“En el lugar y momento equivocado” Una misión inesperada envuelve a un marinero en un lugar completamente desconocido: donde el mar se transforma en tierra firme y el oleaje en una serie de acontecimientos desconcertantes. Caballo de Mar (2020), el film escrito y dirigido por Ignacio Busquier, nos adentra en la historia de Rolo (Pablo Cedrón) un trabajador de un barco pesquero. El marinero embarcado decide dirigirse a un bar en un pequeño pueblo portuario, mientras espera la hora para regresar a su labor en el mar. Aquella misma noche tranquila, el protagonista conoce a Leo, un completo desconocido que se acercará a él con un mensaje extraño antes de desaparecer de su vista. Luego del acontecimiento, Loyola (Alfredo Zenobi), un policía local, encontrará sospechoso a Rolo por su reunión espontánea con el sujeto fugado y lo envolverá en la culpa; forzándolo a involucrarse en el caso y en consecuencia, a perder la posibilidad de volver a su barco. Así comienza el protagonista un recorrido por las calles de un pueblo incógnito, en dónde conocerá además a Dora (Ailín Zaninovich), una joven que lo acompañará en la búsqueda. Las locaciones en conjunto con la visión de Busquier, aportan cierta sensación perdida; expresada a través de planos abiertos que envuelven y hacen pequeño al protagonista foráneo en lugares desolados. La música original a cargo de Christian Basso, le agrega su toque propio a la película que lucha entre el drama y la comicidad característica del suceso insólito que mantiene prisionero al personaje principal. "El film de Busquier se presenta a través de un relato simple, y se acopla al ritmo del marinero confundido y atrapado en la incertidumbre de un malentendido."
El 1º de noviembre de 2017 murió, con apenas 59 años, Pablo Cedrón. Felicidades, El aura, Aballay, el hombre sin miedo y El movimiento fueron algunos de sus notables aportes al cine. Con bastante demora se produce el estreno póstumo de este film que lo tiene como protagonista y -aunque está lejos de ser de sus mejores películas- verlo una vez más en pantalla produce una mezcla de fascinación y melancolía. Y melancólicos son de por sí los climas de Caballo de mar, una combinación entre el film noir con ambientes lúgubres y personajes torturados, el policial (hay un agente que persigue al protagonista porque lo considera cómplice de un robo) y el drama romántico. Cedrón es Rolo, un marinero al que en la primera escena vemos a bordo de un barco. Una vez en tierra para una breve escala (tiene aún por delante un largo viaje), entra en un decadente bar portuario para tomar un vaso de vino. Allí es abordado por Leo (Martín Tchira) y, desde ese momento, comenzará su progresivo descenso a los infiernos. La obsesión por Dora (Ailín Zaninovich) y la constante manipulación de la que es objeto por parte de Loyola (Alfredo Zenobi) lo convertirán en un alma en pena. Más allá de la prolija fotografía de Fernando Marticorena y de los aportes musicales de Christian Basso, este debut en la ficción de Busquier luce demasiado frío, distante y artificial como para generar algún tipo de empatía e identificación emocional.
