concentrada exclusivamente en el enfrentamiento entre un león agresivo y un padre dispuesto a entregar la vida por sus hijas. La película empieza con un prólogo que muestra cómo unos cazadores ilegales masacran a una manada de leones durante la noche, aunque el líder de los felinos logra escapar. Los cazadores intentan seguirlo, pero el león vuelve con furia y mata a varios de ellos. De entrada queda planteado el motivo que moverá al animal salvaje. Y quienes se le cruzan por el camino son los recién llegados Nate y sus hijas Meredith (Iyana Halley) y Norah (Leah Jeffries), junto al guardia interpretado por Sharlto Copley, quien les presenta a una manada de leones amistosos. La escena recuerda a Roar (1981), el clásico de culto dirigido por Noel Marshall, por su realismo natural extremo. Todos los elementos de Bestia están para encajar en algún lado, más allá de que el director también toma muchas decisiones que quiebran la verosimilitud, como la escena en la que el león le perdona la vida a un personaje importante, o en la que una de las hijas decide salir de la camioneta cuando no tiene que salir, entre otras inconsistencias lógicas. La otra virtud de la película es el manejo de la cámara, que persigue a los personajes como si estuviera acechándolos. La actuación de Idris Elba es otro acierto: el actor es sólido y convincente en su papel de padre con culpa, a pesar de que queda atrapado en situaciones traídas de los pelos. La película quiebra el realismo a cada rato, pero aun así logra mantener el suspenso. Bestia es una aventura de supervivencia que en su enfrentamiento final parece quebrar con toda posibilidad de verosimilitud, pero es justamente ese duelo lo más realista que tiene, ya que un verdadero padre está dispuesto a todo con tal de defender a sus hijas.
IR AL HUESO, EN TODO SENTIDO Hay una especie de segunda línea del cine de aventuras norteamericano donde el foco argumental y temático es el enfrentamiento entre el hombre y la naturaleza, o más bien, de un representante de la naturaleza. Esta ha dado algunos exponentes ciertamente sólidos y potentes, como Infierno en la tormenta, Miedo profundo y El líder, films donde las voluntades de ambas partes eran puestas al límite y que, en el fondo, no dejaban de ser dramas íntimos y morales. Bestia se suma a esta pequeña lista, a partir de un relato donde lo corporal expresa más que los diálogos. El film de Baltasar Kormákur va delineando con paciencia y a la vez fluidez su conflicto central y sus protagonistas: un hombre (Idris Elba) retorna con sus dos hijas adolescentes a Sudáfrica, la tierra de origen de su esposa, de quien acaba de enviudar, para visitar una zona de caza controlada donde lo espera un amigo (Sharlto Copley), que es especialista en vida salvaje. Lo que ya era un viaje cargado de complicaciones, a partir de un vínculo paterno-filial repleto de tensiones por ausencias y cosas no dichas, se transforma en una experiencia aterradora cuando irrumpe un león que ha escapado de cazadores clandestinos y que se encuentra en una especie de raid asesino, cazando a cuanto humano se cruza. La narración se permite darles un tiempo a los personajes para que expliciten sus dilemas existenciales, pero en cuanto cumple con ese objetivo inicial, pasa a transformarse en un thriller donde se combina lo vertiginoso con un suspenso electrizante, en los que incluso los momentos de quietud son puro nervio, sin por ello resignar el drama. El instrumento esencial al que recurre la puesta en escena de Kormákur es el plano secuencia, que no solo sirve como impacto audiovisual, sino también como una herramienta narrativa y hasta como una forma de encarar las conflictividades que anidan en los personajes. Por ejemplo, en una escena donde se ven las consecuencias de una sangrienta masacre, que sirven para reflejar el miedo y la incertidumbre al padre que encarna Elba, además de cómo su autoridad está dañada en el vínculo que mantiene con sus hijas. O la del primer enfrentamiento con el león, que utiliza la mirada para indicar lo que no se ve, trabajar la tensión con el movimiento y finalmente revelar lo que no estaba viendo, aunque podía intuirse. No hay un regodeo estético, sino una decisión de construir los espacios y la incidencia de los cuerpos moviéndose a través del desplazamiento de la cámara, sin darle tregua a los protagonistas, pero tampoco al espectador. De esta forma, Bestia se define rápidamente como una película que va -metafórica y literalmente- al hueso: cuenta sin muchas vueltas su duelo de voluntades central, pero también su drama familiar, que avanza con la acción, aprovechando sus noventa minutos al máximo. Del mismo modo, recurre a una violencia impactante, pero también matizada, que no se regodea en lo sanguinario porque entiende que con la tensión y el temor acumulados le basta y le sobra. Y ensambla de forma muy ajustada el fuera de campo, la noción de expectativa -por lo que se ve o se intuye, tanto por parte de los protagonistas como del público- y el desgaste corporal como reflejo de la mentalidad puesta al borde del agotamiento. Así, se constituye en parte de esa segunda línea hollywoodense que nos brinda alegrías de vez en cuando. Y, por todo esto, en tiempos de dominancia de películas pensadas para el entretenimiento hogareño, nos muestra que la aventura cinematográfica, tan brutal como atrapante, todavía es posible.
