Dentro de la poco más de una hora que dura Borom Taxi condensa varios tópicos relacionados con la vida inmigrante como el desarraigo, la persecución, la discriminación y la solidaridad entre ellos.
Debut en la dirección de Andés Guerberoff, que tiene a Mountakha, un inmigrante de Senegal mientras sobrevivir con changas y vendiendo en la calle en Buenos Aires. La cámara se introduce en la comunidad con la que el senegalés comparte sus horas y sueños para reflejar la cotidianeidad de aquellos que llegan en pos de un objetivo y deben pelear hasta el hartazgo para conseguirlo.
«Bamba danos fortuna y abundancia. Preferiría morir y que vos vivas, sos el dueño de las almas. Me llenos de vos. Me perfumo con tu esencia»… Tras algunos cortos experimentales, Andrés Guerberoff nos trae su primer largometraje sobre las desventuras que acarrea la inmigración y su fe. «Borom Taxi» narra la historia de Mountakha, un migrante senegalés recién llegado a Buenos Aires. En Dakar solía trabajar como camionero e intenta conseguir ese mismo empleo en la ciudad. Mientras trabaja como vendedor ambulante, se pregunta si su destino podría estar relacionado con la actuación, tras reunirse con un amigo senegalés quien le cuenta sobre la experiencia de haber filmado «Zama» de Lucrecia Martel, y cómo es el mundo de los castings para comerciales y películas. Las migraciones africanas subsaharianas hacia Sudamérica son un fenómeno en pleno desarrollo, debido a que sus habitantes huyen exclusivamente de la pobreza y de los regímenes dictatoriales. En el caso de Argentina, suceden desde mediados de la década de 2000. No hace mucho tiempo atrás se conoció «Estoy acá» («Mangui Fi»), el retrato de la amistad entre dos senegaleses que eligieron Argentina para construir un futuro mejor. Nuevamente se elige mostrar una temática similar para así visibilizar muchas situaciones de violencia y discriminación que suelen sufrir repetidamente. El documental relata la presencia senegalesa en nuestra región la cual no es nueva y cada vez está más en desarrollo. Una crónica que delinea la dificultad de adaptación y la búsqueda de un futuro mejor, con altas aspiraciones de mejorar sus condiciones de vida, así como las de su familia. La ópera prima de Guerberoff presenta un recorrido en primera persona por una realidad llena de inconvenientes e impedimentos de un senegalés recién llegado a Buenos Aires. Explora el día a día de Mountakha mientras se dedica a la venta callejera, soñando poder volver a manejar un camión aquí en Argentina como lo hacía en Dakar donde quedó su familia. Entre medio de toda esta búsqueda evalúa dedicarse a la actuación, tal vez una variable posible de un buen ingreso económico, algo que no pasa más de solo ser un pensamiento. El film recorre alegrías no concretadas, proyectos postergados, sentimientos de culpabilidad, los reclamos de su mujer; pero con una fe marcada y muy arraigada a pesar de no haberse cumplido parte de la meta impuesta. Aun así cree que Dios es grande, algo recurrentemente mencionado durante toda la cinta. Un retrato honesto, sin pretensiones, solo con el deseo de mostrar una realidad poco visible pero muy frecuente. Una fotografía adecuada ante una narrativa correcta sobre los acontecimientos que pasa el personaje en su cotidianidad. También vemos su preocupación y obsesión por el dinero, su profunda religiosidad junto la dinámica muy particular de la comunidad senegalesa. Siempre con varios pasajes de emotividad que no llegan a su máximo esplendor, pero destacando algunos que otros instantes breves ciertamente emotivos. En síntesis, «Borom Taxi» es una cinta enfocada en estudios observacionales sobre la adaptación inmigrante, que recorre la historia de un senegalés ante un camino de adversidades.
