Ahora si, volvió Woody Allen.
Cuando se estrenó hace un par de años Medianoche en París, todos los que nos consideramos -pese a todo- fanáticos del cine de Woody Allen dijimos "bueno, al fin, volvió a su mejor cine", aunque nos estabamos engañando un poco. Medianoche en París es una película divertida, ingeniosa, con buenos diálogos y excelentes actuaciones, pero nada tenía que hacer al lado de Manhattan, Annie Hall o cualquiera de sus clásicos.
Ahora, con Blue Jasmine, la cosa se da vuelta, porque gracias a un trabajo actoral fuera de este planeta, la película definitivamente se ubica, al menos, en un top 5 de su filmografía, si no dejamos que la nostalgia nos embote los ojos, poniendo viejas películas del director en lo más alto porque, bueno, son viejas.
Blue Jasmine es la película de Cate Blanchett. Los demás giran a su alrededor e intentan generar historias propias, pero ni el director les da demasiado terreno, porque todos los ojos, todas las cámaras, están en esta mujer Jeanette/Jasmine (se cambió el nombre por "poco sofisticado"), antes en la cima del mundo gracias a un acomodado casamiento con un millonario (Alec Baldwin), pero enceguecida por el poder. Tan enceguecida que no vió la enorme cantidad de veces que su esposo la engañó, y tampoco quiso prestar atención cuando estafó a sus clientes, y encima utilizando su firma, ya que ella "no entiende nada de números".
Así vemos su caída, la obligación de vivir con su hermana (Sally Hawkins), madre de dos bestias, divorciada y humilde, que se encuentra en una relación con posibilidades de un futuro en común con Chili (Bobby Cannavale). El problema es que la llegada de Jasmine también es una tormenta. Ella, en un estado psicológico lamentable, habla sola y da consejos de vida a su hermana. Consejos que, como podremos imaginar, no son los más brillantes. No solo porque vivió en una nube durante los últimos años, sino porque su cerebro le está jugando trucos de mal gusto permanentemente, colgándose en aquellos tiempos en que las galas y los vestidos caros eran el día a día de su vida.
La película sigue dos caminos, el pasado, con flashbacks de la feliz vida de Jasmine con su marido, y se intercala con el presente, con Jasmine y su hermana. La edición nos lleva de un lado a otro sin avisarnos, pero no es confuso en absoluto. Las reglas del juego se establecen a los pocos minutos en pantalla, y en seguida captamos la idea. De todas formas, lo único un poco "malo" de la película -aunque comprensible de todas formas- es la sobredimensión que tiene el personaje de Blanchett. Ella devora todo, tanto que cuando se intenta llevar adelante alguna de las historias paralelas, queremos que termine rápido, así volvemos a ver a Jasmine, a la terriblemente snob, asquerosa sin remedio, ignorante y presumida Jasmine. Una Jasmine de la que no podríamos enamorarnos nunca, pero que gracias a la distancia que nos da la pantalla, no nos cae del todo mal.