Extraña y fallida comedia
Campo cerezo (2010) se podría definir como una comedia de enredos sin grandes pretensiones argumentales. Se juega con la exageración y lo absurdo, pero falta un efectivo engranaje y actores más acordes. Esto produce que el espectador advierta sólo el artificio. Los recursos de humor están demodé y en ningún momento generan la comedia.
Una condesa rusa, Ivana Malova (Marta Bianchi), y su mano derecha, un joven diseñador, llegan a la Argentina al pueblo de Laprida en la provincia de Bs. As. Su idea es comprar Campo Cerezo e invertir para criar chivos de Angora y reproducirlos. Allí llega también Nucha (Ana Yovino), quien luego de pasar cuatro años en la cárcel sale con libertad condicional y se reencuentra con su abuela, la dueña de la propiedad. Nucha sabe que su fallecido compañero le dejó las joyas de su último robo en algún lugar de Campo Cerezo y pretende recuperarlos. Sin embargo, la policía y otro de los ladrones del robo también lo saben y desean el tesoro.
En el medio hay personajes varios que se suman al enredo: la ya mencionada condesa y su compañero, una especie de vidente, Bobby Maravilla; una amiga de Nucha y también ex ladrona, el veterinario del pueblo y otros más.
La película de Patricia Martín García delata una factura poco profesional en lo que respecta a la edición. Por ejemplo, la finalización de algunas escenas es retardada y los personajes quedan “pagando”. También hay escenas o fragmentos que están claramente de relleno y su integración en la totalidad no resulta del todo convincente.
Más allá de esto, el film busca un tono costumbrista y adopta una mirada jocosa respecto de ese pueblo y sus vicios. De ellos se sirve para los momentos de humor: la viveza criolla, los policías vagos e inservibles, la desafortunada realidad de que todos se conocen y todos saben de la vida ajena. Además, se pretende jugar con los gags físicos que están reforzados por sonidos externos de tipo circenses.
Sin embargo, ningún personaje genera la necesaria comicidad que debería pues ninguno de ellos es un actor de comedia (excepto quizás Roly Serrano, a quien el personaje de policía estilo Jefe Górgory de Los Simpsons le sentó cómodo) por lo cual los chistes parecen mecánicos y quedan frustrados.
El tono o intención (y sólo esto) de este film argentino se podría comparar con el que posee Los bañeros más locos del mundo (1987). En esta clase de películas se intenta hacer lucir a los comediantes y como de hecho lo son, y efectivos, la comedia surge más allá del lenguaje cinematográfico y todos los absurdos son bienvenidos.
Si una posibilidad de Campo cerezo era tener un tono disparatado, como de hecho se da a entender con el final del film, entonces se hubiera redimido porque su registro bizarro y ochentoso (temática y técnicamente) no desentonaría en absoluto. Pero lamentablemente Campo cerezo se queda a mitad de camino y en esta falta de determinación se pierde tanto el disparate como la comedia.