Música para tus ojos Hay cierto cine de difícil clasificación que transita los límites entre lo documental y lo experimental, y es en esa zona difusa donde podríamos ubicar a Canción de amor, de Karin Idelson. Esas canciones que no escuchamos pero que todos sabemos, que pueblan lo cotidiano de manera casi imperceptible y surgen en el sitio menos esperado, constituyen el eje que vertebra una película que tiene mucho de azar y de asociación libre, pero que sabe detenerse, observar y descubrir puntos de vista inesperados. La estructura del film -que podríamos llamar a-narrativa, más allá de las mínimas unidades esbozadas- está compuesta de pequeños fragmentos, cada uno de ellos enmarcado por una de las canciones del título que surgen en medio de situaciones más o menos cotidianas, más o menos esperables, pero siempre resignificadas a partir de esa irrupción de la música en el mundo. Así, desfilan por la banda sonora Bryan Adams, Gilda, Queen, boleros clásicos y reggaetones hiteros, y hasta un Elvis nacional, inundando situaciones y espacios tan disímiles como un hotel alojamiento, un geriátrico, un vagón de la línea B del subte de Buenos Aires, un ensayo del Coro Kennedy, un show de strippers o un viaje en taxi. Lejos del vértigo del videoclip, la cámara funciona como un ojo atento que se detiene en detalles que muchas veces van más allá, o se quedan más acá, de lo esperable (paradigmático resulta, por ejemplo, el anti-erotismo de la escena del show de strippers). Tampoco se busca que las canciones se ubiquen “por encima” del mundo, sino más bien mostrar que están justo en el medio: el sonido no es “limpio”; la cercanía o lejanía de la fuente y la fuerza del sonido ambiente se evidencian y, lejos de la idealización sonora de MTV, nos recuerdan que en la experiencia de la escucha la música no es más que un “ruido”, entre otros. Siempre es difícil dar cuenta de un film que se aleja del territorio de lo narrativo. Pero si tuviéramos que llegar a una conclusión, podríamos decir que, de algún modo, Canción de amor busca dar cuenta -a su manera- de eso que hace la música con nosotros y con el mundo: transformar nuestra mirada y teñir lo más banal de otro color.
Sólo un momento La observación de ciertos rituales y comportamientos humanos resulta ser la mayor virtud del documental de Karin Idelson, cuyo nexo conductor surge a partir de una serie de baladas de amor. A partir registro de diferentes rituales humanos, Canción de amor (2011) se construye de una manera fragmentada en donde pareciera no existir la cohesión y la lógica. Aunque está no se manifieste de manera directa si existirá, y será a través de las canciones que suenan en un segundo plano sonoro en donde la novel directora encuentra las verdaderas historias que le darán vida al documental. La música o las canciones de amor a las que hace refeencia el título sirven como leit motiv para adentrarnos en un instante de la vida de los protagonistas. Sólo ese instante servirá para conocer las características de cada uno de los involucrados en las micro historias que Idelson filma de una manera casi voyeur, pero que contrariamente a lo que puede parecer no resulta invasivo de la privacidad. En otro contexto cada uno de los fragmentos podría llegar a resultar caricaturesco, risueño y hasta burlón pero en Canción de amor causa el efecto contrario, resultando ser casi un estudio antropológico del ser humano a partir de la música. El documental se puede analizar desde dos aristas diferentes. La música como acompañante de las actividades del hombre y la música como forma de trabajo. Profesión y placer no tienen porque ir disociadas y eso es lo que Canción de amor trata de dejar bien en claro, aunque desde una lectura mucho más profunda de la simpleza visual. Las narrativas documentales cada vez adquieren un mayor protagonismo debido a las más diversas formas que los cineastas eligen para llevar adelante una historia. Dicha historia termina por convertirse en la visión particular sobre un hecho, que depende de los ojos con los que se la mire puede resultar tan simple o compleja como una bella canción de amor.
El mayor planteo que genera el film de Idelson es ¿qué es? Está bien, no es un plomo, no es un documental, no es una obra experimental ni vanguardista. ¿Es una mezcla de todo? Posiblemente, pero no me parece cine. Apenas un mero ejercicio universitario: ¿qué imágenes ponerles a populares canciones de amor de todos los géneros? Hay canciones en versiones originales, hay covers y hay versiones españolizadas. Imágenes que pegan muy bien, otras que no pegan y una tercer mirada provocativa que no entiendo que pretende generar. ¿Un striptease? ¿una empleada doméstica limpiando un inodoro? ¿Pretende hacer una crítica social o simplemente burlarse de los gustos populares? Estas incongruencias en las intenciones son las que provocan que este film sin fin ni principio, sea solo una mera curiosidad. Estéticamente está cuidada, y hay encuadres curiosos, pero es muy irregular. La directora, además señala a malos imitadores y parece burlarse de ellos, y si esa no fue su intención, lo que genera es que el público se ría de ellos (no con ellos), lo cual termina siendo bastante malintencionado.