Extranjero en mi propia tierra Cabeza de ratón (2013) es la segunda película de Ivo Aichenbaum y parte de una trilogía sobre diarios de viajes que empezó con La parte automática (2012) y continuará con Formosa, codirigida junto a la fotógrafa Soledad Manrique. En esta nueva aproximación al cine ensayo en primera persona, el realizador regresa a su ciudad natal: Río Gallegos. Finalizados sus estudios en cine Ivo Aichenbaum decide volver a Río Gallegos, la ciudad que lo vio crecer y donde planea seguir con su vida profesional. El regreso no viene precedido por buenos augurios. Un día antes recibe la noticia del suicidio de Pablo, un amigo y ex baterista de la banda de heavy metal que integró en los albores de la juventud. Ya de regreso Ivo busca instalarse, conseguir un trabajo y hacer nuevos amigos en una ciudad con un clima político convulsionado por las próximas elecciones y el primer aniversario de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Cabeza de ratón se construye con retazos de ese frustrado regreso donde ya nada será lo que fue, o lo que él imaginaba que podía ser. A medida que transcurre su estadía en la ciudad, Ivo irá descubriendo que todo le resulta ajeno y se siente un extranjero en su propia tierra. Documental de montaje, desprolijo como un home video, plagado de desencuadres, una imagen sucia y la cámara en constante movimiento, al autor propone una oposición entre pasado y presente de la ciudad. Un pasado de apogeo, ilustrado a partir de propagandas de archivos de gestiones gubernamentales anteriores al año 2000, y un presente caótico, retratado por la cámara del propio Ivo. Esta oposición puede ser entendida como la idealización de los recuerdos del pasado por sobre la frustración de un presente inestable. Ivo regresa a una ciudad idealizada y se encuentra con otra, que hoy para él es mucho menos amigable y por eso la siente más lejana. Pero llamativamente no se cuestiona si el que cambió fue él y por eso la distancia que siente. Toda la carga y culpa está puesta en el otro y no en el propio yo. Pero Cabeza de ratón también tiene otras aristas relacionadas con el contexto político y se convierte en la primera película en la que se pone al kirchnerismo como tema de cuestionamiento, y más allá de que uno pueda estar en contra o a favor de la postura (algo que en la película queda muy claro), resulta interesante su incorporación a la narración como protagonista. El regreso de Ivo Aichenbaum a su pueblo natal está más lleno de desencanto que de dicha, plasmando ese estado en imágenes y palabras tratadas desde una universalidad que no resultan ajenas. Aunque si puede resultar controversial el lugar en el que se ubica para cuestionar ese desencanto. Un lugar tan personalista como egocéntrico.
Un documental autorreferencial que habla de experiencias personales, el suicidio de un amigo sin salidas y la mirada crítica sobre la actividad política en el lugar.
En un año ya tuvimos estreno comercial de "La parte automática" (en junio), primera entrega de estos viajes que Ivo Aichenbaum nos trae y que conforma el incio de una trilogía que continúa con "Cabeza de ratón" (el tema de esta review) y culminará probablemente con "Formosa", pronto. Las tres, reflejan las inquietudes de un cineasta y artista inquieto, vehemente, concreto y que tiene una gran plasticidad para registrar y rodar en circunstancias incómodas, ásperas o sorpresivas. Quiero decir, Aichenbaum es un espíritu inquieto, crítico y no tiene problemas en expresar sus ideas, en crudo. Sus cintas son realmente atractivas, por la forma en que son encaradas y porque creemos que son reflejo fiel de un sujeto en transformación. Estos diarios de viaje (la trilogía) son pequeños escenarios abiertos, donde quizás haya más preguntas que respuestas, pero seguro encontraremos búsqueda y aguda reflexión. "Cabeza de ratón" es un registro documental hecho con la cámaras HDSLR, centrales en esta época para el cine independiente. Alta calidad, bajo costo de producción, posibilidad de portabilidad, todo a favor. Pero cuidado, no todo se resuelve con ese recurso, hay que tener una historia interesante y atractiva para que un diario de viaje no se vuelva algo puramente descriptivo. Ahí es donde el director hace la diferencia. Sabe captar momentos, es espontáneo para el comentario y deja que las emociones aparezcan, cuando surgen. No delimita espacios ni se ata a un plan. Fluye. Aichenbaum cuenta aquí la historia de un regreso sin gloria. Un retorno a la Patagonia, a Río Gallegos, ciudad donde vivió muchos años, que es el punto de partida de esta travesía. Volver, no representa en este caso, un hecho feliz. Hay un pasado en esa ciudad, una red de recuerdos que reaccionan al ser evocados, incluso superficialmente. Un amigo, su trágica muerte, observaciones sobre las dificultades que la Patagonia tiene para dotar a sus habitantes de una vida plena. El vacío de una vida fría, la crisis social, el empleo y el tiempo libre. Todo juega, todo está puesto sobre la mesa. Transitamos como observadores en un espacio intenso y vital. Oscuro, tal vez, pero auténtico. La política también tiene su lugar aquí. Río Gallegos es una ciudad donde vivió Néstor Kirchner durante mucho tiempo y el cineasta también nos deja un conjunto de representaciones sobre su figura que el espectador deberá descubrir (y acordar, o no). Este es un documental donde se siente, en todo momento, la frescura de un autor con gran futuro (ahora mismo está desarrollando un proyecto de productora con artistas y de cine ensayo) quien da sus primeros grandes pasos para mostrarnos que el NCA también puede explotar desde la veta documental. Sólo nos queda esperar por la última escala de esta trilogía ("Formosa"), desde ya, con renovada ansiedad.
