Este es uno de los mejores ejemplos de película grandilocuente y hueca. Mientras se esta en medio de la proyección los valores agregados que posee el film hacen que uno se deje llevar, pero cuando aparece la palabra fin todo se derrumba como un gran castillo de naipes.
Primero vayamos a lo que nos quieren contar. Basado en el clásico homónimo de la escritora francesa Gabrielle Sindonie -Collete- (1873-1954), publicado en 1920, ya nos introduce en el cambio de centuria, el paso del 1800 al 1900, aunque también podría decirse a la llamada “Belle Epoque”.
La ciudad de Paris da el entorno perfecto para describir a la sociedad de ese fines de siglo XIX, sociedad hipócrita al extremo, donde las cortesanas parecen que van perdiendo sus lugares de poder en medio de la alta sociedad que las vapulea por un lado, pero que las sostiene en forma oculta.
Entre ellas se encuentra Lea de Lonvall (Michelle Pfeiffer) quien sabe que sus días de encantamiento están llegando a su fin, la frescura de su belleza se va marchitando.
Dueña de una posición económica envidiable, sabe que su única asignatura pendiente es el amor, sabe de placeres, mucho, sexo vacuo.
Su vieja amiga Charlote, (Kathy Bates), una ex cortesana, aquella que la cuido en sus inicios de la profesión, le pide que se haga cargo de su joven hijo Chéri, a quien conoce desde que nació, para sacarlo de las malas compañías.
Chéri, que ya tiene 19 años, se va a pasar una temporada, con la nada despreciable Lea de Lonvall, y lo inevitable sucede. Todo demasiado previsible.
Pero no todo, ni todos son honestos con las intenciones, cada cual juega su juego, y si uno juega con la vida de los demás puede ser dramático, pero si juega con la propia se puede transformar en trágico.
La increíble reconstrucción de época, una magnifica dirección de arte, entre los que se destaca el diseño de vestuario, esplendida fotografía, trabajada en tonos pasteles, que da como resultado que cada imagen parezca tener la intención de repetir el arte pictórico de ese momento, muy en el orden del impresionismo, y la detallada banda de sonido, donde cada personaje esta potenciado por música empatica al momento que vive, conforman todo un “tandem” para impactar al espectador.
Lo mejor de la realización son las actuaciones, parece un duelo entre dos grandes actrices, con algunos diálogos bastante chispeantes, y nada más.
Si bien comienza como una comedia costumbrista, con el correr de los minutos intenta transformarse en un drama pasional y termina siendo un folletín, más cercano a un melodrama de telenovela venezolana.
Otro punto muy endeble es el coprotagonista, no sólo el actor (Rupert Friend), que nunca da con el personaje ni con lo que le sucede. Los gestos son siempre idénticos, no hay mascaras de ningún tipo, no hay variedad en las expresiones así tenga que traducir amor, angustia, alegría o simplemente muchas ganas de ir al baño (aguante Peter Sellers), sino que la construcción del mismo fracasa desde la imagen, no es creíble nunca.
La estructura narrativa clásica naufraga por lo trivial del texto, aunque hayan tenido las mejores intenciones, como dije al principio, al final todo desaparece.
Film de época, dirigida por un gran cineasta, que ya nos había dado entre otras, “Alta Fidelidad” (2000), “Ambiciones Prohibidas” (1990) y que en relación a cuestiones de períodos de la humanidad había subyugado a todos con “Relaciones Peligrosas” (1988).
Con “Chéri” vuelve a convocar al guionista Christopher Hampton y a Michelle Pfeiffer, ambos fueron parte del equipo de “Relaciones Peligrosas”, pero ahora ha quedado muy alejado en los resultados.