“Caballo de mar”, la última función de Pablo Cedrón Opera prima de Ignacio Busquier en los estrenos de Cine.ar. Un peculiar marinero atrapado en un pueblo costero por un favor no correspondido. Rolo, el hombre que embarcó hacia lo desconocido, es el último trabajo en el cine del actor fallecido Pablo Cedrón. “Caballo de mar”, la opera prima de Ignacio Busquier, sale a la luz hoy 22hs por Cine.ar. Categórico film con un toque nostálgico tras la gran labor del protagonista. Por Lautaro Franchini. Tocar puerto y volver a zarpar hace que los marineros pisen tierra aunque sea por un rato. Rolo, quien rápidamente divaga por las calles oscuras del pequeño pueblo, tiene algunos minutos para disfrutar un vaso de vino en el lúgubre bar del barrio. Pero la situación cambiará completamente tras el encuentro con un misterioso sujeto que le pide un favor no del todo convencional. Sin darse cuenta y más por inocente que por curioso, el protagonista se introduce en un contexto peligroso y sin respuestas. Un robo y la desaparición del desconocido hombre del bar pone en a prietos a Rolo con la policía, los habitantes de la ciudad y el barco que debía abordar. En el intento de resolver los periplos, una joven cajera de supermercado (Ailin Zaninovich) despierta el amor y la búsqueda de una nueva vida en el marinero. Un pasado y una ex mujer alimentan los esperanzadores pensamientos de dejar todo atrás. Y aunque la posible escapatoria parezca convincente, el famoso pueblo chico tendrá su infierno grande. La película, que tendrá su estreno hoy 22hs en Cine.ar y luego estará una semana de forma gratuita en Cine.ar Play, evidencia a través de una brillante actuación de Cedrón cuanto se lo admirará en el mundo del espectáculo. El propio Busquier afirmó que el largometraje está dedicado a él, quien extraña profundamente. “Caballo de mar”, una sobresaliente obra nacional, bien lograda y con el adscrito tributo al actor fallecido. La última función de Pablo Cedrón en la pantalla grande. Puntaje 80/100. Dirección Montaje Arte y Fotografia Música Actuación Más por inocente que por curioso, un marinero se mete en problemas en un pueblo desconocido. User Rating: No Ratings Yet !
Caminos Un bonito homenaje al gran actor Pablo Cedrón, cuya partida sigue doliendo y una buena película en la que el talentoso Director nos propone algo diferente. Una historia en la cual podemos participar, sin entregarnos toda la información. No existe lugar para el aburrimiento. Un estilo simbólico y misterioso, que se debate entre un estado de confusión e irrealidad. Caballo de mar (2020), film nacional escrito y dirigido por Ignacio Busquier, que sigue a Rolo (Pablo Cedrón), un marinero embarcado, quien pierde su barco en un pueblo portuario la misma noche en que desaparece Leo, un hombre al que conoció en un bar. Rolo deberá encontrarlo para librarse de Loyola, un policía que lo manipula, acusándolo de cómplice en un robo. En la búsqueda, conoce a Dora, una bella y misteriosa (Ailín Zaninovich), y entra en su juego de seducción. La ópera prima de Busquier, traza su personalidad y estilo, contando con una impecable fotografía y destacándose en la dirección de actores. Se utilizan primeros y primerísimos primeros planos para generar una atmósfera de irrealidad permanente, además de los bellísimos y sugerentes planos generales abiertos, sobre todo para apreciar los contrastes y distancias entre la tierra y el mar. Quitándole el protagonismo al último y jugando con la línea que divide al mar de la tierra. Otro recurso sustancial es la música a cargo de Christian Basso , transformándose en un actor más. Las interpretaciones son contundentes al igual que la construcción de los personajes, confunden al protagonista que se mantiene en un estado desconcertante a partir de un extraño acontecimiento y gracias a su talento y a todos estos recursos utilizados en armonía, los espectadores también nos sumergimos en un ilusorio estado. Por su parte la chica Zaninovich, es un ángel y sabe cuando ser la femme fatale. Cuando por algún motivo, salimos de nuestra zona de confort, se pone en juego la elección del camino que debemos seguir, la aceptación y la autenticidad sobre nuestra identidad son fundamentales. Los valores nos definen y ser reales nos sirve de guía. Escasea este tipo de cine en este país en donde pareciera que los realizadores, están más ocupados por encajar y no son valientes al mostrarse como son. Por ese motivo, felicito al Director, que no es condescendiente ni pretencioso.