Los inmigrantes senegaleses deambulan por las calles de varias ciudades argentinas, la mayoría de ellos como vendedores ambulantes. Suelen pasar bastante inadvertidos, salvo para los sectores más reaccionarios (y racistas) de la sociedad, para la policía (que suele echarlos y/o detenerlos y/o decomisarles su mercadería) y para unos cuantos cineastas, que han fijado su interés y su cámara en ellos. Hace casi cuatro años se conoció Estoy acá (Mangui Fi), valioso documental de Juan Manuel Bramuglia y Esteban Tabacznik que describía las historias de vida y la amistad entre dos senegaleses radicados en Buenos Aires, y ahora es el turno de este trabajo de Andrés Guerberoff, quien reconstruye la historia y explora el día a día de Mountakha, un hombre que supo ser camionero en Dakar (donde quedó su familia) y hoy se dedica a la venta callejera (aunque sueña con manejar también en Argentina y, por qué no, dedicarse a la actuación). En ese sentido, una charla con un amigo sobre la experiencia de haber filmado Zama, de Lucrecia Martel, en Salta, y el mundo de los castings para comerciales y películas resulta realmente hilarante. Cine dentro del cine. Pero no todo son alegrías y proyectos, por supuesto, para este hombre que ha pasado por Córdoba, se instala en Buenos Aires e irá hacia Las Grutas, aunque su intermitente y sufrida conexión con Dakar también es parte del asunto. Los reclamos constantes de su esposa, su sentimiento de culpa, su trabajo en estaciones de trenes como la de Retiro, su obsesión por el dinero, su profunda religiosidad, la dinámica muy particular de la comunidad senegalesa y su interacción -a veces secreta- con los argentinos... Borom Taxi, con su espíritu observacional, su cámara nunca intrusiva pero no por eso aséptica, tiene múltiples facetas y matices para explorar en su apenas una hora de duración y el resultado es por momentos entrañable, en otros emotivo y en varios pasajes, triste hasta lo desgarrador.
Cuando lo vemos por primera vez a Mountakha, un inmigrante senegalés que se instala en la ciudad de Buenos Aires, lo hallamos con el anhelo de querer seguir trabajando de camionero como hacía en su Dakar natal, y al mismo tiempo con la cabeza en su país de origen, en la familia que dejó atrás, en un pasado demasiado fresco como para emanciparlo de una cotidianidad compleja. Desde cómo se muestra su rostro taciturno -que se vincula estrictamente con el desarraigo- hasta sus conversaciones con ciudadanos argentinos que se interesan por su lucha diaria, la cámara del realizador Andrés Guerberoff se posa en el protagonista de su documental como quien contempla tímidamente. Si bien hay secuencias que se hubiesen beneficiado de un montaje más ajustado, el cineasta recorre no solo Buenos Aires sino también Las Grutas, acompañando a Mountakha en los trabajos que va obteniendo con dificultad con un abordaje muy emotivo. Como exponente nos encontramos con las charlas entre ese hombre que dejó todo para venir a la Argentina con esa familia que lo necesita y lo extraña. Esos tramos recuerdan a Time, el excelente documental de la directora Garrett Bradley. A pesar de que ese trabajo ponía el foco en una historia bien diferente, se hermana con Borom Taxi en esa empática mirada sobre lo que implica la distancia, el enojo, la culpa y todo lo que conlleva el aceptar que el tiempo avanza impávido en un microcosmos desconocido. En esos viajes de Mountakha en las noches porteñas y en esas caminatas extensas hacia una posibilidad de trabajo percibimos la naturaleza escindida de un hombre que se adapta al entorno y lo reconfigura, pero cantando sobre la ciudad de Touba con una indisimulable nostalgia.
“Borom Taxi” es una película de Andrés Guerberoff que nos enfrenta con la tragedia que hoy viven lo que alguna vez fueron nuestros abuelos: Inmigrantes. Crítica. Por Nito Marsiglio. Se estrena este jueves 31 de marzo. Dice Guerberoff: “Algunas calles de Buenos Aires por las que había caminado infinitas veces ahora se reconfiguraban, convirtiéndose en la geografía de un viaje extraño, por lo tan lejano y tan cercano al mismo tiempo. En cierta forma se revelaba ante mí la existencia de una ciudad en el interior de otra, paralela y oculta.” De Senegal a Argentina hay todo un trecho. Pero el más importante no es el de la distancia en miles de kilómetros, que hoy son relativamente posibles de franquear. Sino el tramo que existe entre dos sociedades tan diferentes. Esos son los más difíciles de superar. Lenguas, hábitos, religiones; costumbres que nos marcan y tallan nuestra persona y que hacen que cueste mucho adaptarlas a nuevas formas. Mountakha Samb se lo planteó como objetivo el tratar de superar esa tirada. Vino de Senegal a la Argentina, recalando primero en Córdoba para terminar en la gran ciudad de Buenos Aires. Esa gigantesca mole que pareciera que a todo lo devora. Una ciudad que se pinta de universal pero que posee cierto clasismo en su mirada cosmopolita. Con políticas públicas algo segregacionistas. Ha dejado mucho. Su hermosa mujer que lo extraña horrores y le recrimina su alocada aventura y le implora que regrese. Y nada menos que a sus hijos que sienten la ausencia de su padre. Mountakha en Dakar tenía un oficio, era camionero. Su sueño es recuperar su oficio en Argentina, conseguir un empleo de camionero y traer a su familia. Pero no es nada fácil. Mientras se desenvuelve como comerciante ambulante. Borom Taxi es una obra documental con formato de ensayo donde Guerberoff con una cámara que acompaña al personaje, pero a la vez no es invasiva, y sin utilizar al reportaje va formando el espíritu del film Una película cargada de emociones, algunas de ellas desgarradoras. donde lo imposible es que el espectador no empatice con el personaje. FICHA TÉCNICA Título: Borom Taxi Director: Andrés Guerberoff ELENCO: Mountakha Samb, Mohamed Boye, Candela Benetti, Mouhamet Samb, Mbayang Diene, Massamba Seye. País de Producción: Argentina Año: 2021 Puntaje: 90.
