Con una intensidad y compromiso dramático mayor que en sus últimos films, Woody Allen desarrolla en Blue Jasmine una conmovedora semblanza de una mujer en crisis. En realidad de la Jasmine del título no se puede confiar ni en su propio nombre, ya que su tendencia a la mitomanía es notoria, lo que, entre otras cosas, acentúa su conflictiva existencia. Tras penurias diversas, la mujer, adicta a los antidepresivos, lleva una doble vida en la que por un lado ofrece un porte aristocrático, de mujer refinada ataviada con elegantes atuendos de marca y por el otro, ante cualquier circunstancia negativa, puede desbordarse emocionalmente y perder de inmediato todo su glamour. Mudada forzosamente con una hermana que le muestra lo peor de si misma, la película está narrada entre dos tiempos distantes, tanto en lo temporal como en lo emocional, que coexisten permanentemente, lo que le otorga al film, además de su envergadura temática, una ágil y atrayente continuidad.
Dentro de una trama, en la que Allen contrapone numerosos y singulares personajes de universos opuestos de la burguesía frívola de Manhattan y de la clase trabajadora, sin dudas que el rol que lleva adelante Cate Blanchett es incontrastable. Un anti heroína que se suma a otras que el genial director tuvo a lo largo de su carrera, pero en este caso dueña de una interpretación excepcional, deslumbrante, dotada de una paleta de matices que atraviesa por todos los colores emotivos.