“Caballo de mar”, de Ignacio Busquier Por Ricardo Ottone - 12 agosto, 2020 Compartir Facebook Twitter Se estrena comercialmente en Cine.Ar TV (el jueves 13 de agosto a las 22 y repite el sábado 15 de agosto en el mismo horario). A partir del 14 de agosto estará disponible en la plataforma Cine.Ar Un barco hace su parada en un pueblo portuario para descargar y aprovisionarse. Los marineros aprovechan el interludio en tierra para salir a dar una vuelta con el compromiso de regresar esa misma noche cuando la embarcación vuelva a hacerse a la mar. Ya saben que el que no llega a tiempo se queda atrás. Uno de esos marineros es Rolo (Pablo Cedrón) quien decide terminar la noche tomándose unos vasos de vino en un bar mientras espera la hora de volver a bordo. Allí conoce a Leo (Martín Tchira), un personaje poco claro que le pide un favor supuestamente simple mientras él se ausenta. Rolo acepta a regañadientes apremiado por el escaso tiempo del que dispone y, tras un confuso incidente, termina desmayado. Cuando despierta a la mañana siguiente se da cuenta que ha perdido el barco. Pero esa debería ser la menor de sus preocupaciones ya que a su lado está vigilándolo Loyola (Alfredo Zenobi), un policía del pueblo quien le encarga encontrar a Leo bajo la amenaza de acusarlo de cómplice del robo a un supermercado que este habría cometido antes de desaparecer. Rolo tiene que quedarse en el lugar contra su voluntad y llevar a cabo esa misión sin demasiadas pistas. En el transcurso conoce a Dora (Ailín Zaninovich) una amiga de Leo con quien emprende la búsqueda. Filmado en Necochea, el primer film de ficción de Ignacio Busquier es un noir de puesta estilizada, una fotografía a cargo de Fernando Marticorena (El eslabón podrido) que aprovecha bien el entorno semirural en que se mueven los personajes y un logrado clima enrarecido y amenazante al que contribuye también la música de Christian Basso. La trama policial sin embargo no cierra del todo y su base es bastante endeble. La forma en que el protagonista se ve envuelto en esa trama se siente arbitraria y poco convincente, y los personajes terminan actuando muchas veces sin mayor justificación o explicación. Rolo, que actúa bajo amenaza y deberá estar apremiado, se mueve lento y sin apuro, habla poco y pregunta menos, llevado de las narices sin cuestionarse demasiado, por lo menos no abiertamente, las intenciones de los otros. Pareciera que la motivación que está en la base del relato, encontrar a Leo y la plata del robo, si se la piensa como el MacGuffin que pone a los personajes en movimiento, no cumple demasiado su función o por lo menos no lo sacude lo suficiente. Esta impresión de los personajes, como si en el transcurso hasta se olvidaran de su misión, alcanza también al relato en sí, que por momentos deja de darle importancia perdiéndose en otros avatares, en particular el derrotero personal de su protagonista. Caballo de mar es la última película filmada por Pablo Cedrón, un actor talentoso y versátil de una riquísima trayectoria que falleció tempranamente en 2017 y a quien está dedicado el film. Cedrón compone a Rolo como un personaje rústico, introvertido, que además intuimos herido y lo hace de manera creíble aún si las circunstancias en que se ve envuelto no lo son tanto. Rolo es llevado de un lado al otro, un poco aturdido y un poco desorientado. Un marinero que perdió su barco y quedó varado en forma tanto literal como metafórica. Algo de su historia se desprende de lo poco que se sabe de su esposa o del hijo cuya existencia intuimos a partir de los dibujos infantiles en su camarote. Así, varado en tierra y sin comerla ni beberla, Rolo se mueve a tientas e incómodo, relacionándose de maneras extrañas con personajes también extraños, como en una pesadilla de desarrollo circular en la cual no hay mucho sentido, en un relato que se va deshilachando como el deambular errático de su protagonista. En algún momento del mismo se trata de retomar la premisa del comienzo y sorprendernos, cuando ya es tarde. CABALLO DE MAR Caballo de mar. Argentina. 2017. Dirección: Ignacio Busquier. Elenco: Pablo Cedrón, Ailín Zaninovich, Alfredo Zenobi, Martín Tchira. Guión: Ignacio Busquier. Fotografía: Fernando Marticorena. Música: Christian Basso. Montaje: Ignacio Busquier. Dirección de Arte: María Florencia Tucci. Dirección de Sonido: Germán Suracce. Producción Ejecutiva: Ignacio Busquier, Nuria Arnaud. Jefe de Producción: Pedro Dapello. Duración: 93 minutos.