La sensibilidad en el otro La inmigración senegalesa en Buenos Aires es una de las más importantes en mucho tiempo, apenas por debajo de la más relevante que refiere a la comunidad venezolana. Mountakha Samba recupera la profesión de su lugar de origen en una ciudad compleja que no siempre está abierta a recibir al inmigrante; inmigrante que por lo general y considerando sus posibilidades inmediatas, necesita ganarse el mango bajo las más diversas e ingeniosas formas. Borom Taxi, el documental dirigido por Andrés Guerberoff, es una representación de la situación de miles refugiados en el mundo, sobre todo por cuestiones económicas, que viven y se adaptan a nuevos lugares y sociedades diferentes y en las que procuran seguir siendo quienes son, en paralelo planean no dejar de lado sus sueños personales. El seguimiento del personaje que da sentido a la crónica audiovisual que nos ocupa es esencial para la narración y sobre todo considerando el aspecto a relevar y el camino que el director a elegido para contar, y que lleva a una empatía difícil de no tomar en cuenta a la hora del visionado. La discriminación, los vericuetos insondables de la burocracia sin fin, y el día a día de una persona como cualquiera de nosotros, son los elementos que confluyen en Borom Taxi, una película para la reflexión.
Crónica necesaria de los senegaleses en Buenos Aires El realizador Andrés Guerberoff propone un recorrido documental íntimo sobre la vida diaria, los sueños y la discriminación que sufren los inmigrantes senegaleses en Buenos Aires. Es común ver por las calles de la Ciudad de Buenos Aires a inmigrantes senegaleses que, en su mayoría, se desempeñan como vendedores ambulantes (también conocidos como "manteros") Diariamente hostigados por la Policía -que los persigue, reprime y les impide trabajar- los senegaleses y su lucha por insertarse en la sociedad son los ejes de enfoque que el realizador Andrés Guerberoff toma en cuenta en Borom Taxi. Mountakha es un inmigrante senegalés recién llegado a Buenos Aires. En Dakar era camionero y mientras intenta conseguir ese empleo en esta nueva ciudad, realiza algunos trabajos temporarios. Mountakha se pregunta si podrá ser un buen vendedor, o si su destino estará ligado a la actuación o a ser chofer. Algunos de sus nuevos amigos tienen un vínculo particular con el cine, como un amigo cercano que participó en la elogiada Zama, de Lucrecia Martel. Pasajes de la cotidianeidad del protagonista sirven para retratar la lucha diaria de los senegaleses por tratar de encajar: desde estudiar un idioma desconocido, a familiarizarse con los códigos urbanos y conseguir mejores oportunidades para progresar, problemáticas recurrentes en los pensamientos de Mountakha. Borom Taxi no está hecha solo de proyecciones, sueños y promesas. Algunos de los senegaleses que están en Argentina, sobreviviendo en condiciones precarias, también sienten tristeza y frustración ante las trabas previamente mencionadas. En forma íntima pero no invasiva, Guerberoff realiza un puntilloso trabajo de acompañamiento a Mountakha y documenta experiencias, charlas, reuniones con amigos y celebraciones religiosos típicas de la cultura de Senegal, en una conmovedora crónica sobre lo difícil que es pertenecer a un sistema que a veces muestra su peor cara de desinterés hacía los que vienen del exterior en busca de un futuro mejor.
