Woody Allen nos trae, una vez más, una gran película, no desprovista de sus marcas de estilo: jazz en la musicalización, un guión excelente, y grandes actuaciones. Blue Jasmine tiene algunas similitudes con Un Tranvía Llamado Deseo, principalmente en los vínculos entre los personajes y alguna que otra situación, pero es un producto mucho más Allen que Williams. Está situada principalmente en San Francisco, a excepción de las escenas del pasado, que transcurren en Nueva York.
Cuando Jasmine (Cate Blanchett) pierde su fortuna y sufre un severo desequilibrio emocional, decide mudarse a San Francisco con su hermana Ginger (Sally Potter). Las hermanas, ambas adoptadas, no podrían ser más diferentes: Jasmine acaba de separarse de un marido rico (Alec Baldwin) que le permitía vivir en el lujoso mundo de la clase alta neoyorkina sin trabajar, mientras que Ginger se las rebusca trabajando como cajera en un supermercado, lucha para mantener a sus dos hijos, producto de un matrimonio anterior, y sale con hombres con futuros no muy promisorios. La historia narra el encuentro, no libre de conflictos, entre ambos mundos. Pero también, a través de la lucha de Jasmine por comenzar una nueva vida, cuestiona hasta qué punto es posible dejar el pasado atrás y empezar desde cero...