Cuando Woody regresó a Estados Unidos
Una joven de la alta sociedad neoyorquina se queda sin dinero y sin marido y se ve obligada a mudarse a San Francisco, a vivir con su hermana que es una mujer de la clase trabajadora. Así pasan los días de Jasmine, tomando antidepresivos y en medio de una crisis existencial.
Tras su itinerario europeo al que despertamos asombrado, desde una mirada retrospectiva, acompañados por la voz de Domenico Modugno interpretando su característico e inmortal "Volare", mientras Roma asomaba desde una gozosa cinefilia que abría paso a un juego de situaciones; luego de que al llegar la Medianoche las encendidas ilusiones de un soñador encontrarán ese puente que lo llevará a vivir la magia del amor en su bohardilla cotidiana y tras haber transitado por las calles de Londres animando historias de crímenes, engaños y escamoteos, como asimismo de profecías amorosas, sin olvidar su paso por una violenta y desatada historia pasional que se juega en Barcelona...tras este viaje, con su equipo a su lado, Woody Allen sintió ese profundo deseo, guiado por la voz de sus mayores de volver a su país.
Pero a diferencia de tantos otros films, lejos ya de ubicarse en su tan reconocible ámbito de Manhattan, con la tan identificable banda sonora de George Gershwin; muy lejos de pensarse como ese hijo pródigo que regresa dominado por un fuerte sentimiento de nostalgia, añorando esas esquinas y bares , salas de cine y museos, que hoy son visitados por aquellos turistas que desean reconstruir los paseos, caminatas, lugares, que son marcas en su filmografía, que han pasado a ser referencias de toda una cultura de la costa Este; Allen ahora ha elegido la otra orilla, la de la costa Oeste y abre su historia en San Francisco, ciudad que en el film de Woody Allen lleva en sí el peso de toda una simbología, que marca ese gran contraste con una Nueva York de la opulencia y de las grandes joyerías, de los grandes negociados, que permite tras la uniformidad y las reglas de lo exclusivo que han caracterizado al universo de esta mujer llamada hasta en un cierto momento de su vida Jeannette; nombre que eligió cambiar por el de Jasmin, actitud por cierto que ya nos ubica en lo que define todo un comportamiento a lo largo del film, el de ir construyendo otra realidad.
Desde "Hannah y sus hermanas", "Otra mujer" y "Alice", de la segunda mitad de los años 80, la figura del personaje femenino no había ocupado en su cinematografía un lugar tan central, tan destacado, en lo que hace a su tratamiento. Y si bien podríamos pensar en "Melinda, Melinda" (2004), atendiendo al nombre, recordemos que este personaje ,que nos es mostrado en la doble cara de tragediacomedia, emerge, frente a nosotros desde las reflexiones, juicios, pun tos de vista masculinos. En el film que hoy comentamos y que se ubica en el espacio cumbre de lo que entiendo como el desolador y lastimoso retrato de un simulacro de vida, centrado en un mundo de frívolas apariencias que se sostiene en la verdad de crueles espejismos, la admirable construcción que de su personaje hace Cate Blanchett nos permite establecer ciertos vínculos de este film, por su densidad dramática, en el que encontramos algunas ligeras notas de descansado humor, con otros, en el que la heroína desde su lugar de quiebre, desde su mismo origen, ha ido modelando otras realidades.
A pesar de que Allen ha negado, ante las pregunta de los críticos, todo nexo de "Blue Jasmine" con algunas obras de Tennessee Williams es más que notorio que ya desde el inicio apela a una construcción teatral, que se volverá constante presencia, permanente lugar reservado, la del monólogo. Si bien todo parecería indicar que la protagonista está en situación de diálogo basta un movimiento de cámara, un mirar atentamente a sus ojos, para darnos cuenta de que ella, ahora, en este presente, en el que parte de su escenografía, su castillo de coloridos naipes ha precipitado, no puede llegar a escuchar: sus pensamientos son en voz alta. Esto nos trae, en parte a la memoria, al personaje de Blanche Du Bois quien al final de "Un tranvía llamado deseo" expresaba: "Siempre he confiado en la bondad de los extraños.
En situación de desamparo, por razones que no vamos a adelantar, ya sin sus tarjetas ni con aquella altivez que siempre le hizo creer que podía siempre elegir, Jasmine llega a esa San Francisco de calles que suben y bajan, como toda existencia, donde vive su hermana Ginger,en compañía de sus dos pequeños hijos, en un pequeño y modesto departamento. El reencuentro entre ambas, y desde algunos flashbacks, nos permiten visualizar un juego de contrastes que ha llevado a que la gran pieza de cambio, no ubicable, haya sido el afecto. A través de varios momentos, Allen confronta universos disímiles, arriesga nuevos encuentros sentimentales con nuevas posibilidades y enfatiza en el hecho de que el pasado no se puede ocultar, de que las horas vividas, los nombres propios no se pueden enmascarar; como lo planteaba ya Luigi Pirandello tanto en su narrativa como en sus piezas teatrales.
Desde la voz de las heroínas de Tennessee Williams, pese a la obstinación de nuestro admirado Allen en borrar este parentesco, en lo que hace a recordarnos a Blanche y a su hermana Stella, ahora revividas en Jasmine y Ginger, y al mismo tiempo en la pareja de esta, que nos lleva a pensar en el Stanley Kowalski interpretado por Brando, en la versión cinematográfica de Elia Kazan de 1951, dominado por reacciones violentas y el llanto; "Blue Jasmine" nos permite desde el primero de sus vocablos, el "Blue" acercarnos a este tinte melancólico, a este sentimiento de la pérdida que se expande como un fuerte y denso perfume por todo el film. Y a ello contribuye la luz del film creada por Javier Aguirresarobe, desde el trabajo progresivo hacia un clima decadente, que va perdiendo luminosidad, hasta opacarse.
Como la Amanda Wingfield de "El zoo de cristal", la madre de Laura y de Tom, el narrador personaje, Jasmine evoca con una sonriente dulzura cierto momento de su pasado. Lo trae a su memoria de manera repetida, lo vuelve a evocar. Y el mismo lleva en sí el nombre de una canción, el susurro de una melodía, que anunciaba en su vida otro despertar. En su desgranado monólogo, "Blue Moon", la canción de Rodgers y Hart, dada a conocer por primera vez en 1934, se descubre como ese leit motiv de su vida que la fijó en un estado ideal.
Pero el film de Allen, como en "Crímenes y pecados", "Match Point" y posteriormente en "Conocerás al hombre de tus sueños", coloca al personaje en situación límite, ahora dominado por sus propias reacciones. Y abre interrogantes que pendulan entre una situación de despecho y lo que pudo haber sido una elección. Y es aquí donde el personaje desoculta su verdadero rostro en una dimensión patética, arrojando luz sobre el terreno de lo ético, interrogando al espectador sobre la complejidad de la conducta humana.