Woody Allen es un genio y lo demuestra todos los años. Puede gustarte más o menos alguno de sus films pero todos tienen esos condimentos tan excepcionales que hacen que sus trabajos sean únicos.
Blue Jasmine no forma parte del top ten del aclamado director ni tampoco será recordada como una de sus obras cumbres, pero eso es porque tiene demasiadas.
Este estreno cuenta con una construcción del personaje central tan formidable a nivel guión y performance que si la Academia no le da un Oscar a Cate Blanchett en la próxima premiación será una estafa.
La manera que utiliza la actriz para mostrar la bipolaridad de su personaje y soltar esos maravillosos monólogos es como una cátedra del mejor taller de actuación que exista.
Y como es de costumbre en las películas de Allen, no solo el protagónico está muy bien sino que el resto del elenco también se luce: Alec Baldwin como de costumbre y los pseudo desconocidos Sally Hawkins y Bobby Cannavale están magníficos como la hermana de la protagonista y su pareja, respectivamente.
Ácidos comentarios, elocuencias varias y disfunciones familiares terminan por componer una elaborada y graciosa historia al compás de una edición simple y sin pretensiones.
Los amantes del cineasta saldrán felices de la sala y los espectadores ocasionales estarán más que satisfechos. Es una gran opción que no defrauda en lo más mínimo sino todo lo contrario.