Cálida, simple y poética, Bummer Summer habla, entre otras cosas, de como en la vida las cosas cambian sin que sepamos el momento preciso en que esto sucede.
Bummer Summer es una sencilla película de adolescentes filmada íntegramente en blanco y negro con una cámara fotográfica*. Se trata de una ópera primera interesante, muy indie, con unos planos bellísimos que denotan nostalgia y cierta melancolía. Esa añoranza que despierta la adolescencia en donde se transitan caminos difusos y de autodescubrimientos.
Aquí se narra la historia de dos hermanos, a uno le queda poco tiempo para ir a la universidad, y el otro viene a pasar el verano a su hogar porque justamente ya comenzó este ciclo. Juntos y, con la extrovertida ex novia de uno de ellos, emprenderán un viaje para ir a visitar un laberinto.
El film transcurre con suma naturalidad, según el director las actuaciones son totalmente improvisadas, y tranquilidad. Características propias del pueblo en el que viven y de la personalidad de ambos hermanos. Todo se construye a partir de situaciones despojadas, de silencios que dicen mucho y del propio devenir. No hay dobles lecturas o moralejas, sino insinuaciones y espacios que se transitan, que se viven y disfrutan. Los personajes hablan poco pero se reconocen mucho, aquí las palabras están demás. Solo existe el estar, el compartir y el conocer sin importar la situación en las que se encuentren.
Lo que se narra en si no es importante, lo que cobra significancia son los estados que fluyen en forma errática. Como encontrarse con amigos a los cuales no tenían planeado visitar porque se les rompió el auto o como el hallarse con un autocine en el lugar que estaba el supuesto laberinto que tenían planeado visitar. Como en la vida las cosas cambian y nunca sabemos el momento preciso en que esto sucede. Cálida, simple y poética es esta realización que revela a un nuevo director con un alto grado de sensibilidad y honestidad.