¡Malkovich, Malkovich, Malkovich!
En los cuatro jueves de diciembre, en la cartelera porteña, suelen aparecer estrenos muy postergados por la máxima urgencia, el caso de la maravillosa Sully: Hazaña en el Hudson (Sully, 2016), de Clint Eatswood, pero también aparecen otros muy inesperados, como es Casanova Variations, del austríaco Michael Sturminger, una película del 2014. Una nueva versión de Historias de mi Vida, de Giacomo Casanova, parece no tener lugar en una transposición cinematográfica más que por la pretensión de romper estructuras propias de los lenguajes, mezclar la no ficción con la ficción y poner de cuerpo presente al protagonista interpretándose a sí mismo. John Malkovich es en la película John Malkovich y también Giacomo Casanova; el primero aparece nervioso antes de salir a escena a interpretar al segundo en el Teatro Nacional de San Carlos de Lisboa. Hay una tercera variación, y es la de una película de ficción que se mezcla con la interpretación en el famoso teatro lusitano y con el detrás de bambalinas, en las que el actor de Hollywood se cruza con fanáticos, con alguna actriz que le enseña técnicas de respiración para cantar mejor en escena y con una amiga que le cuestiona la calidad de su performance. Las tres variaciones, a pesar de estar bien delimitadas, se unen en el caos de un relato difuso porque las tramas que circundan la dramaturgia solo son ruedas de auxilio, las cuales surgen para apagar el tedio, que en teoría, resulta la duración de las piezas operísticas.
La exacerbada sobreactuación de Malkovich para vociferar sus diálogos es lo único que se destaca, más bien por su disonante registro en comparación a los demás intérpretes. El barro de las variaciones opaca los argumentos paralelos para darle el lugar principal a la ficción, quizá lo menos interesante de todo el asunto porque Sturminger resuelve, en términos transpositivos, de una manera conservadora, dejándole el camino allanado al ego de un John Malkovich desatado, en un final en el que se confunden las variaciones. Alcanzada tal instancia las voluntades poco importan en el resultado final, cuando se superponen el actor y el personaje, una especie de reedición pretenciosa y erguida de la escena deforme del restaurant en ¿Quiéres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999) cuando el actor entraba en su propio subconsciente.