Bestia es un filme simple y sencillo, una historia de supervivencia frente al ataque de un león renegado, tal cual se nos vende el filme en el tráiler. Aquí la crítica escrita más formal; y en el link la crítica radial, más informal, completa en los reproductores de audio solo, o de YouTube con video. Bestia es una película simple y sencilla, y ese es su mayor problema, y a su vez su mayor virtud, es su mayor problema porque no tiene un gran nivel de profundidad, ni una segunda historia, como tienen la mayoría de las películas, ni tiene tampoco mucho argumento para elaborar; sin embargo esto no es necesariamente malo, la película es básicamente una historia de supervivencia, en una especie de monte de áfrica dónde una familia en un vehículo 4 x 4 se encuentra amenazada por un león, el cual ya ha matado a toda la gente de una aldea, y a su vez, ha atacado al amigo del protagonista, que trabaja en la zona y los lleva a ese lugar. La película es principalmente la lucha por la supervivencia de un padre y dos hijas, mientras están rodeadas por este feroz león, el cual ha perdido a su manada, y está como desquiciado, atacando a cada humano que se le cruce. El filme no es mucho más que eso, pero eso tampoco es necesariamente poco, porque una historia de supervivencia simple, puede ser muy efectiva, como lo fue por ejemplo Gravedad o Náufrago, y a su vez, las historias de supervivencia nos hacen reflexionar sobre la vida, el valor de la misma, las razones por las cuales vivir, y a su vez, cuánto uno está dispuesto entregar y a sacrificar, en aras del objetivo de que alguien sobreviva. La película es bastante entretenida, está bien dirigida, se pasa rápido, y con respecto al tráiler y a lo que se nos vende de ella, es bastante honesta, no pretende ser más de lo que es, y muestra lo que realmente es en el tráiler, una historia de supervivencia. Eso genera escenas de suspenso y de drama, que en normas generales funcionan bastante bien, y hacen que el espectador este bastante tenso durante toda la película, y que definitivamente esté entretenido, lo cual es uno de los objetivos claros de la película, y que logra conseguir muy bien. Si buscan más que eso, la película no lo tiene; si quieren entretenimiento, suspenso, drama, aventura, y un toque de terror, vayan al cine tranquilos a ver Bestia. Cristian Olcina
Baltasar Kormákur es un realizador interesante que alguna vez compitió en Bafici con su opera prima Reikjavik 101, y que mostraba allí dos elementos: gusto por hacer películas e intención de ir directo al centro de cada escena. Hizo algunos thrillers y aquí, Bestia. Básicamente: un león sanguinario (con razones) persigue a un biólogo y sus dos hijas en la sabana africana. El cinéfilo puede ver aquí rastros de Tiburón, Depredador, Jurassic Park y Garras, aquella con Val Kilmer y Michael Douglas. Hay un problema: la idea de “papá reconecta con sus hijas”, que resta con un cliché lo que sumaría sin explicarse. Y otro: la aparición de “tipos malos” que solo alargan el metraje. Pero más allá de eso el suspenso es efectivo, la bestia permanece como corresponde -y porque así funciona- mucho tiempo fuera de campo (generando miedo) y el protagonista es, como en el Hollywood clásico, no solo un actor sino una presencia: Idris Elba, que se carga gran parte del film al hombro.
Una cinta protagonizada por Idris Elba. Un safari en una reserva de animales deviene en una lucha por sobrevivir. La reconciliación emocional que propulsó el viaje vira prontamente hasta convertirse en auténtica pesadilla. El islandés Baltasar Kormákur, director de “Everest” (2015), suele centrarse en historias de cine catástrofe. Aquí, la ecuación es simple: un león persigue a una familia en la sabana africana; inteligencia humana o fuerza animal, solo uno prevalecerá. “Bestia” cumple con la premisa de entretener en una tarde de domingo vía streaming. Depredadores y presas enfrentadas, el sadismo puesto a prueba y el peligro acechando. ¿Empatizaríamos con los deseos de la bestia omnipresente o con las intenciones de furtivos cazadores? Escenas orgánicas mantienen la atención, prefiriendo el uso de planos secuencia al corte frenético. Toques de drama familiar sazonan una atmósfera asfixiante. Sin embargo, no existe demasiada ambición artística en un producto previsible, plagados de clichés. Fallas evidentes de guion en decisiones sin sentido alguno quitan verosimilitud a una propuesta enfocada meramente en entretener. Bajo presión, la adrenalina fluye. Un golpe final es inevitable, el cazador ha caído en la trampa. El enfrentamiento a puño limpio corre el límite de lo fantástico. Solo así podrá el bueno de Elba (“Luther”) librearse de la incesante amenaza, así como de las imágenes traumáticas de su difunta esposa. El salvataje cierra el círculo abierto y cumple la promesa: pelear por la propia sangre.
