Hace muchos años que no llegaba a los cines una película de Jean Claude Van Damme, cuya carrera en las últimas décadas se concentró en producciones independientes destinadas al mercado del dvd. Su última aparición en las salas había sido con Expendables 2 donde encarnó al rol del villano principal. Calles en guerra es una película donde interpreta un papel más dramático con un perfil diferente a lo que suelen ser sus personajes. Si son fans del actor belga y buscan secuencia de peleas y tiros este no es el estreno indicado. La obra del director Lior Geller presenta un drama sobre la delincuencia juvenil y el rol que cumplen las pandillas y su subcultura de violencia en la sociedad. Van Damme tiene un rol muy secundario como un ex combatiente mudo que padece estrés post traumático y se cruza con uno chicos que son seducidos por el mundo del crimen. Durante la primera hora aparece muy poco y recién tiene una mayor presencia en la segunda mitad del film. La trama no es mala y Jean Claude la verdad que hace un trabajo más que decente, pero el film termina saboteado por la horrenda dirección de Geller. Por alguna razón el tipo intenta copiar el cine de Paul Greengrass con su tradicional cámara movediza que acá resulta una pesadilla. Al margen de este detalle tedioso la narración es muy aburrida y cuesta llegar al insípido final. Quienes busquen esta película por Van Damme saldrán decepcionados ya que su rol es muy limitado. En ese caso recomiendo darle una oportunidad a The Bouncer (2018), donde ofrece su mejor trabajo desde JCVD, en una propuesta mucho más entretenida que la que ofrece este estreno. ver crítica resumida
Tener al magnético Jean-Claude Van Damme como actor de reparto es un lujo para este film del debutante Lior Geller , responsable de la dirección y el guión. Ese personaje de un veterano de la guerra de Afganistán, que perdió la voz y se comunica con una aplicación de su teléfono, que consume calmantes en cantidad, y que decide rescatar pibes cooptados por una pandilla del un barrio marginal de Washington, pudo tener un rol más importante y mejor delineado como para agregarle atractivo al film. Pero el realizador se propuso usar todos los estereotipos del género, y se dedico más a otros personajes que les tocaron a buenos actores como Elijah Rodríguez Y David Castañeda, pero especialmente a diseñar escenas de acción con música estridente, muchachos musculosos y agresivos con tatuajes y peinados raros como para darle solo acción vertiginosa a toda la historia. Un adolescente que trata de evitar que su hermanito menor no siga su camino, un jefe mafioso nervioso y caprichoso que pasa de la calma a la explosión de maldad en un segundo y una boda como pivote del gran final articulado con acciones paralelas, muchos tiros y amenazas, y diálogos reiterados.
Lucas (Elijah Rodriguez) es un adolescente de catorce años que lleva una vida como mensajero de una pandilla en la ciudad de Washington D.C. Sin un horizonte cercano, su deseo es evitar que su hermano de diez años siga sus mismos pasos. En ese mismo barrio vive ahora un veterano de la guerra de Afganistán (Jean-Claude Van Damme) adicto a los calmantes que no puede hablar por una herida de guerra. Tal vez sea el único que pueda ayudarlos. La carrera de Jean-Claude Van Damme tuvo su auge desde fines de los ochenta a principio del siglo XXI. Pasó por varias etapas, teniendo en los noventa los films de mayor presupuesto y mejor realización. Luego pasó a una etapa menos exitosa y varios intentos de reconvertirse, como lo hicieron Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone. En su camino de encontrar una vuelta de tuerca encara aquí un rolo con pocas peleas, más cercano a los films estilo Gran Torino de Clint Eastwood que a su propio pasado. Pero claro, no está a la altura de esa ambición, al menos no el guión y la dirección. Sin embargo algunos momentos de acción funcionan y la violencia de las pandillas impacta. Muy lejos de ser una nueva etapa, esta película es un ensayo no del todo logrado en busca de diferentes horizontes.