Triste réquiem para Río Gallegos En La parte automática Ivo Aichenbaum narraba el reencuentro con su padre, un ex comunista exiliado en Israel desde la crisis de 2001. En Cabeza de ratón propone otro diario de viaje, otro ensayo autobiográfico que también sirve como reflexión sobre el contexto sociopolítico. En este caso, el director regresa a Río Gallegos, ciudad donde creció y se formó, para ofrecer un desolador panorama sobre la política y el entramado humano de esa comunidad. En septiembre de 2011, tras haber terminado sus estudios en cine y una relación amorosa en Buenos Aires, Aichenbaum vuelve a Río Gallegos con la idea de desarrollar un proyecto y ganar algo de dinero. El día previo a tomar el avión, recibe la noticia de que uno de sus mejores amigos del lugar se ha quitado la vida (la ciudad tiene una de las tasas de suicidio más altas del país). La cámara siempre atenta de Aichenbaum para captar detalles que definen la tónica del lugar, su narración en off no siempre convincente (aunque decididamente confesional) y el uso de material de archivo de las campañas institucionales del gobierno local (donde aparece de forma recurrente la figura de Néstor Kirchner) conforman un panorama árido y desolador como el clima y la arquitectura del lugar. Cabeza de ratón es, como sostiene el propio Aichenbaum, un triple réquiem: para el amigo y baterista de su banda de black metal que ya no está, para ese mito que es Kirchner y para una ciudad a la que el propio director-protagonista considera muerta. Cine íntimo y político a la vez. Una verdadera rareza dentro del panorama del Nuevo Cine Argentino.
El director argentino de LA PARTE AUTOMATICA (BAFICI 2012) regresó al festival porteño en 2013, por segundo año consecutivo, con otro documental en formato de diario de viaje personal. En este caso, uno en el que cuenta su regreso a Río Gallegos, Santa Cruz, la ciudad en la que pasó buena parte de su infancia y sus intentos de reacomodarse a la vida allí, contar la historia de la ciudad (central a la saga del kirchnerismo, tema que el director trata directa y muy críticamente) y adentrarse también en la historia de un amigo suyo (Pablo, “El Chori”) que hizo una similar travesía de idas y vueltas entre la capital santacruceña y Buenos Aires, pero que al volver al sur terminó suicidándose. bafici cabeza_de_ratonPersonal, íntima, algo caótica y al borde de lo terapéutico, Ivo combina apuntes personales y sociales en un intento de explicar cómo las circunstancias político/económicas influyen decididamente en las vidas de los jóvenes que van y vienen entre el interior del país y Buenos Aires. Esta visión desde el sur, por motivos obvios, tiene una relación muy directa con la historia argentina de la última década, por lo que la historia personal de Ivo (su complicada vida familiar, laboral y sentimental) también puede ser vista como una sesgada metáfora de un par de décadas en la vida de un país y, especialmente, de una provincia cuyos cambios –más que nada cosméticos– generaron mucha menos prosperidad que lo que aparentan.
Perdido en la Patagonia Antes que nada informemos: Cabeza de ratón es la segunda parte de una trilogía iniciada en 2012 con La parte automática, ambas dirigidas por Ivo Aichenbaum, y cuyo tema principal son algunos hechos trascendentes en la vida del director. Vayamos directamente a Cabeza de ratón, donde Ivo termina de estudiar en Buenos Aires y decide regresar a vivir en Río Gallegos, ciudad que supo ser su hogar. Antes de viajar se entera que su amigo Pablo Chori se había suicidado. Claramente hay allí una historia, un amigo que decide morir en una provincia como Santa Cruz con su altísimo índice de suicidios de jóvenes (sin ir más lejos, la ola de suicidios en Las Heras). Pero Aichenbaum además va a encontrarse con otras dimensiones de su pasado en una ciudad atravesada no por 12, sino que por 25 años de kirchnerismo. Esto de alguna manera es lo que quiere enmarcar Cabeza de ratón, todo junto en relación y con un sentido último. El primer problema de la película es que su realizador no confía del todo en el artefacto cinematográfico. Más allá de que el documental esté filmado en el tono adecuado, con la fotografía justa (Aichenbaum sin dudas sabe filmar), las imágenes están para ilustrar un texto ampliamente meditado que es leído por el director, que graba en una voz en off un tanto impostada que parece de una especie de Aliverti recién levantado y demasiado confesional. Este texto que escuchamos durante casi todo el metraje es el que contiene la sustancia más importante de la historia que se nos quiere contar. Es un texto bien construido a pesar del tono didáctico que adquiere cuando habla de política. Si hay una falla importante en Cabeza de ratón es su manera de encarar los temas políticos, porque mientras mantiene un resquicio de especulación y ambigüedad en cuanto a los temas personales, cuando habla de política local nos arroja una serie de frases y datos bien digeridos tendientes a comprobar la tesis apolítica del film. Además se nos muestra una serie excesiva de spots publicitarios del gobierno de Kirchner como intendente de Río Gallegos, que por supuesto evidencian el cinismo y el eterno oportunismo del que es capaz el Frente para la victoria, pero también nos muestran una película estirada innecesariamente que no termina de hacer pie en sus concepto explícitamente políticos. En su regreso a Río Gallegos, Ivo Aichenbaum parece no poder recuperar nada, tal es el desencanto y el desarraigo. Esa sensación de que de algunos lugares uno se va para siempre es quizás lo más intenso que aporta Cabeza de ratón, pero a la que se llega al principio cuando nos enteramos de la muerte de Pablo. Luego la película se va perdiendo junto con la historia de ese amigo muerto en un mar de soliloquios y lugares comunes sobre la política, una confusión que la termina disolviendo y hasta la vuelve tediosa por momentos.