Mountakha Samb (o Mouhamet o Mohamad o Mustafá, el nombre de los inmigrantes, como ellos personalmente, también debe adaptarse a lo que impone su destino casi obligado) es un migrante senegalés en Buenos Aires. Era camionero en su país, transportando cargas entre las ciudades senegalesas o a través de las rutas del oeste africano. Desde Dakar su vida esta signada por los viajes. Llegar a una ciudad extraña, con un lenguaje desconocido y donde la comunidad afro se enfrenta a diferentes formas de racismo, no es fácil. A su favor está la comunidad senegalesa, que se ha conformado en los últimos años, y es en su seno donde es recibido. La existencia de este espacio de contención e integración es esencial para quien llega solo. Sin embargo Buenos Aires no es acogedora ni integradora. Desprovisto de otra certeza que el trabajo que el propio colectivo construye, es difícil imaginar lo que vendrá. La relación con su familia, su esposa e hijos quedaron en Senegal y con la cultura dejada atrás, son mediadas por internet, el celular y las pantallas. La profesión como certeza de ser y hacer, es en Buenos Aires incerteza e imposibilidad. No hay modo de ser camionero. Mientras tanto se convierte en vendedor callejero, en una ciudad donde la policía es amenaza, e imagina un posible trabajo como extra en cine o publicidad. El principal logro de Andrés Guerberoff es lograr intimidad con los personajes, cercanía a la vida cotidiana y trasmitir esa presencia orgánica a la pantalla. Lejos de interferir con su mirada, inevitablemente motivada ante una situación extraña a su propia experiencia, el director asume la preexistencia de la vida de Mountakha como guía en su recorrido argentino. Será esa historia previa la que marcará este presente. Ese logro da valor a la película: el espectador tiene frente a sí a un hombre y una experiencia, no mucho más, pero tampoco nada menos. BOROM TAXI Borom Taxi. Argentina, 2021. Dirección: Andrés Guerberoff. Fotografía: Joaquín Neira. Edición: Pablo Mazzolo y Andrés Guerberoff. Sonido: Nahuel Palenque. Producción: Paula Zyngierman, Leandro Listorti y Andrés Guerberoff. Productora: Maravillacine. Duración: 61 minutos.
Los inmigrantes africanos pueblan las calles de Buenos Aires y otras capitales argentinas, están incorporados a nuestro paisaje urbano, pero muy poco sabemos de ellos. Conocen la indiferencia de los argentinos, o la relación con la policía que a veces les decomisa su mercadería o los detiene, aunque la mayoría de las veces los corre de sus lugares. Andrés Guerberoff , en su opera prima, realiza un conmovedor documental donde sigue las vivencia de los senegaleses, en particular de Mountakha, un hombre que sueña con ser chofer, como su trabajo en Dakar, donde quedó su familia, que ya estuvo en Córdoba y que se gana la vida vendiendo relojes en la calle. Esta reconstrucción de su devenir en nuestro país nos trae retazos de su extrañeza y adaptación a la gran ciudad, a nuestras costumbres, su extrema religiosidad, a sus sueños de participar en el cine o en comerciales como un medio de vida muy atractivo. En la película también hay espacio para la ternura, para la relación con la familia lejano, a quien en parte podemos conocer, y por sobre todo los interrogantes hacia un futuro incierto, al mundo migrante siempre difícil e inestable.
