PARA QUE ALGÚN DÍA SE CUMPLA EL “NI UNA MENOS” La idea y el guión son de Alejandra Perdomo que utiliza la terrible estadística a la que alude el titulo, cada 30 horas ocurre un femicidio, para darle encarnadura y dimensión a una realidad durísima. Están los testimonios de los padres de Wanda Taddei que tiene una fundación, la mamá de Angeles Rawson, la de Julieta Mena, el testimonio esclarecedor de Eva Giberti, el abogado Julio Cesar Torrada. El trabajo de sobrevivientes y familiares de las víctimas que ponen el acento en la prevención, los alertas y la contención. Muy interesante.
La violencia machista mata a una mujer cada treinta horas en la Argentina. La cifra resultante del informe que La Casa del Encuentro presentó en 2013 en la sede porteña de Naciones Unidas inspiró el documental que Alejandra Perdomo estrenará el próximo jueves en el cine Gaumont, a poco más de un mes del paro y movilización que las argentinas realizaron el 19 de octubre al grito de “Ni una menos” y “Vivas nos queremos”.
Voces contra la violencia de género Documental en sintonía con el contexto social y con buen timing parar prolongar y sostener la conversación sobre la violencia de género. Cada 30 horas de Alejandra Perdomo, el título que hace referencia a la terrorífica estadística que calcula que en la Argentina se comete un femicidio cada treinta horas, presenta diferentes voces y aspectos de la problemática. Con más aciertos informativos y pedagógicos que cinematográficos, el film cuenta con los testimonios de los padres de muchas de las víctimas como los de Wanda Taddei además de mostrar el trabajo que hacen los equipos de la doctora Eva Giberti en la línea 137 de asistencia a las víctimas de violenca familiar.
El título de este documental dirigido por Alejandra Perdomo refiere al tiempo en que es asesinada una mujer en la Argentina. Cada 30 horas. Para desarrollar su tema, toma tres historias, las de tres madres y las de tres hijas que ya no están: los casos de Wanda Taddei, Julieta Mena y Ángeles Rawson. Pero hay muchas más voces, todas ricas, todas autorizadas, en esta película, que termina por armar una crónica del proceso de desnaturalización de la violencia hacia las mujeres en este país. Cómo se pasó de hablar de crímenes pasionales a femicidio. Cómo aumentó el número de mujeres que antes no decía nada y ahora hace la denuncia. Seguramente oíste hablar, por las noticias policiales, de muchos de los casos de los que se habla en este documental, editado con muy buen ritmo y criterio, en el que nada sobra y todo interesa. Otros quizá te suenan menos pero son emblemáticos, abrumadores, terribles testigos de un sistema que sólo parece funcionar si aparece alguien con buena voluntad para ayudar a quienes lo necesitan, desclasados sin posibilidad de defensa: Gabriela Quidel. En estos tiempos de marchas de Ni Una Menos, cuando esta problemática está fuerte en la agenda, Cada 30 horas resulta un documento valioso que en lugar de bajar línea hace periodismo: pregunta y escucha a expertos y a protagonistas. Con eso es más que suficiente, porque los hechos, expuestos a través de ellos, no precisan editoriales.
La cifra nefasta Cada 30 horas (2016) no sólo es el título de este documental, de Alejandra Perdomo, sino una de las cifras de la estadística más brutal relacionada con la violencia de género y que da cuenta de el lapso entre un femicidio y otro.
EL PESO DE LO URGENTE Hay un subgénero dentro del documental que se podría caratular como “urgente”, que aborda temas que están candentes, dentro de la agenda diaria de buena parte de la población, o intentando ocupar un lugar de discusión central. Es un formato riesgoso, porque puede caer fácilmente en lo efímero si no es capaz de aportar elementos verdaderamente disruptivos desde lo formal o aspectos no visibilizados de la temática. El problema de Cada 30 horas es precisamente que no viene a aportar nada nuevo, que sólo recicla y ordena cuestiones demasiado dichas y transitadas sobre la epidemia actual de femicidios en el país, sus orígenes en una cultura patriarcal y machista, y la lucha permanente de numerosos familiares de víctimas y de diversas personas que los acompañan. El film de Alejandra Perdomo sólo tiene un conjunto de testimonios para aportar, y aunque es cierto que la mayoría de ellos son valiosos y hasta definitivamente conmovedores por las experiencias que relatan -por la manera en que demuestran la entereza para seguir luchando luego de atravesar pérdidas a partir de homicidios con rasgos horrorosos y repugnantes-, no terminan de redondear una narración cinematográfica que vaya más allá de lo meramente explicativo e instructivo. De hecho, algunas elecciones testimoniales están marcadas por la obviedad, como las explicaciones puntuales a cámara por parte de la psicóloga y profesora universitaria Eva Giberti, quien se explaya sobre los parámetros discursivos, culturales y sociales que contribuyen a que la violencia sobre la mujer por parte del hombre sea algo casi naturalizado entre amplios sectores de la población. Otros elementos, como el seguimiento a una joven que realiza un largo camino portando una bandera con la consigna “Ni una menos” hasta llegar al Congreso, entran en una remarcación innecesaria y redundante. De ahí que estética, narrativa y hasta temáticamente, Cada 30 horas está casi condenado a ser un documental fechado, a pesar de tocar un tópico que no sólo es actual, sino un reflejo siniestro de rasgos de nuestra sociedad que están cristalizados dentro del marco social desde tiempos inmemorables. Es un documental que quiere dirigirse a un amplio rango de espectadores, pero que por sus limitaciones sólo termina interpelando al público que ya está convencido.