UN FILM NOIR EN EL PUERTO El policial fue uno de los géneros más transitados por el cine argentino en su época dorada. Por eso que no sorprende que en el presente el policial, especialmente en su vertiente noir, sea también una de las superficies más utilizadas, aunque ya sin el apego del pasado a los aspectos más estéticos del género y sí con aires de relectura. Caballo de mar se inscribe en esta nueva tradición, en la de tomar aquella caligrafía y traficarla en espacios no habituales. Recientemente tuvimos Agua dos Porcos o Al acecho como ejemplos de relatos negros inscriptos en contextos diferentes. La película de Ignacio Busquier hace eso mismo, utiliza el marco de una ciudad portuaria para mover sus fichas, poniendo a un inocente a jugar un juego amoral donde los lados de la justicia se retuercen invariablemente y donde una mujer es el ancla que pega al protagonista a la tragedia. Rolo (Pablo Cedrón) es un obrero marítimo que queda varado en aquella ciudad. Mientras toma unos vinos en un bar, un desconocido le promete unos pesos para participar de un “trabajito”, pero termina golpeado, inconsciente y con su barco ya en altamar. Será el policía Loyola (Alfredo Zenobi) el que lo presionará para que encuentre a aquel que se cruzó en el bar, acusado de robarse la recaudación de un supermercado. Hay una fuerte impronta estética en la película de Busquier, con la fotografía de Fernando Marticorena logrando climas tensos en espacios turbios y cerrados, o aprovechando la luz de la zona rural en la que termina Rolo. Hay entre esos viajes de la luz del campo -lugar de reposo del antiheroico protagonista- a la oscuridad de la zona portuaria -espacio donde se entrelazan los tratos entre los personajes- un aprovechamiento de los recursos cinematográficos para contener el relato en la incógnita que el noir siempre propone. Es esa tensión la que vuelve interesante el relato de Caballo de mar, que apuesta por la sustracción de información a riesgo de perder rugosidad en el camino. Ese es, también, uno de los males de cierto cine periférico cuando aborda un registro genérico tradicional: no animarse a tirarse de cabeza a los códigos reconocibles, tal vez queriendo escapar del clisé. Caballo de mar lo hace por momentos, apostando por lo osbservacional en el transitar del confuso Rolo. Por eso, además, que la resolución de los conflictos, que es bastante convencional, le haga perder un poco de fuerza. Claro que Busquier cuenta con una pieza distinguida, que es la de Cedrón. Actor enorme que lamentablemente murió hace unos años, había una oscuridad en su mirada que no fue aprovechada del todo por nuestro cine, aunque tal vez Fabián Bielinski lo entendió todo cuando el regaló aquel villano de El aura. Pero, además, Cedrón tenía una gracia en cuerpo (era un comediante notable) que se emparentaba con lo chaplinesco. Su andar a caballo aquí lo presenta de cuerpo entero y le aporta a la película un carácter grotesco que sirve para humanizar a un personaje que, a veces, en esta necesidad por no decir mucho no termina diciendo nada. Cedrón aporta aquí la oscuridad y lo diáfano, se carga la película sobre la espalda y la lleva a buen puerto.
Rolo (Pablo Cedrón), un marinero embarcado, pierde su barco en un pueblo portuario la misma noche que desaparece Leo, un hombre al que conoció en un bar. Rolo deberá encontrarlo para librarse de Loyola, un policía que lo manipula, acusándolo de cómplice en un robo. Rolo conocerá a Dora (Ailín Zaninovich), una joven que lo acompañará en la búsqueda. Algunos aciertos estéticos consiguen mantener el interés por momentos. Las actuaciones, por el contrario, parecen desganadas y apagadas, más allá de la intención del realizador de retratar a un alma en pena que se mueve por un pueblo que parece un purgatorio sin final. Un film noir que no consigue encontrar identidad ni estilo.
Es la última película de un actor tan personal e intenso como Pablo Cedrón. Y es el centro y motor de la historia escrita y filmada por Ignacio Busquier. La de un hombre que se baja de su barco para tomar un vino, un encuentro casual, un golpe en su cabeza y ya está sumergido en una situación de la que quiere escapar y no lo dejan, hasta que decide actuar y aceptar la llegada de un amor. Nada tiene de romántica esta situación. Personajes que sobreviven como pueden, casi siempre por instinto, por interés. Una brutalidad que sabe de acuerdos efímeros. Un pueblo portuario, un robo, el acoso de un policía que quiere recuperar su parte, intereses cruzados, situaciones límite. Un guión que es un buen soporte para crear climas, mas de miradas y desesperaciones que diálogos en una intriga construida y filmada con rigor y bien lograda. Una interesante película que sabe de destinos y personajes perdidos y melancólicos.