Este casi falso documental, parece serlo pero en realidad atraviesa ese genero, ya que el director sigue con la cámara las idas y venidas del personaje, a sabiendas de él. Da la sensación por momentos de esta guionado, no creado, algo asi como saber que paso y recrearlo. La clara intención es hacer visible lo invisible, la comunidad senegalesa en la Argentina y sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, pasa desapercibida para la mayor parte de la gente. No así para la policía, claro. Mountakha (Mountakha Samb) es un inmigrante senegalés tratando de sobrevivir en Buenos Aires.+, todo un representante de sus co - terraneos. En Dakar era camionero su deseo es poder volver a trabajar de lo misma acá, su familia quedo allá, mientras tanto, como tantos otros intenta vivir vendiendo lo que sea en las calles, playas, plazas. Aparecen muchos interrogantes sobre ellos, este filme no despeja casi ninguno. Ha quien va dirigido, a los que registran su presencia no les aportará casi nada, el resto no ira a verla. Más allá de su buena factura y emotividad el filme se cierra en si mismo, casi masturbatoriamente. Realmente el filme es corto, poco mas de una hora, no aporta demasiado, esto mismo va en detrimento de su confección. No aburre, pero algo por el estilo se siente. Calificación: Regular
LOS PARAÍSOS ARTIFICIALES Dicen que en EE.UU. los inmigrantes se jerarquizan entre ellos según la cantidad de mares que han atravesado para llegar allí. Una vez aguado, dos veces aguado y hasta tres veces aguado. El prestigio aumenta según los obstáculos sorteados para acceder al país de la libertad, no importa cómo (como no importaba en esa genial escena de Chaplin en El inmigrante de 1917, con la gente atada en el barco, bamboleándose de un lado a otro, mientras veían la emblemática estatua). Es el mismo país de la libertad en el que hace una semana se montó un gran show protagonizado por dos actores negros para satisfacer la demanda de los blancos, con la ficción del entretenimiento. En la época de la esclavitud eran obligados a reventarse a trompadas para las apuestas de sus amos; en el Siglo XXI garantizan el rating de la Academia y generan una serie de debates entre respetables críticos de arte y opinólogos. ¡It’s showtime! Pero más allá del espectáculo televisivo y de EE.UU., hay otros paraísos artificiales repartidos por el mundo para acoger a millones de necesitados que huyen de sus entornos hostiles, de prácticas abusivas y políticas aberrantes y hacerlos funcionales a las necesidades del capitalismo en su etapa más salvaje. Argentina es el destino que han elegido, por ejemplo, los habitantes de Senegal. De esto se ocupa, en parte, el documental de Andrés Guerberoff, con una distancia respetuosa y con intención de recuperar esa dimensión subjetiva que se ve amenazada por todo exilio. El protagonista al que la cámara seguirá se llama Mountakha, quien ha dejado Dakar, también su trabajo como camionero y a su familia, en busca de un destino que le deje un alivio económico. Claro está, y tal como sucede en situaciones similares de exclusión obligada y arribo a otros países, solo se encuentra la otra mitad del infierno que se deja. Los primeros planos bastan para confirmarlo cuando el joven se instala en una especie de reducto urbano impropio de un ser humano. Y en esa búsqueda de oportunidades, la dificultad con el idioma, la indiferencia de la gente y la persecución de la policía (otro ente del espectáculo, capaz de desarticular solo un eslabón de la economía informal de este país), hacen que veamos transitar por las calles a Mountakha, intentado establecer vínculos con propios y ajenos, con la voluntad de conseguir un trabajo digno sin caer en las trampas del estereotipo y la estigmatización, o solo servir de extra para alguna publicidad o película por su color de piel. Pero si bien el documental por momentos parece estancado en un registro un tanto estático, ofrece un aspecto muy valioso a partir de privilegiar un discurso en off donde la fe y las creencias de la comunidad senegalesa surgen como consuelo y resistencia frente a la adversidad. No hay victimización y sí una fuerza de voluntad admirable en esas evocaciones al Dios Bamba en los momentos más difíciles. Por otra parte, hay pasajes donde la observación cobra mayor ímpetu y entonces los diversos espacios mostrados hablan por sí solos en cuanto a lo mal que estamos como país, el grado de precariedad que venimos arrastrando y que no cesa, un espectáculo dantesco de lugares desgastados, rotos, improvisados, donde otros comen la verdura que tiran los blancos, como refiere Mountakha azorado a su mujer por teléfono. Acaso en la mirada de los otros podamos entender qué somos. Pero para ello, hay que verlos y escucharlos. Tal vez sea la mejor intención del documental de Andrés Guerberoff.
