El recuerdo paso a paso
¿Será el contexto aquel espacio donde se delimita la memoria? O ¿puede ser la memoria la que resignifique el contexto? Lejos de encontrar una respuesta inequívoca cuando se trata de construir el errático mecanismo de la memoria y el recuerdo se está en presencia de un proceso que no acaba jamás; un fragmento flotante del pasado conectado con una Historia y muchas pequeñas historias a su vez entrelazadas y dispersas, que luchan denodada y desigualmente contra dos enemigos invisibles: el olvido y el tiempo.
¿Cuándo hay tiempo para recordar mientras la vida transcurre? Esa pareciera ser una excusa que esgrimen aquellos que no quieren recordar y a partir de esa negativa y de su contrapartida activa, múltiple, contradictoria, emocional es que se abren las puertas a la reflexión sobre la representación de la memoria desde la imagen y desde el imaginario social, elemento unificador de esta experiencia documental de la realizadora Carmen Guarini, Calles de la memoria, proyecto que se concreta gracias al apoyo para documentales digitales del INCAA y que se exhibirá en la Sala Lugones del teatro Gral San Martin como parte de una retrospectiva de la directora, quien junto a Marcelo Céspedes crearon en 1986 (al regresar al país democrático de 1983) Cine ojo.
La originalidad de esta obra obedece en primera instancia a la manifiesta intención de exponer el proceso creativo de un grupo de estudiantes extranjeros de un taller documental bajo la consigna de registrar la puesta en escena del paisaje urbano en el que comenzaron a aparecer en determinados barrios baldosas conmemorativas de los desaparecidos. Cada una de ellas pertenecientes a una identidad, con su fecha en el momento de su desaparición y con alguna alusión breve hacia su persona o rol social.
La iniciativa responde al trabajo de un conjunto de personas que integran Barrios por la memoria, encargados de un minucioso trabajo de investigación y de la elaboración y confección de las baldosas, quienes siguen soportando a veces la indiferencia y otras el enojo de transeúntes o vecinos que no desean ser invadidos ni confrontados con el pasado, ni mucho menos con los reflejos del terrorismo de Estado.
Paradójicamente hay quienes pisotearon las identidades porque gran parte de la historia argentina reciente nace y muere en las calles; en los rincones de algún barrio por donde transitaron miles.
Carmen Guarini deconstruye el proceso de la memoria al utilizar la distancia y la aproximación como elemento dialéctico y lo más significativo es que los protagonistas sean estudiantes extranjeros con miradas nuevas ante un fenómeno social que les resulta ajeno desde su propia historia pero no indiferente al comprometerse desde su propia subjetividad con el entramado creativo y problematizar la representación. Esa problematización de los estudiantes también encuentra sus aspectos refractarios en los interesantes debates entre los actores sociales involucrados, en los que lejos de enfrentar una verdad única y aglutinante aparecen muchos matices y reflexiones que enriquecen el camino elegido por la directora.
En un segmento de este interesante viaje por los andariveles de la representación se arriesga la idea de que la sumatoria de muchas partes no representa el todo sino que precisamente obligan a que la búsqueda por abarcarlo no cese nunca.
Mientras esa búsqueda persista como el mismo recuerdo para ganarle al olvido valdrá la pena el esfuerzo, el dolor que implica recordar así tiene sentido y trascendencia.