El Doctor Nate Samuels (Idris Elba), quien ha enviudado recientemente, regresa a Sudáfrica, lugar en el que conoció a su mujer, para visitar una reserva de animales con sus hijas. Pero rápidamente lo que empieza siendo un viaje de relax se convierte en una lucha por la supervivencia cuando un león que ha escapado de unos cazadores furtivos empieza a perseguirlos de manera implacable. La película tiene buen ritmo y mantiene la tensión todo el tiempo. Busca en cada escena lidiar contra toneladas de inverosimilitud pero con la actuación de Idris Elba y momentos de virtuosismo visual se abre paso bastante bien. Una rareza difícil de encasillar pero fácil de disfrutar. Ningún animal fue lastimado durante el rodaje de la película, porque hace tiempo entramos en el mundo de los efectos digitales. Se disfruta con las salvedades mencionadas y pasa volando. No confundir con la película india del mismo nombre estrenada también este año.
El hombre teniendo que confrontar los peligros de la naturaleza es uno de esos temas recurrentes en el cine. Desde desastres naturales hasta hombres enfrentando a depredadores en entornos inhóspitos, hubo, hay y habrá cientos de relatos para contar. El director islandés Baltasar Kormákur («2 Guns», «Contraband») parece ser un director bastante seducido por esta temática, ya que trató ambas perspectivas previamente en «Everest» (2015) y «Adrift» (2018) y ahora en la película que aquí nos reúne. «Beast» es un relato que bien podríamos emparentar con aquella obra maestra dirigida por Steven Spielberg, llamada «Jaws» (1975), y que fue el modelo para todo un derrotero de largometrajes que intentaban emular la fórmula de personas comunes frente a depredadores salvajes con cualidades cuasi sobrenaturales. El film nos presenta al Doctor Nate Samuels (Idris Elba), un viudo que busca reconectar con sus hijas y sus raíces, llevándolas a visitar donde conoció a su mujer en Sudáfrica. Allí, además de intentar reunirse y afrontar finalmente la pérdida de la matriarca, aprovecharán la ocasión para visitar una reserva de animales. No obstante, lo que empieza siendo un viaje de relax se convierte en una lucha por la supervivencia cuando un león que ha escapado de unos cazadores furtivos empieza a perseguirlos. Probablemente no haya nada nuevo en lo que nos propone «Beast», una historia bastante arquetípica, donde se pueden anticipar las vueltas y los lugares comunes que transitará el guion. Dicho eso, también se nos ofrecerá un relato sin pretensiones que construye una tensión constante, unas actuaciones sólidas de Elba, Sharlto Copley, Iyana Halley y Leah Jeffries, así como también un entretenimiento pasajero con varios elementos que funcionan. Por un lado, la puesta de cámara que propone Kormákur junto con el DF, Philippe Rousselot («Big Fish», «Interview With The Vampire») le otorga cierta distinción visual al asunto por medio de pequeños planos secuencia desperdigados durante todo el relato, dándole dinamismo a la experiencia y también propiciando el suspense. Asimismo, la decisión (algo que viene de la raíz de este tipo de relatos con la obra de Spielberg como bandera) de dejar gran parte del tiempo a la criatura fuera de campo también es algo que funciona para construir según lo que no vemos y tratar de agigantar esa amenaza latente. «Beast» probablemente no gane ningún premio a la originalidad, pero sí resulta ser correcto en todas sus líneas, con un Elba sumamente comprometido con la causa, un manejo de la tensión más que convincente y un equilibrado uso del CGI, que logra ser correcto y economizado cuando la situación lo requiere. Incluso podríamos decir que la verosimilitud se ve más comprometida por ciertas situaciones extremas más que por el uso de la tecnología en los animales salvajes. Una propuesta que, sin sorpresas, entretiene con lo justo.
