Choele

Crítica de Carolina Giudici - Morir en Venecia

Luego de co-dirigir junto a Federico Godfrid esa pequeña gran película llamada La Tigra, Chaco, Juan Sasiaín se lanza en solitario con un film en donde los arrobadores paisajes de Río Negro ocupan un rol central en el diseño de la ficción, a tal punto que en muchos momentos el bordado de las acciones parecería importar menos que la forma en que los rayos del sol rebotan sobre el lente de la cámara. Por esta geografía de lagos, puentes y gozosos verdores corretea y se escabulle Coco (Lautaro Murray), a quien todavía le cuesta aceptar que papá (Leonardo Sbaraglia) no regresará nunca más con mamá (que tiene peso en el drama, aunque permanece siempre fuera de campo). Para colmo, papá ahora tiene una novia muy joven y bella (Guadalupe Docampo) por la cual Coco siente celos y fascinación. “No andes enamorándote así, a lo loco”, le dice al chico un carnicero del pueblo, un personaje que con su dicción y singularidad logra recuperar provisoriamente esa autenticidad artesanal que enaltecía La Tigra, Chaco y que no es tan fácil de hallar en el nuevo trabajo de Sasiaín. Porque Choele es un film esencialmente convencional, con intenciones nobles y un buen ritmo narrativo pero condicionado por su ostensible voluntad de agradar, con una música tan almibarada como invasiva y con clips ilustrativos del clásico candor infantil que se acercan más al efecto publicitario que a la emoción real que debería nacer naturalmente del devenir cinematográfico.