Borom Taxi, documental de Andrés Guerberoff Todo documental, en última instancia, es una antropología. La antropología, como tantas otras ciencias (si la ciencia puede llamarse ciencia hoy en día), tiene cartas de nacimiento non sanctas. ¿Qué diría una joven hoy de las acciones de Tristán, o de Parsifal?, o incluso, habría que preguntar qué le hubiese dicho hoy Merlín a Uther Pendragon. Aunque siempre se supo que Morgana le Fay tenía justas razones para hacer lo que hizo, y en definitiva la caída de Camelot se debe, igual que el fracaso de la invasión de Troya, a una violación primigenia, aunque éste y otro infinitud de problemas quede desdibujado y oculto dentro del texto, para que cada época desentierre de esa historia la fuente de su indignación, (a ciencia cierta, cada vez que se pone en perspectiva un tema, se termina velando otro). La antropología, como tantas otras ciencias, tiene su acta de nacimiento en la necesidad que los países epicéntricos tienen de conocer los usos y costumbres de las culturas que van a servir como fuente de materia prima y fuerza de trabajo, lo que todavía hoy es facilitador de sus respectivas expansiones económicas. Uno de los trabajos más famosos y por todos conocido, es el de Malinowski en las Islas Trobriand, y una de las críticas más famosas que se le hace es que, a pesar de que sus textos surgen de la observación directa (modelo de las ciencias naturales del S XIX ) , de la innovadora actitud de Malinowski de convivir supuestamente inmerso en la cultura que estudia, éste no deja de tratar al aborigen como una cosa, sin interrogar por ejemplo qué modificaciones introduce su propia presencia y finalmente, el sujeto de estudio no es más importante y no excede al de una ballena o un raro insecto. Un documental siempre está vinculado a una antropología. Digo esto entendiendo que cada antropología tiene un marco teórico, sabemos que no hay observacion posible sin la introducción de una subjetividad ocal y de clase o sea una ideología, o Espíritu del Tiempo o si quieren también una sensibilidad epocal; está el funcionalismo, el materialismo dialéctico, el estructuralismo, post estructuralismo, el de Boas o incluso el de Pinker entre muchos otros. Hipótesis, la distancia entre el documental y la ficción no está tanto, dada por la relación de proximidad entre la realidad y la verdad, sino por su compromiso para con una determinada antropología. Digo esto, porque, en principio, el film de Guerberoff, parece tener el cometido de introducirnos a través del migrante senegalés Mountakha, en la vida y costumbres de aquellas personas que vemos, siempre lejanas como borrosas en nuestra vida; alguna vez fueron los polacos, otra vez fueron húngaros, también armenios, o cualquier pueblo o persona que por diversas razones decide migrar, siempre extraños distintos, casi siempre son el Otro, que en este particular caso y en un mundo que se percibe blanco, ese Otro es negro y su fuente principal de ingresos es la venta callejera de bijouterie. Pero finalmente solo vivimos una breve ilustración en forma de paseo, de lo que pudiese ser cualquier migrante, incluso el de un argentino en París. Si su comienzo, un lento travelling con la voz en off no traducida del protagonistas, nos recuerda a los mejores trabajos de Herzog, y así prometiendo una gran película; el resto del metraje adolece más bien del mal del sueño, el producto de un estudiante apático que debe llenar el tiempo por pura obligación. Veamos lo que no se dice. Desde finales de la década de 1990[1], Argentina tiene un flujo migratorio de diversos pueblos africanos, Los más numerosos en latinoamérica son los procedentes de Nigeria, Somalia, Etiopía, Kenia y Eritrea[2]. La migración de subsaharianos mantiene un flujo marginal en relación a la que, hasta aproximadamente 1950, brindó Europa, o a la asiática que, desde la participación de filipinos en la guerra de independencia en el segundo barco de Hipólito Bouchard (dato extraño que me encontré escribiendo esta nota), continúa ininterrumpido hasta hoy. Los senegaleses son el colectivo Africano más numeroso, su lengua principal es el Wólof, el Francés, pero también el Diola o el Seer y su religión se reparte principalmente entre el musulmán y en mucho menor medida el cristiano; aunque el animismo todavía en los ´60 era común, en la actualidad va en vías de desaparición. Diferentes textos señalan que Argentina se autopercibe y se define como “blanca”. Esto es producto de un complejo proceso que combina la construcción de una identidad que miró primero a Europa y pero también a EEUU (Sarmiento), que a fuerza de haber invisibilizado la diversidad étnica[3] condujo por un lado a una supuesta homogeneidad cultural (principal