Si uno no se hace pretensiones Bestia es un entretenimiento pasable. Recicla cosas de otras películas mejores, tiene algo de tensión, el drama zafa, los CGI están bastante bien sin ser excelentes y los personajes se debaten entre la lógica y la estupidez de manera regular. Para ver en streaming está mas que ok; para ver en cine o alquilarla en videoclub – si tal cosa sigue existiendo – medio que no vale la pena. Las perfomances y la buena dirección hacen obviar lo rutinario de todo el asunto. Si hay influencias para todo este estofado, pasan por tres lados: la obvia – y que una de las intérpretes subraya en el filme al llevar la camiseta de una película tan vieja como Jurassic Park (y no Jurassic World, que es de esta generación) – es que reciclan la escena de los pibes varados en la camioneta y siendo atacados por el T-Rex (no como un crítico dijo por ahí “retoma el tema del hombre contra la violencia de la naturaleza del filme de Spielberg, blablablá”; andá pashá, bobo). En lugar de un dinosaurio con una hilera interminable de dientes golpeando ventanillas y techos acá hay un león devorador de hombres, un bicho enviciado con la sangre humana que mata más de lo que puede comer (y sí: la comparación con The Ghost and the Darkness – un título ampliamente superior a este producto – es inevitable y obvia, he allí la segunda influencia). El ataque a la camioneta es casi un calco del filme de Spielberg. La última influencia que todo el mundo parece olvidar es Cujo, el filme de 1983 con el San Bernardo rabioso asediando a una madre y su hijo varados en un auto durante días, y que estaba basada en una novela de Stephen King. Sin armas, con hambre, calor, cansancio y gente herida – y sin posibilidad de asomar la nariz sin que la criatura te la arranque -, llega un momento en que el (o la, en el caso del filme del perro rabioso) debe salir sí o sí de su refugio y debe tener un duelo mano a mano con la amenaza de turno en un último acto desesperado. Acá las bazas son peores porque el león es mucho más grande que un San Bernardo, y las probabilidades de ganarle en una pelea con las manos desnudas equivalen a cero. Si esto es material de filme de cable, la cosa mejora con las interpretaciones. Como actor Idris Elba no me ha impresionado demasiado en lo poco que he visto de él: siempre parece reducido a muecas y sacudidas de cabeza al estilo de George Clooney en sus primeras épocas. Tampoco lo he visto en sus roles más serios, pero te da la impresión de que es un tipo que no está cómodo con los blockbusters que ha protagonizado, escupiendo latiguillos y haciéndose el canchero – léase, filmes de superhéroes ya que estuvo tanto en Marvel como en DC -; acá le dan una historia chiquita – padre divorciado que debe hacerse cargo de sus dos hijas luego que su ex esposa muriera de Cáncer – y el tipo se lanza con gusto al drama, siendo creíble e histriónico. Las dos pibas se alternan entre lo dramático, lo lógico y lo insufrible: cuando le dicen que no a la mayor, va y lo hace, y a veces le sale bien y termina como una heroína y otras veces es una caprichosa infumable. Mejor es el desarrollo de la más chica, que tiene los sentimientos a flor de piel y que a veces hace de intermediaria entre el padre inexperto y la hermana mayor que le reclama todo y lo culpa por la muerte de la madre. Al grupo se une Sharlto Copley (Hey! éste era un buen candidato para Wolverine, lástima que ahora tiene 49 pirulos!) que es amigo de la infancia de Elba en su Sudáfrica natal, los lleva de safari a una región aislada de los senderos para turistas (ups!) y allí pasa lo que obviamente que tiene que pasar. El león los ataca, quedan varados, ni la radio ni el coche funcionan, no tienen armas, etc, etc. Cuando el león ataca, lo hace de manera viciosa y está rodado con bastante nervio. Se supone que el bicho está todo tajeado por todas partes ya que lo suyo es brutalidad pura, pero también sirve para camuflar que el rostro del león no se ve tan natural como debiera (aunque sin llegar a ser el engendro que perseguía a Robin Williams en la primera Jumanji). Las refriegas con el bicho tienen bastante lógica aunque, como cualquier película de terror que se precie, si los personajes no hacen cosas estúpidas no habría trama. En un momento llegan a un refugio y lo primero que hacen es dejar todas las puertas abiertas (!) con lo cual, si el león no los achura es porque el libreto no quiere. Con una acción bastante decente y algo de trasfondo dramático pasablemente escrito, Bestia se deja ver. Como todo, siempre hay cosas reñidas con la lógica pero para pasar el rato sirve. La química del grupo es buena, hay buena tensión… ¿que más pedir para algo gratis que te ofrecen en streaming para matar el tiempo?.
Reseña emitida al aire en la radio.