UN DOCUMENTAL MÁS
El documental de Juan Pablo Ruiz sigue a tres generaciones de mujeres coya. Felipa Zerpa, la nieta, se comunica con su madre, Cornelia Yurquina, para comentarle un sueño que tuvo y que involucra a su abuela. Y así parten hacia ese recóndito lugar y al encuentro de la anciana, Micaela Chauque, primer eslabón de un árbol genealógico que de nieta a abuela va profundizando su contacto con el entorno en el imponente noroeste argentino. Documental de observación, Cerro Quemado le da protagonismo a los rituales de estas mujeres como una forma de mantener viva una tradición. Detalle fundamental de una película que terminará denunciando la violencia con que irrumpieron en el lugar empresas vinculadas con la producción de azúcar, corriendo a todos los habitantes y apropiándose de la región.
Si bien el seguimiento de esos rituales -manufacturas, elaboraciones caseras, tareas agrarias- requiere de una cámara atenta a los detalles, Ruiz propone desde la puesta en escena un acercamiento extremo a los rostros de sus protagonistas por medio del primer plano. Puede ser un recurso un poco agotador, pero también es coherente con la intención de darle visibilidad a una experiencia humana inusitada. Ampliar el plano, minimizar la presencia de esas mujeres dentro del encuadre, podría llevar no solo a la relativización de lo que se observa sino, además, a una apuesta por un paisajismo que funcione como un abismo de banalidad; ese mal de muchos documentales, por otra parte.
Cerro Quemado tiene una fotografía imponente y un aspecto visual destacado, que en algunos momentos se acerca a una idea de poesía audiovisual algo festivalera, pero que encuentra sus límites y se aleja del preciosismo fatuo. Sin embargo la película de Ruiz tienen sus problemas: la decisión de sustraer tanta información y depositar todo el peso en las imágenes, en la observación y en el plano cerrado que invisibiliza el contexto, obliga a que esa denuncia de la que hablábamos en el primer párrafo tenga que ser puesta en texto antes de los créditos finales. La película no encuentra del todo una idea formal o narrativa que exponga esa tragedia social a la que se enfrentan los personajes. En definitiva, y más allá de algunas imágenes realmente bellas, termina siendo un documental de observación más.