PAISAJE URBANO COMPLETO, CONFLICTOS A MEDIAS Hace un rato largo que Jean-Claude Van Damme está alejado -salvo excepciones, como Los indestructibles 2– de la pantalla grande y dedicado a la realización de películas que se estrenan directamente en diversos formatos hogareños. Pero, gracias a los misteriosos caminos de las distribuidoras, termina llegando a las salas argentinas en plena pandemia y cuando los cines recién están volviendo a asomar la cabeza. Y aunque convengamos que Calles en guerra no está tan mal, está muy lejos de recuperar la antigua gloria del actor. El film de Lior Geller tiene un arranque interesante, donde vertiginosamente retrata un mundo que está a la vista y a la vez oculto: el de los suburbios más pobres de Washington DC, a solo unos kilómetros de la Casa Blanca. Allí las fuerzas de seguridad no intervienen a fondo debido a cuestiones de jurisdicción y las pandillas más duras aprovechan para traficar drogas a su antojo. En ese caldo de cultivo de crimen y pobreza se mueve Lucas (Elijah Rodriguez), un joven que es el preferido de Rincón (David Castañeda), el capo que domina todo, pero que no quiere que su hermano pequeño, Miguel (Nicholas Sean Johnny), quede atrapado en la misma vida. Cuando la entrega de un paquete se complique sobremanera y Lucas deba huir junto a Miguel, un enigmático veterano de la Guerra de Afganistán llamado Daniel (Van Damme) se convertirá en la única de oportunidad de salvación para los hermanos. Si los primeros minutos de Calles en guerra combinan inteligentemente el montaje acelerado, la voz en off, la cámara en mano y la fotografía sucia para armar el paisaje social inestable en el que se mueven los personajes, empieza a flaquear a la hora de poner en marcha los conflictos. La película parece más preocupada por indagar en la cotidianeidad de los protagonistas que por adentrarse en los hechos que van a romper precisamente con esa rutina, como si no se decidiera a arrancar. Cuando empieza a apretar el acelerador, lo hace en base a unas cuantas arbitrariedades y manipulaciones, dejando varios cabos sueltos, explicaciones a medias y giros difíciles de justificar. Un buen ejemplo es, llamativamente, el personaje de Van Damme, que está lejos de ser el protagonista: aparece y desaparece sin muchas explicaciones; y carga con un pasado que se adivina como traumático y que luego se explicita con una serie de flashbacks bastante torpes. Y aunque el film aprovecha las cualidades actorales de la estrella belga -que hasta se da el lujo de encarnar un rol mudo y aún así construir una razonable expresividad-, no llega a darle a ser torturado la entidad que se merece, dejando además varias subtramas en el camino. Estos problemas narrativos se trasladan a los minutos finales, donde las resoluciones van por el lado trágico -particularmente con el personaje de Rincón, un tipo despiadado pero también con códigos-, aunque también con pátinas de redención. Sin embargo, todo se resuelve a las apuradas, con algunas vueltas de tuerca que rozan lo inverosímil, con lo que el film termina pareciendo el piloto fallido de lo que podría haber sido una buena serie policial y dramática. Calles en guerra tiene un par de apuntes sociales interesantes y presenta algunos personajes que merecían un recorrido más consistente, pero no llega a explotar a fondo su despliegue de ideas estéticas y narrativas. Lo que se dice una película con ambiciones, pero finalmente chiquita en sus resultados.
Jean-Claude Van Damme parece haber encontrado una veta en los dramas criminales con la típica trama del personaje que busca redimirse. En los minutos finales se le va de las manos, pero por lo menos es el único de su generación que se la banca.
Jean Claude Van Damme versus los narcos El negocio de las drogas en el barrio latino de Washington está muy bien retratado en esta película de Lior Geller, con el astro belga ayudando a un par de hermanitos que quieren salirse del ojo de la tormenta. Calles en guerra (We Die Young, 2019) arranca muy bien, con ritmo y una descripción vertiginosa de un violento negocio ilegal que transcurre a pasitos del Capitolio. Pero rápidamente se va desinflando al dilatar la entrada triunfal del héroe de acción. Van Damme es Daniel, un veterano de guerra que peleó en medio oriente y hoy se encuentra traumatizado y lisiado -no puede hablar- mientras pasa sus días en el taller mecánico del barrio evitando conflictos. Un día los hermanitos (a quienes les compraba drogas para tolerar el dolor) le piden ayuda y el hombre tiene la oportunidad de redimir sus pecados de guerra al entrar en acción. El actor de Soldado Universal (Universal Soldier, 1992) es un personaje secundario en la trama, el protagonista es Lucas (Elias Garza), el hermano mayor que trata de evitar que su hermano de diez años ingrese a la pandilla MS-13 que domina el territorio. Pero el sádico segundo al mando, que nunca lo quiso, no entiende de códigos y lo pone a vigilar el casamiento de la hermana de Rincón (David Castañeda), el jefe de la pandilla. Con el fin de evitarlo empieza la huida y persecución de los chicos por la supervivencia. Calles en guerra muestra los motivos de los niños marginales para ingresar en un negocio truculento. Claro que hay un maniqueísmo innecesario en la construcción de los villanos, tatuados hasta las cejas -literal- propio de un género que divide a sus personajes en santos y demonios. La película escrita y dirigida por Lior Geller hace muy bien la parte más difícil, la descripción del espacio y sus personajes con sus respectivos vínculos. Se nota un gran despliegue de producción para el caso pero tiene un problema imperdonable para el cine de acción: le faltan peleas y tiroteos, momentos épicos que, aunque rocen el inverosímil, son los que alimentan a este tipo de relatos.