Caballo de mar, la ópera prima de Ignacio Busquier que desarrolla una intrigante historia de pueblo chico, se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Un barco llega a una ciudad portuaria y sus marineros tienen siete horas para bajar y volver a abordar. Rolo (Pablo Cedrón en su última actuación cinematográfica) aprovecha para tomar algo en un bar y se cruza con un hombre joven con el que entabla una conversación. Este le pide si puede hacerle un favor: si no vuelve en 20 minutos, llamar a un teléfono y avisar que no va a regresar. Al advertir que se le ha llevado el encendedor, el marinero sale a buscarlo y un golpe lo deja inconsciente. A partir de esa instancia se ve envuelto en una situación que mezcla robos, desapariciones, ambiciones varias. El protagonista luce desorientado. Un marinero fuera de su ámbito acuático que en tierra firme, un pueblo bastante árido como sus habitantes, no sabe cómo moverse, además de verse inmerso en un hecho que no entiende. Entre la desorientación y la cortedad, Rolo trata de acomodarse con lo que le toca mientras un policía lo obliga a buscar al hombre del bar desaparecido con el botín del robo porque lo cree cómplice. Busquier arma una historia en la que la información se va entregando a cuentagotas (aunque hay mucha que directamente no se da) y la intriga se apodera del drama para ir desarrollándose, aunque cierto distanciamiento y artificio dificulta la empatía. Como espectadores sabemos tanto como el protagonista, que es nuestros ojos (y a veces sabemos menos que él, que por lo menos conoce su historia anterior a este presente), mientras avanza a tientas. La composición de Cedrón es central para mantener la atención, pero el guion va construyendo un misterio que, a la larga, cuando va llegando el final, se nota forzado, pequeño y hasta un poco previsible. Como si la forma hubiera sido elegida para ocultar lo mínimo del cuentito y no como el modo que exigiese el contenido. Es esta una historia de pueblo chico que termina siendo un infierno grande y que ya hemos visto en infinidad de ocasiones. No es ese igualmente el problema de Caballo de mar, sino lo referido y la sumatoria de situaciones que o le escapan a la propia lógica o no alcanzan para convencernos con los parámetros establecidos. Caballo de mar es un drama de suspenso, con toques de policial, que cumple correctamente pero cierta frialdad y distanciamiento lo dejan a mitad de camino.
El puerto final Ignacio Busquier estrena a través de CINE.AR su ópera prima Caballo de mar, la película póstuma del protagonista Pablo Cedrón. Con mucho suspenso y algunos problemas en el desempeño de la narración. Un marinero (Pablo Cedrón) con apariencia cansina y desesperanzada toma vino de un vaso de vidrio en el bar de un pueblo portuario. Otro se le acerca y le pide un favor extraño, le dice que se va a ir y que, si no vuelve en veinte minutos, el marinero debe llamar a un número que le deja anotado en una servilleta y avisar "Leo no va a volver". Parece una misión sencilla pero todo cambia y Rolo, nuestro protagonista, termina involucrado en una situación oscura. Y de repente pierde su barco y un policía (Alfredo Zenobi) lo presiona para que encuentre al desaparecido Leo, de lo contrario él mismo será acusado de robo. Por un lado la atmósfera se vuelve nostálgica por poder ver una vez más en pantalla a Pablo Cedrón con la vitalidad que el cine tiene la capacidad encapsular para que nos olvidemos por un rato que el actor falleció ya hace varios años. Pero por otra parte, no es solo este sentimiento aflorado lo único que puede sostener el relato. Caballo de mar se entusiasma con lo no dicho a tal punto que peca de cerrada y bloquea el acceso del espectador. Por lo mismo los personajes se tornan llanos y las líneas dramáticas desdibujadas. Y mientras que la construcción visual es interesante y sólida, lo musical desentona. La película crea lo que aparentemente es su propia femme fatale acorde a la historia interpretada por Ailín Zaninovich. Sin muchos más condimentos la narración avanza a ciegas hasta desatar el nudo en los últimos minutos.