El trabajo de un documentalista, más allá de la mera apreciación cinematográfica, muchas veces tiene que ver con las causas que retrata, y el grado de compromiso que conllevan. Alejandra Perdomo pertenece a esta rama, brinda sus documentales como una denuncia certera, utilizando la cámara como un medio para que se escuchen las voces acalladas. Luego de dos trabajos más que dignos como Rompiendo Muros (sobre Radio La Colifata perteneciente los internos del Borda) y Nacidos Vivos (sobre diferentes casos de apropiaciones ilegales de bebés); lejos de amedrentarse, se introduce dentro de una problemática tan actual como dolorosa, como lo es la violencia de género. Cada 30 horas ocurre un femicidio en Argentiina, Cada 30 Horas es el título de este documental. De estructura sencilla per potente, Perdomo se propone reunir una serie de testimonios en un amplio abanico que van de víctimas sobrevivientes, familiares, periodistas, y distintos especialistas, que intentan enmarcar estos terribles hechos, los por qué, y narrar sus propias experiencias. La violencia de género pareciera estar convirtiéndose en algo inabarcable en su totalidad. Se trazan diferentes teorías y propuestas, se realizan pedidos de toda índole, pero los casos siguen ocurriendo, y esas 30 horas parecieran ir acortándose (en efecto, recientes estadísticas hablan de una brecha menor). Hace unas semanas, Gabriel Arbos presentaba su documental ficcionalizado No Me Mates, centrándose en un caso en particular, el de Corina Fernández, sobreviviente de los seis disparos que su ex pareja le ejecutó. Hay varios testimonios como este en Cada 30 Horas, y cada uno pesa, y se acumulan, y duelen. Se habla de las marchas y del #NiUnaMenos como una insignia. Se habla de la visibilización de estos casos, que antes de presentaban como uno más. Se habla de los avances, del reconocimiento de la figura de Femicidio, y también de lo mucho que falta por hacer, y si realmente hay un compromiso real de las autoridades para hacerlo. Sin grandes aportes cinematográficos, hasta alguno con ojo más crítico podría decir que su destino pareciera ser un largo programa televisivo; queda claro que no es esa la búsqueda de Perdomo. Tampoco lo fueron la de sus anteriores trabajos. Si Cada 30 Horas trasciende no será por sus logros técnicos sino por la veracidad de lo que cuenta, por la sensibilidad de esa cámara, y por la naturalidad con la que cala hondo en la conciencia. Hay frases, diálogos, en este documental, que no deberían ser pasadas por alto, que deberían ser una alarma para toda la sociedad. Pueden ser testimonios que ya se hayan escuchado previamente, pero ahí está la labor de su realizadora para compilarlo, para refrescarlo, y para presentarlo con un grado de inclusión en el tema que no siempre se logra. Como sucedía en Nacidos Vivos, por otras razones, lo suyo no es la mirada ajena. En una comunidad en la que todavía se debate la utilización del #NiUnaMenos, y en el que las costumbres que pueden llevar a estos crímenes o a asimilarlos, todavía están tan arraigadas; documentales como Cada 30 Horas son muy necesarios. Para que se haa luz, para abrir cabezas, y para que las voces sean escuchadas. En definitiva, para que #NiUnaMenos, sea realmente Ni Una Menos, para que no vuelva a ocurrir.
CONCIENTIZACIÓN DE LO AUSENTE Cuerpos golpeados, cuerpos marcados, cuerpos ultrajados, cuerpos mutilados, cuerpos quemados… cuerpos, en definitiva, ausentes tanto de sí mismos como de los otros. ¿Cómo otorgarles voces? ¿De qué manera traducir la visibilidad de los casos en una toma de consciencia? El documental de Alejandra Perdomo trabaja el femicidio desde diversas aristas con una fuerte impronta pedagógica, cuyo rasgo central es el cambio de paradigma mediático en el pasaje del término crimen pasional a femicidio y la concientización de las razones puntuales para que exista como tal. Tanto la doctora Eva Giberti como Julio César Torrada, presidente del instituto Wanda Taddei, encarnan los roles más fuertes como educadores durante el documental desde el lenguaje o las miradas a cámara. No es casual tampoco que el nombre de la película sea Cada 30 horas, un cálculo realizado a partir de un informe presentado por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, la cual registró 295 asesinatos de mujeres por violencia de género en Argentina durante 2013. El título se refuerza de forma permanente con los testimonios de víctimas y familiares de variados casos, así como también con la acción Ausentadas del colectivo Entresuturas o con la filmación de una denuncia en la línea 137 de emergencias de violencia familiar. Otro elemento que destaca Perdomo es la reacción latinoamericana frente a la multiplicidad de formas de violencia (social, económica, política, familiar, sexual, etc) con el acrecentamiento de movilizaciones, movimientos y espacios de reflexión apoyados no sólo en los testimonios, filmaciones en dichos sitios o las imágenes de archivo, sino también en el motivo recurrente del documental que es la chica que atraviesa la ciudad con una bandera bajo su brazo; una bandera como vínculo de esa diversidad que busca abarcar y visibilizar durante toda la película. Concientización y aprendizaje, un levantamiento para reflexionar sobre aquellos casos que tanto conmovieron al país, para evitar nuevos femicidios y para que cada uno de los cuerpos ausentes consiga, al fin, reencontrarse consigo mismo. Por Brenda Caletti @117Brenn