La vida es una gran mentira
Después de pasearse por las capitales europeas con un cine entre molesto y anodino (la única excepción podría ser “Medianoche en París”), Woody Allen volvió a filmar en EEUU y se enfocó (al fin) en una historia dramática intensa, en donde realmente vibra el perfil de los personajes. Tal vez “Blue Jasmine” sea la película más lograda del director desde “Crímenes y pecados” y “Maridos y esposas”. Estamos hablando de 20 años, y por eso podríamos celebrarlo como un regreso. La heroína absoluta de esta historia es Jasmine French (Cate Blanchet), una dama de la alta sociedad neoyorquina que cae en desgracia cuando su marido termina preso por fraudes y estafas. En bancarrota, y perdida entre el alcohol y las pastillas, Jasmine se muda a San Francisco para intentar rehacer su vida, pero “la transición” va a resultar mucho más difícil de lo que esperaba. Allen reivindica aquí por qué es un maestro en la construcción de estos personajes femeninos perturbados. De a poco va llevando a su protagonista de las anécdotas casi graciosas de su vida de millonaria hacia la más pura tragedia de alguien que ha vivido alimentándose de mentiras. Con un humor cruel y una mirada punzante, también logra acercar al espectador a este personaje lejano, y subirlo a su montaña rusa anímica. Claro que todo esto no sería posible sin una actriz como Cate Blanchet. Ella sola hace brillar la película más allá de los méritos de Allen.