función de la escolaridad “patriótica”) y por otro, como resultado directo, una percepción de que todo lo que está afuera de ese núcleo fundacional blanco Italo-Español pero también, Judío, Sajón o Centroeuropeo sea visto como exóticos[4]. En este contexto se desarrolla el film de Guerberoff, que como su director dice, (aproximadamente) es en realidad el desarrollo de una breve escena de otro proyecto mayor, el que iba a ser una ficción, pero que terminó en este supuesto y aparente documental que se ampara en el término “híbrido”. Film que se toma todo el tiempo para mostrarnos, casi en tiempo real, a su protagonista deambular por calles de CABA; hablar por teléfono con su lejana familia, mostrarnos de improvisto una panorámica de una nada despreciable calle de Dakar, todo esto sin profundizar en algo, indagar en poco, preguntar nada, la sensación es la que proporciona esa ya tradicional porción de torta, tan deseable que se puede expende en la cafetería de cualquier Shopping, de aspecto exuberante, pero que finalmente resulta insípida al paladar. Godard tenía una estrategia (esto dicho por William Klein (1928)) que a mí me resulta siempre graciosamente brillante. Dice que Godard dejaba que la gente opinara lo que quisiese sobre su film que sobre analice y sobre analice, sin inmiscuirse ni opinar nunca así se han construido montañas de teorías sobre sus filmes, sin que él haya aportado más que su obra, algunas veces de apuro otras sin gana alguna y como buen mago, siempre con una sonriza y un conejo en la galera; de algún modo, pero en una versión “atalo con alambre” el director se deja llevar por lo que de su obra dicen, “yo quise hacer una ficción, pero me dijeron todos que era un documental” Una de las cosas que más me llamó la atención, y no es cosa menor, es que no se haya encontrado nadie de la comunidad senegalesa en la sala, ni personal de la embajada, ni el o los protagonistas. Sentí la misma sensación que frente al trabajo de Malinowski: estábamos ante un objeto exótico, de interés más bien cinéfilo, que sólo la ideología nos lo hace sociológicamente empático. luego el film seguimos sin saber nada de su lengua, más que escuchar un par de canciones que no están traducidas. No dice tampoco quién es o qué es Bamba, palabra que se repite una y otra vez, no sabemos qué significa, no hay ningún esfuerzo del director para hacer comprensible lo que pasa. ¿Habrá algo tal como el derecho del espectador a no ser maltratado, subestimado, a no aburrirse, una suerte de derecho a entender? Una gran crítica, mucho mayor que yo, que no solía andarse con chiquitas, en un congreso, donde los ponentes no habían llegado a horario, dijo que hacer perder el tiempo también es una actitud fascista. Lo que el film no dice En Senegal, dentro de las ramas de islamismo de orientación Sufí, está lo que se llama Hermandades. Los llamados Mouridistas es una de las principales. Cada una de estas Hermandades tiene su ciudad o centro religioso, la ciudad de Touba, donde está la mezquita más grande de África es su centro religioso. Su fundador Amadou Bamba (1853–1927) un personaje extraordinario; era asceta, escritor místico, recitador del corán entre otras cosas, predicaba con el exilio y la paz, su bisabuelo fundó la ciudad de Mbacke-Baol, donde nació. Cada año, los mouridistas conmemoran el exilio de Bamba durante lo que llaman el Magal o Gran Magal de Touba, celebrado en la ciudad santa de Touba festejando la vida y enseñanzas de Bamba. Anualmente no menos de dos millones de personas hacen esta peregrinación, en La Plata todos los años se hace una peregrinación, el martes 6 de octubre (18 de Safar del calendario islámico). Así nos enteramos que las preguntas por Bamba de nuestro protagonista, tiene fundamentos éticos y morales, mira nuestra sociedad desde preceptos que distan mucho de los nuestros y su viaje podría también ser un u viaje de exilio, tal como Bamba lo hizo durante la dominación francesa. Tampoco nos enteramos que el lamento de nuestro protagonista “soy esclavo de los blancos” no es único, y que hay infinidad de historias diversas, hay una red de comunidades interconectadas de cuya existencia el film no logra dar ni cuenta ni problematizar, como tampoco las relaciones entre los diversos migrantes, religiones y sus costumbres, solo mostrar que desde una distancia de teleobjetivo, que así se vuelve simbólica, ahora no solo es una solución técnica no intrusiva, sino una actitud del director frente a la historia, un problema que en realidad es complejo y de múltiples aristas. Tampoco muestra por ejemplo, que las migraciones están mediadas por los diversos convenios que diversas naciones latinoamericanas tienen con África en general y con Senegal