¿Quién no tuvo un verano plomazo en su vida? ¿Quién no perdió a su novia, a sus amigos, las ganas de estar en la playa o de vivir aventuras cuando descubre que el sitio de esas aventuras es más aburrido que estar en casa? Es que los veranos plomazos son los veranos de la adolescencia, esos en los que algo cambia para definitivamente quedar atrás. Zach Weintraub observa aquí ese tema y apenas si lo enuncia, queriendo ser consecuente con las sensaciones más que con la posible historia. Aunque no lo logra del todo uno de sus grandes méritos está en el encuadre y la fotografía en blanco y negro de Nandan Rao , que consigue transmitirle al espectador esos bordes difusos en los que la nostalgia le gana al recuerdo.