Culto a la obviedad
Los efectos que una película de género produce en el espectador siempre serán materia subjetiva. Sin embargo, no creo que Buongiorno papá soporte un testeo con algún resultado favorable en diez, cien o mil personas. Se trata de una comedia insulsa que no supera siquiera la medianía de una tira dominguera televisiva. Plagada de lugares comunes y de resoluciones mecánicas, es similar a los empaquetados de una góndola de supermercado, porque una cosa es hacer de una premisa simple y trillada (un adolescente tardío se desayuna un día que tiene una hija, o sea, el conocido caso de la paternidad llovida) una historia con matices, buen gusto, que no insulte la inteligencia del espectador, y otra cosa muy distinta, escenificar esa premisa burdamente con los mecanismos más básicos que existen. Ver esta clase de propuestas es como acceder a un juego sin necesidad de leer el reglamento.
Andrea es el protagonista, un solterón que trabaja como productor y se encarga de insertar publicidades en los films. Vive con su amigo Paolo, especie de sombra que encarna al tonto y secunda al hombre exitoso. Un día, de la nada, aparece Layla, una adolescente que dice ser su hija. Con ella, el abuelo, un rockero viejo y ridículo, bien estereotipado. Más adelante, el rol femenino que no podía faltar: la profesora histérica que deviene en potencial pareja del incorregible héroe. Así se construyen los personajes, con un nivel de chatura alarmante. El trilladísimo vínculo de padre/hija irá evolucionando hasta que todo cuadre, a base de golpes de efecto matizados con música empalagosa, situaciones sin gracia y diálogos que venden profundidad desde la obviedad más absoluta (en un momento, la chica le dirá a Andrea luego de sacarle fotos: “trato de encuadrarte porque no sé quién sos”), al punto que hay que explicar hasta las metáforas.
De todos modos, el rasgo menos perdonable es el desprecio de este bodrio hacia las posibilidades que el humor puede generar desde una lógica subversiva. Aquí todo funciona a la inversa en un posicionamiento retrógrado y reaccionario; su lema consiste en corregir todo aquello que se lea como transgresor. Al que disfruta y vive como quiere lo bañamos de responsabilidad; a la madre de Andrea, en crisis matrimonial, la acomodamos luego de hacernos creer que encauzaría su deseo. Todos los rasgos de personalidad son neutralizados con los peores engranajes de reparación moralista. Así de ch(a/o)ta es esta película.