en particular. (Colombia, Ecuador, Brasil, Argentina)cosa que se suma a las costumbres migratorias de las comunidades de esos países. Nos dice Bernarda Zubrzycki[5] : “Algunos senegaleses llegaron a Argentina como polizontes en bodegas de barcos, pero son casos excepcionales. Es interesante señalar que muchos medios de comunicación argentinos suelen catalogar a todos los migrantes africanos como refugiados venidos como polizontes, huidos del hambre y la miseria extrema y víctimas de redes de tráfico de personas. En parte esto se explica, por un lado, por la confusión entre refugiado y solicitante de refugio: casi todos los senegaleses que llegan a Argentina inician el trámite de solicitud, pero son muy pocos los que han obtenido el estatus de refugiado. Por otro lado, existe un discurso que victimiza al migrante, como señala Ramón Sarró, con insistencia en el tema del sufrimiento y subestimando el hecho de que hay migrantes cuyo viaje no se ajusta a este modelo. Es una migración básicamente masculina y, como en muchos otros grupos, no son los más pobres los que migran; muchos tenían algún trabajo en Senegal y pudieron ahorrar para el viaje o recibieron ayuda de la familia. En algunos relatos aparece la idea de «aventura», de salir para «conocer el mundo», pero para la gran mayoría, la migración es una situación impuesta por la necesidad de enviar remesas y mantener a la familia extensa. El rol de varón proveedor y la necesidad de mantener un prestigio social con la propia familia y con la comunidad es muy fuerte y atraviesa la mayoría de las trayectorias migratorias”[6]. A pesar de que nos muestra un cantante, (ahora sabemos o podemos suponer que es durante el Magal), pero el director se despreocupa en decirnos en qué contexto se da, es sólo una nota de color, si es una fiesta o un recital, qué comunidad es, tampoco traduce ni dice qué es lo que canta (supongo que son las enseñanzas y vida de Bamba). pero el film no responde nada, nada. Siempre llegamos al mismo callejón, siempre con las manos vacías. Tampoco el director parece querer sumergir su cabeza en problemas tales como los reclamos por el esclarecimiento del asesinato del activista senegalés Massar Ba ni la existencia de la Asociación de Senegaleses de la República Argentina (ARSA), organizaciones de derechos humanos y diversas agrupaciones de afrodescendientes, entre ellas la Comisión Organizadora del Día Nacional de los/as Afroargentinos/as y de la Cultura Afro, la Agrupación Xango, Todos por Mandela, Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana, Asociación África Vive, Asociación Misibamba, Instituto de Investigación y Difusión de las Culturas Negras, A Turma da Bahiana y el Movimiento Afrocultural entre otros. El Director hace sólo mención oral (el) de una supuesta “religión Islámica de de orientación Sufí” cuyo carácter es netamente pacifista, cosa que tampoco muestra, tampoco indaga, sigue diciendo: “cosa por lo cual este colectivo preferiría estar alejados , ¿un tanto invisibilizado pregunto yo?, de todo problema; como el trabajo de Zubrzycki deja claro, la realidad de la inmigración Senegalense queda muy distante a la luz que sobre el mismo parece estar dispuesto a echar el el autor del film. Borom Taxi, quiere hacer una poética sin conocer los poetas africanos, un film que a mi pequeño juicio podría haber sido un Ulises, una gran historia, un film que tiene todos los temas para ser gigante, pero que no puede ni siquiera ser el enano que viaja a sus hombros, un film que podría aportar a la compresión y entendimiento de una comunidad, mejorar la convivencia, participar de un proceso de inclusión, de hecho, el primer sushiman africano es Senegalés y vive en la Argentina, pero el director queda finalmente atrapado por sus propios reflejos y se extravía en un largo tiempo de navegación. [1] https://nuso.org/articulo/ser-africano-en-argentina/ [2] https://nuso.org/articulo/ser-africano-en-argentina/ [3] Orlando Gabriel Morales: «Nuevas dinámicas migratorias globales y representaciones locales sobre los negros en Argentina. El caso de las percepciones de agentes de la Policía bonaerense sobre recientes migrantes africanos» en Sociedad y Discurso No 18, 2010. [4] https://nuso.org/articulo/ser-africano-en-argentina/ [5] Bernarda Zubrzycki es antropóloga. Se desempeña como docente-investigadora en la división de Etnografía del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina. [6] R. Sarró: «La aventura como categoría cultural: apuntes simmelianos sobre la emigración subsahariana» en Revista de Ciencias Humanas No 43, 2009. El autor también deja claro que pensar la migración en términos de aventura no supone oponer aventura a necesidad, y mucho menos a sufrimiento.