Es difícil definir, "Caíto, la peli", en pocas palabras. Y es cierto que los términos "cinematográficos" puros a veces son incompletos, porque contemplan un puñado de aspectos técnicos y una concepción determinada que condena, muchas veces, la mezcla de géneros u observa con recelo una cohesión narrativa como puntal de cualquier análisis.
Quiero decir, si tu mirada no registra el poderoso componente emocional de una cinta, no apreciarás en su dimensión a “Caíto”, sin duda. Cuando en aquel BAFICI abandoné sala luego de su proyección, sabía que mi reseña no iba a poder ser objetiva, dado que entendía esta producción como un acto de amor filial.
Y está bueno que cada tanto, podemos conmovernos ante productos que no se pueden definir desde lo formal, pero guardan una direccionalidad interesante, que los hace singulares y atractivos, incluso en su esquemática simpleza (como es este caso). Este trabajo de Guillermo Pfening, en principio, es una especie de documental que intenta describir los pormenores de crear una pequeña ficción (en realidad, una excusa para materializar un deseo de Caíto) que presenta la personalidad de su hermano, quien sufre distrofia muscular de Becker (enfermedad genética que afecta los tejidos musculares) y nos de una idea de su esfuerzo diario por ser feliz con esta batalla personal que le toca vivir.
Hace ya tiempo (en 2004), el actor y cineasta, había rodado un corto sobre el tema donde presentaba esta realidad, y ahora, esa idea tomó forma de largometraje, integrando además registros caseros del proceso de creación de una historia y su resultado final (la peli donde el hermano de Pfening es el personaje central).
Conoceremos la vida de Caíto en su pueblo natal (Marcos Juárez) y su rutina diaria, que muestra a las claras su lucha personal por concretar sus anhelos y metas. Por más complejo que parezca (y eso lo verán cuando en las reuniones de producción se discute que está dentro de las posibilidades a la hora de rodar, en cuanto a desplazamientos y diálogos), la idea es que Caíto tenga su peli y juege (por un rato) a ser actor en serio, como su famoso hermano.
Para ello, se recurre a un grupo muy conocido de amigos de Pfening, (Romina Ricci, Bárbara Lombardo, Lucas Ferraro) y hasta a un director de fuste para recrear el rol de su padre (nada menos que Juan Bautista Stagnaro).
Los hermanos se profesan mutua admiración y en esa manera de vincularse enriquece el registro de su aventura cinematográfica. Pero si bien es cierto que la historia está enmarcada desde una visión esperanzadora, evita los lugares comunes y está tan poblada de escenas cotidianas luminosas, que no se vuelve panfletaria ni mucho menos.
El marco es, entender lo que nos atraviesa y ver que podemos hacer con ello. Y la verdad, en algún punto la excusa de la ficción (promediando la extensión), deja de importar. Lo trascendente (y lo que se disfruta de esta película) está en el vínculo entre hermanos que expone y la energía que se genera cómo ese afecto abre caminos y materializa anhelos. No hay muchos recorridos como este (al menos en nuestra filmografía) que se instalen en la potencia de lo filial para enfrentar una enfermedad como esta.
Y si bien pueden estar tentados a evaluarla desde una mirada fría y técnica, creo que esa no es la aproximación adecuada para acercarse a "Caíto, la peli". Lo justo sería no definirla y aceptar lo que ella ofrece, entendiendola como un simple y eficaz mensaje de vida en formato fílmico (lejos de las convenciones y más cerca del corazón)