Como película sin ética
Enésimo documental del año, Como bola sin manija (2010) muestra desde el pedestal de la suficiencia la cotidianeidad de un hombre ermitaño.
El film de Miguel Frías, Pablo Osores y Roberto Testa tiene como protagonista a un jubilado de 77 años reclutado voluntariamente en su casa desde hace tres décadas. No sale a la calle, no recibe amigos, sólo tiene contacto con sus tres sobrinos: la psicóloga Ana, la bibliotecaria Nora y el director técnico Nicolás. Ellos intentan acabar con su soledad procurando que retome la amistad con Manija, con quien se peleó por razones nunca de todo claras varios años atrás.
No vale la pena ahondar en la chatura formal de un film pegado y filmado en piloto automático cuando lo más destacado radica en la deshonestidad para con su protagonista. Problema menos cinematográfico que moral, Frías, Osores y Testa no lo acompañan sino que le tiran todo el dispositivo artístico. Da la sensación que Como bola sin manija es una jugarreta sabatina donde tres amigos confabulan contra un cuarto para enervarlo sin miramientos: cuando Rubén confiesa su amor por una vecina, la exhiben con sorna, menosprecian no sólo su sentimiento sino que desperdician el largo proceso de empatía entre cámara y entrevistado. Algo similar ocurre cuando dialoga con el médico creyendo que la cámara está apagada. Es un recurso de una bajeza moral llamativa, más aún cuando uno de sus tres directores desempeña el noble oficio del periodismo.
Como bola sin manija discurre entre la bajeza y su historia cuyo minimalismo deviene en desinterés. Una película tan innecesaria como el maltrato a su protagonista.