Un personaje de interiores
Rubén Paviolo no escaló el Everest ni descubrió la vacuna contra el cáncer. Lo que hizo fue decidir, un día, no salir nunca más de su casa y durante tres décadas cumplir con ello a rajatablas. Y allí lo encuentra este documental fuera de norma.
¿Qué es un personaje interesante? Mejor: ¿Existen los personajes interesantes o de lo que se trata es del juego de complicidades, proyecciones y afinidades que se establece entre el observado y el que observa? Documental que no trata de un “tema de interés general” o cualquier otra mayúscula consensual, el efecto entero de Como bola sin manija descansa sobre el interés que el protagonista despierte en el espectador. Rubén Paviolo no escaló el Everest, no descubrió la vacuna contra el cáncer, no sufrió persecución política ni se casó con su vecino. Lo que hizo fue decidir, un día, no salir nunca más de su casa y durante tres décadas cumplir con ello a rajatablas. Rubén Paviolo es, a la vez, un tipo sociable, ocurrente y encantador, y eso lo convierte en una clase de ermitaño bien rara. En el personaje más interesante del mundo, para decirlo de una vez. O, al menos, eso le parece a cuatro personas: este cronista y Miguel Frías, Pablo Osores y Roberto Testa. Que por algo lo filmaron y editaron durante un buen par de años, haciendo de él el eje de un documental que consuma una proeza tal vez gigantesca: la de descubrir la singularidad, la rareza incluso, en lo que suele descartarse como común, pequeño y cotidiano.
“Si seguís insistiendo con eso me vas a matar”, dramatiza Rubén ante su sobrina Nora, apostado en su bunker de Bernal. Es el mes de mayo, y la buena de Nora ha intentado sondear si para las fiestas de fin de año el tío estaría tal vez dispuesto a ir a cenar a la casa de Ana, la otra sobrina, que queda a tres cuadras de la suya. “Nora, nos están filmando, estás haciendo un papelón, te pido que te niveles”, intenta sofrenar la insistencia este hombre de mirada inquieta y sonrisa juguetona, que por algún blooper del Registro Civil tiene un día de cumpleaños “oficial” y otro “verdadero”. Pero no festeja ninguno de los dos. Cuando Ana y Nora caen en su búnker-cocina, el día que se supone cumple 77, lo primero que hace Rubén es avisar que no tiene nada para servir. “¿Sabés lo que es verlo todas las mañanas y cuando le preguntás cómo está te conteste que mal?”, se lamenta Nicolás, el tercer sobrino, dueño del dudoso privilegio de vivir en la casa de al lado. Corte a Rubén, que desde el patio se queja de lo mal que está.
¿Qué llevó a Rubén a encerrarse un día para nunca más salir? Difícil que el hombre lo diga alguna vez de frente: es lo más huidizo que hay. Se sabe que nunca se casó (pero admite haber hecho un culto de la potencia sexual), que fue empleado bancario (pero debió anticipar la jubilación, el día que un ciclista imprudente lo dejó con una fractura expuesta). Que le tiran el fútbol, la quiniela, los burros. ¿Cómo hace para jugar, si no sale a la vereda? La tiene a Clelia, la vecina de al lado, a la que le pasa la plata y la boleta a través de la reja. Unas casas más allá vive una ex novia bautizada Cuero Seco, a la que algún día dejó de saludar. Memorable la escena en la que Cuero Seco pasa por delante de la casa y entre ella, Rubén, la cámara y los que están detrás se establece un ida y vuelta de no-miradas furtivas. Pero si hay un personaje clave en la vida y el ostracismo de Rubén es el primo Oscar. El mejor amigo de la juventud, con el que iban seguido al teatro de revistas y al que en un momento le cortó el saludo para siempre. Solterón tímido y de lágrima fácil, Oscar es el “otro” de Rubén, su doble opaco. Oscar o Manija, como él lo llama: de ahí el título.
Realizada por el colega Miguel Frías (periodista y crítico de cine del diario Clarín) junto a Pablo Osores y Roberto Testa (dos de los tres realizadores del documental Flores de septiembre), Como bola sin manija observa al personaje con una curiosidad divertida y respetuosa. No intenta arrancarle sus secretos a la fuerza, no se burla de él, no subraya una condición de freak o bicho raro. Construye, sí, un personaje, en el sentido técnico y también coloquial de la palabra. Alrededor de Rubén orbitan la histriónica Nora, Ana –extraño caso de tarotista lacaniana– y Nicolás, que además de técnico de fútbol (de un equipo de 1ª C, D o algo así) también es soltero, como el tío. A esa constelación se suma Oscar, que viene por la reconciliación: Rubén como producción familiar. Puede ser que el remate al que el relato se dirige, como en embudo, haga planear sobre Como bola sin manija el fantasma de lo excesivamente armado. Puede ser también que la edición de un par de largas escenas de transición no hubiera estado de más. Nada de eso le quita misterio o encanto a don Rubén Paviolo, ni calidad a la mirada que sobre él echan Frías, Osores y Testa.